SEMANA: ¿Cómo nace esta estrategia del Valle del Naidí?
Paula Moreno: Debe su nombre al naidí, que es el mismo asaí, un superalimento que fortalece las defensas. Se da en todo el Pacífico y tiene un uso ancestral. Solo se da en Colombia y en Brasil. Entonces pensamos que si hay Valle del Silicio en Estados Unidos o Valle Sabana en Kenia, que tienen esa vocación tecnológica, ¿por qué no pensar que el Pacífico, que muchos ven como la Colombia atrasada, puede ser el valle tecnológico del país? Hasta ahora hemos formado a más 1.600 niños y jóvenes con esta estrategia.
SEMANA: ¿Qué tan atrasado está el país en materia de formación tecnológica?
P.M.: Justamente la pandemia, que envió a los niños a sus casas a estudiar, desnudó la realidad: muchos de ellos, en la Colombia profunda, no tenían ni conexión, ni un dispositivo para estudiar en casa. Y sabemos que existe una gran demanda de trabajos en tecnología, unos 120.000, en un plazo de tres años, que el país no ha logrado abastecer.
El BID muestra que si América Latina desarrolla tendencias tecnológicas, se abren oportunidades de crecimiento para la región. Para 2030 se va a requerir en la mayoría de los trabajos habilidades tecnológicas, como la IA. Y el Pacífico representa una gran oportunidad: es una de las regiones con más población joven, con mayores tasas de natalidad, en un país con una tendencia a envejecer. En un municipio como Guapi, por ejemplo, la mitad de la población es menor de 14 años. Hay una gran oportunidad para nutrir el talento de los jóvenes con tecnologías y darles una nueva mentalidad.
SEMANA: ¿Cómo lograrlo con el rezago tecnológico que tiene el Pacífico?
P.M.: Todas las cifras de conectividad son un desastre. Quibdó, durante semanas al mes, está sin conectividad. Y ningún Gobierno ha cumplido sus promesas con el Pacífico. Pero el talento está. Lo que se necesitan son oportunidades. Manos Visibles impulsó desde hace ocho años la Escuela de Robótica del Chocó, cuyos estudiantes han representado al país en países como China y México, y han ganado concursos de robótica.
Y si ganan en medio de tantas precariedades, no me imagino si tuvieran más recursos. Y hay otros laboratorios tecnológicos en varias ciudades del Pacífico. Muchos de ellos, gracias a ese acercamiento con la tecnología, ya están en la universidad. En el Pacífico, a pesar de tener todo en contra, suceden este tipo de milagros.
SEMANA: Uno de los grandes pendientes del Pacífico es la formación de líderes. ¿Qué ha faltado?
P.M.: Un niño del Pacífico, por el contexto que le ha tocado vivir, es mucho más creativo. Sabe solucionar problemas de una manera más rápida. Y ese es el tipo de personas que requiere la tecnología: gente con capacidad de resolver problemas. Lo que se necesita es activar el liderazgo de nuestros jóvenes para que vean otro mundo posible, más allá de la minería o cultivos ilícitos. Y la tecnología les da otra visión.
Muchos de esos niños les ayudan a sus mamás en el diseño de páginas web para que vendan sus empanadas, por ejemplo. O los músicos tradicionales han aprendido a grabar su música de mejor manera con la tecnología. Muchos de ellos se han convertido en los primeros profesionales en sus familias.
SEMANA: Buena parte del enfoque está puesto en las niñas. ¿Por qué?
P.M.: Son el corazón de esta estrategia para que aprendan habilidades STEM. Son niñas que, gracias a que desarrollan un pensamiento computacional y algorítmico, contemplan una vida distinta a la que convertirse en madres a los 14 años. Gracias a eso, varias de ellas estudian distintas ingenierías y biomedicina. Es reducir las exclusiones en un país en donde muchas veces te definen por el lugar en el que naces.
SEMANA: Hablemos de política. ¿La han vuelto a tentar para volver a ese campo?
P.M.: Eso no me hace feliz, si soy honesta. Fui ministra hasta 2010, después de tres años y medio, en un periodo de mi vida en el que dormía solo tres horas al día y lanzamos muchísimos proyectos que aún sobreviven. Y desde entonces todos los candidatos presidenciales y todos los Gobiernos me han ofrecido cargos.
El expresidente Santos fue uno de ellos. Pero no es mi vocación. No soy animal político tradicional. Me gusta la filantropía porque no estoy negociando nada. Me emociona ver cómo se transforman vidas y esos jóvenes cumplen sueños. Prefiero seguir donde estoy: formando líderes de esos jóvenes que están en los márgenes de este país. En los 14 años de Manos Visibles hemos apoyado a unas 26.000 personas.