SEMANA: ¿Por qué usted comienza su libro con una historia de la educación desde la aparición del ser humano? ¿Qué tiene que ver eso con la situación actual de la educación en Colombia?
Moisés Wasserman: Una de las intenciones del libro es tratar de mostrar que no estamos aislados. Nosotros nos acostumbramos a sentirnos en una isla separada del mundo, y creemos que nuestros problemas son únicos. Pero la educación es un esfuerzo de la especie humana. Los colombianos formamos parte de ese proceso general. Los avances y problemas en la educación nos competen a todos.
SEMANA: Otro tema del que usted habla en el libro es la contaminación ideológica en la educación. ¿Acaso no toda la educación conlleva la transmisión de principios ideológicos?
M.W.: Indudablemente, la ideología está presente en la educación. Pero creo que uno de los grandes logros de la educación es haber generado la capacidad de acercarse de manera crítica a muchas de las posiciones ideológicas y de llegar a la explicación más verdadera de los hechos, y también a la más ética, a la que más beneficios produce a la gente.
SEMANA: Hoy, con movimientos que exigen el derecho a educar a sus hijos en ideas erróneas como el terraplanismo o el efecto negativo de las vacunas, ¿cree que los Estados deberían coartar esa libertad de educación?
M.W.: La libertad es absolutamente fundamental. En Colombia, la educación goza de una gran autonomía. Lo que pasa es que la libertad necesita de la responsabilidad. Yo creo que la educación debe propender difundir los principios más cercanos a la verdad, y en ese sentido, debe ser responsable. Ahora, cuando se llega a una conclusión supremamente contundente de que la Tierra no es plana, enseñar esa idea es una falsa libertad, además de irresponsable. Pero, aun así, considero que las prohibiciones absolutas son inútiles porque producen el efecto contrario. En el caso del movimiento antivacunas, es una discusión válida, ya que su irresponsabilidad afecta a toda la comunidad. Y yo me inclinaría más por buscar el convencimiento antes que en prohibir.
SEMANA: ¿Cómo está la educación en Colombia?
M.W.: Ni tan mal como unos dicen ni tan bien como otros creen. En mi libro yo muestro que hay importantes avances en los últimos 60 años, pero, por otro lado, hay que reconocer carencias muy fuertes.
SEMANA: ¿Qué tan cierto es que en los niveles básica y media, la educación privada es mejor que la pública?
M.W.: No sé qué tan cierto sea. A la luz de los exámenes de Estado en grado once, se nota la ausencia progresiva de los colegios públicos entre los mejor calificados. Pero hay una discusión sobre si estos exámenes son significativos para hacer esa evaluación sobre la educación pública. Más allá de esa disputa, lo fundamental es no echarle piedras a la educación pública, sino resolver un problema. Creo que en las grandes ciudades hay cambios importantes en esa vía.
SEMANA: ¿Cómo cerrar la brecha entre la educación urbana y la rural?
M.W.: Ese es el problema del millón, con un agravante del que casi no se habla: la enorme brecha entre la ruralidad concentrada y la dispersa. Este es un problema relacionado con la inversión y la manera como se ha implementado el desarrollo en el país. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en que los docentes más preparados se encuentran en las grandes ciudades, mientras que los profesores rurales son normalistas con muy poca formación de posgrado, lo cual no quiere decir que no sean buenos. Posiblemente son muy buenos, por la motivación que los mueve. Aquí el reto es cómo hacer atractiva la ruralidad para los docentes del país.
SEMANA: Muchos hablan de que ahora se debe fomentar la educación en ciencias, matemáticas e ingenierías, y consideran que las humanidades no son importantes. ¿Comparte esa idea?
M.W.: Creo que mucha gente en Colombia tiene miedo del fin de las humanidades, y eso no va a suceder porque aquí casi nadie estudia ciencias y matemáticas. Efectivamente, hay un movimiento que busca fomentar la educación en ciencias y matemáticas, pero no excluye a las ciencias humanas. Como científico, me parece muy difícil analizar cualquier situación sin una perspectiva histórica, me parece muy difícil ser científico sin tener una vocación humanista.