SEMANA: Sobre la Operación Fénix se han escrito varias cosas. ¿Qué elementos distintos incluye su libro?
Eduardo Pizarro: El libro me permitió entender el tamaño y la complejidad de las fronteras colombianas. La que se tiene con Venezuela es la frontera terrestre número 17 más larga del mundo. La de Brasil, la 31, y la de Perú, la 32, entre 311 a nivel global. Pero, más allá de eso, he querido mostrar que buena parte de lo que sucede en nuestras fronteras se debe a la poca presencia del Estado, a la ausencia de una política seria de fronteras, y a que el país se ha construido mirando solo hacia las regiones Andina y Caribe, dejando de lado que somos también un país amazónico, llanero y del Pacífico. Hoy estamos pagando el precio de esta ausencia.
SEMANA: ¿Qué importancia tuvo la Operación Fénix para la escritura del libro?
E.P.: Fue clave. Con la muerte de Reyes, que era el más probable sucesor de Marulanda, quien murió tres semanas después de la Operación Fénix, las Farc no volvieron a tener una unidad, sino que el liderazgo se dividió entre Iván Márquez y Alfonso Cano. Los computadores incautados permitieron conocer a las Farc por dentro y fueron la base de importantes operaciones, como el rescate de Íngrid Betancourt. Y, finalmente, el impacto sobre Ecuador significó que esa guerrilla no pudo volver a conformar un santuario estratégico allá.
SEMANA: En esa época se cuestionó la legitimidad de la invasión a Ecuador a fin de realizar la Operación Fénix. Para usted, ¿fue legítima o ilegítima?
E.P.: Ese debate fue muy interesante. La normatividad internacional favorecía ambas posiciones. El Gobierno ecuatoriano hablaba de invasión del territorio. Colombia argumentó su legalidad apoyándose en que la agresión había sido contra un grupo armado colombiano y no contra el Estado o el Ejército ecuatorianos, y en que ninguna nación puede permitir el accionar de grupos armados ilegales en su territorio. Al final el tono de la polémica bajó, porque a Colombia se le condenó por la acción. Sin embargo, no fue sancionada, porque Ecuador no había hecho lo suficiente para evitar la presencia de las Farc en su territorio.
SEMANA: ¿Qué tanto sabía Correa del campamento de las Farc?
E.P.: Después de la Operación Fénix, Correa se vio obligado a crear una comisión de verdad y transparencia, y esta no fue de bolsillo. De hecho, él no quedó contento con las conclusiones. Esa comisión planteó que no había ninguna evidencia que demostrara que Correa tenía conocimiento del campamento permanente ni del ingreso de recursos de las Farc a su campaña electoral. Yo sostengo en el libro que, por la seriedad y la independencia, hay que creerle a esa comisión.
SEMANA: ¿Qué tan posible es que la frontera colombo-ecuatoriana vuelva a ser un santuario por parte de grupos al margen de la ley?
E.P.: Hoy en día, el Ejército ecuatoriano se opone a la presencia de cualquier grupo armado en su territorio. La Operación Fénix tuvo un impacto muy grande en Ecuador. Ellos no quieren ser presa de nuestro conflicto armado. Por eso desde esa época no han vuelto a surgir nuevos campamentos permanentes en la frontera. Y creo que es una posición unánime independientemente de las divisiones ideológicas o del presidente que resulte electo en la segunda vuelta el próximo 11 de abril.
SEMANA: ¿Qué lecciones deja lo que sucedía en Ecuador hace 13 años con la situación actual de los grupos violentos en la frontera venezolana?
E.P.: En Venezuela, las Farc Nueva Marquetalia y el ELN han constituido santuarios estratégicos (concepto que explico en el libro). Y eso es muy preocupante no solo por la protección que tienen estos grupos armados, sino porque son usados por el Gobierno venezolano para que Colombia, al continuar en un conflicto interno, no pueda hacer tránsito deseable de un Ejército de contrainsurgencia a uno de defensa nacional fundado en un modelo de disuasión defensiva.
SEMANA: Como abogado del diablo, podría decirse que Venezuela refugia a estos grupos debido a que el Estado colombiano se ha empeñado en tumbar a Nicolás Maduro. ¿El Gobierno no sería responsable de esa situación?
E.P.: Personalmente, pienso que la política exterior de Colombia ha sido errónea. El país debería tener relaciones más amistosas con La Habana y relaciones menos tensionantes con Venezuela. Precisamente, porque el problema de los santuarios estratégicos de las disidencias y del ELN se debe tratar por la vía diplomática y no con una confrontación abierta con Maduro.