El sueño para cualquier libretista es tener una fuente que le suministre miles de historias por contar. Se dice que en Colombia la realidad supera la ficción y de eso sí que sabe Juan Carlos Espinosa, un hombre de 41 años que ha trabajado desde hace 14 como taxista en Medellín.
“Llegué a ese oficio, como a muchos nos tocó, por desvare”, cuenta el hombre que atendió al equipo de Revista SEMANA con su camisa amarilla, corbata negra y quepis, que brilla como el charol, en el que se lee con letra clara y grande “Relatos Amarillos”. Asegura que, con su vestimenta, espera que quien lo vea no tenga duda de sus dos pasiones: estar frente al volante y contar las historias que escucha mientras está frente a él.
Espinosa de niño soñaba ser como los locutores deportivos que escuchaba en la radio narrando partidos de fútbol, pero la falta de recursos económicos no le permitieron preparase para tal fin. Nació en una familia humilde, fueron seis hijos en total y su madre trató de sacarlos adelante con mucho dolor de por medio: “A nosotros nos iban a llevar al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, es que una de mis hermanas murió de desnutrición”, dice tomando aire. Porque ese es uno de los capítulos que narra en sus radionovelas y que escribirlo le costó lágrimas.
Sin embargo, siempre trata de verle el lado positivo a las cosas, como el día en que en plena pandemia se presentó una discusión entre sus compañeros taxistas por un tema laboral, él en lugar de entrar en la discusión, decidió escribir un libreto sobre la discusión y convertirla en radionovela, con algo de humor.
Ese fue el día que nació su proyecto de contar historias, porque le pedían más capítulos en medio de las carcajadas. Cuando se dio cuenta que se podía convertir en un problema por los temas que trataba y que nombraba a la empresa, entonces decidió contar las historias que le pasan a un taxista.
Muchos de ellos han salvado a sus pasajeros de ser secuestrados, han servido de detectives, han sido victimas de historias de terror por la maldad del ser humano o el dolor de almas en pena. Juan Carlos Espinosa asegura que todas las historias que cuentan son de la vida real, y él solo le pone efectos para trasladar al oyente al día en que ocurrieron los hechos.
Como cuando contó la historia de la joven que paró un taxi y le pidió al conductor llevarla a dos cementerios y que la esperara. Dice el taxista que cada vez que la chica se subía al carro, era cubierto de un frío penetrante. Ella lo dejó esperando a las afueras de uno de los cementerios en altas horas de la noche y cuando él fue a buscarla, el vigilante del lugar le dijo: “¿Usted también?”, con esa pregunta le dio el preámbulo a una historia paranormal.
Al parecer, la joven había sido víctima de abuso sexual y homicidio por parte de un taxista y por eso su alma en pena paraba a compañeros de su gremio y los llevaba a los lugares donde estaban sepultados su madre y su hermano.
Cerca de 2.000 seguidores que tiene su canal de YouTube se dan cita periódicamente para escuchar historias como esas.
Al respaldo de la silla del conductor, Espinosa tiene un cartel que invita a sus pasajeros a escuchar las radionovelas y las amplifica por bluetooth durante el recorrido; es ahí donde los mismos clientes le piden que cuente sus historias. Como el día que una madre desesperada lloró esperando que él contara la tragedia que rodeó el suicidio de su hijo por cuenta de un crimen amoroso.
El taxista no solo cuenta historias, sino que investiga para no faltar a la realidad. “Soy un periodista empírico” dice con orgullo. También hace varias voces, locuta según las intenciones de la radionovela de turno. Escribe los libretos y edita. Todo lo hace desde su taxi.
Aprender a hacer todo eso le costó, hablar es un don y contar las historias también. Pero editar y manejar las redes sociales requirieron un esfuerzo mayor. Contrató a un joven que le enseñara, de 5 de la tarde a 1 de la mañana se preparaba y el resto trabajaba, pocas horas dormía, pero las ganancias se bajaron por obvias razones. El esfuerzo fue claro, su esposa y dos hijas lo acompañaron. Ahora, tres años después, ve los resultados.
“La vida me ha enseñado. Dios puso el mundo a disposición de nosotros y somos nosotros los que decidimos si tomamos ese mundo a favor o lo tomamos en contra”, fue el mensaje que dejó el taxista los lectores, que espera atender algún día en su taxi mientras recorren las calles de la capital antioqueña.