SEMANA: Usted proviene de una familia numerosa de San Gil, ¿cómo es esa familia?Monseñor Luis José Rueda: Luis Emilio y Socorrito tuvieron 11 hijos. Yo soy el décimo. Los cinco hombres combinamos el estudio con el trabajo, con nuestro padre, en construcción. Pegamos ladrillos y pintamos casas para ayudar a la economía familiar y mejorar nuestra vida.SEMANA: ¿Cómo recuerda a su mamá?M.L.J.R.: Era una mujer muy especial. Recuerdo que, en 2012, cuando fui una noche a contarle que me habían nombrado obispo, me dijo: “Ve, ¿usted obispo? Yo creí que los obispos eran todos de familias ricas”.
SEMANA: Usted es el único religioso de su familia. ¿Cómo decidió serlo?M.L.J.R.: Yo tenía 19 años, ya era bachiller soldador y trabajaba en una fábrica. Cuando iba al turno, siempre oraba en una capillita donde había un Cristo agonizante, y eso me fue dando una fuerza inexplicable. A los 20 ya estaba en el seminario.SEMANA: En esa época se hablaba de la teología de la liberación, la iglesia de los pobres. ¿Nunca lo tentó?M.L.J.R.: En el seminario leímos a los teólogos Boff, Sobrino, Gutiérrez, en una especie de semiclandestinidad. No nos los prohibían, pero tampoco eran de la línea de la clase. Sin embargo, les sacábamos tiempo para estudiarlos.
SEMANA: ¿Hay algo que rescatar hoy de lo que ellos decían?M.L.J.R.: Hay cosas que están vigentes, y le cuento: yo soy de la Diócesis de Socorro y San Gil. Allí, cuando vino el papa Pablo VI en 1968, los sacerdotes dijeron: como recuerdo de esto, no vamos a dejar una placa sino una cooperativa en cada parroquia. Era el clero acompañando al pueblo en su desarrollo. Sin ideologías, pero con espiritualidad y acción preferencial por los pobres. Soy hijo de esa cultura sacerdotal.SEMANA: ¿Cuál es su papa favorito?M.L.J.R.: Tengo muchos favoritos, pero me encanta la forma de ser que tenía Juan XXIII, el pontífice del Concilio Vaticano II, del aggiornamento. Lo llamaban el Papa Bueno.SEMANA: ¿Y cuántas veces ha visto al papa Francisco?M.L.J.R.: Cinco veces. Ha sido una experiencia maravillosa porque él habla nuestro idioma y conoce nuestra cultura. Cuando estuvo en 2017 en Cartagena, sufrió una herida por un accidente. Yo le dije: “Santo padre, usted está sellando con sangre esta visita a Colombia”. Él soltó la risa y me dijo: “Sí, me dieron el premio Blas de Lezo”.
SEMANA: ¿Cómo ve el problema de la pederastia en el clero?M.L.J.R.: Esa es nuestra herida más fuerte hoy. Pienso sobre todo en las víctimas y sus familias. Debemos seguir las instrucciones del papa de someter a los victimarios, con las garantías del caso, al derecho canónico y al derecho civil.SEMANA: ¿Está convencido de que debe mantenerse el celibato para los sacerdotes?M.L.J.R.: Creo que es un don. El celibato sirve para que nosotros podamos servir con más libertad.
SEMANA: ¿En qué línea va usted sobre el papel de la mujer en la iglesia?M.L.J.R.: La figura de la mujer en la iglesia es fundamental. Tiene su sitio distinto al del sacerdote, pero muy complementario.SEMANA: ¿En qué cambiará al mundo el coronavirus?M.L.J.R.: Estábamos poniendo en primer lugar valores como la economía y la fama. La pandemia nos está dando un mensaje de fraternidad. Puede ser que no podamos saludarnos de mano, pero necesitamos saludarnos de corazón.SEMANA: ¿Cómo ve el desarrollo del acuerdo de paz con las Farc?M.L.J.R.: Creo que nos ha faltado un cambio de lenguaje. Hay que dejar de llamarlo así y llamarlo el proceso de reconciliación que necesita Colombia. Que ya no sea un pacto de dos, sino un pacto de todos.