Cuando en Europa el sistema estético se separó de las demás esferas que conformaban el mundo moderno, aparecieron la galería y el museo como los únicos espacios para la contemplación del arte. El espectador ya no estaba obligado a ir a la iglesia, o entrar a la corte o a la casa del burgués para ver los frutos de la creación humana. Apareció un espacio autónomo, directamente relacionado con el mercado, único vínculo con el que el arte más “puro” e independiente nunca ha podido cortar. Se impusieron las maneras y usos de la galería (término que alude a los laberintos techados y sin muros que albergaban los mercados populares en la vieja París) y la figura del galerista. Hoy las opiniones están divididas. Algunos artistas no abandonan sus impecables “cubos blancos”; espacios artificiales totalmente neutros en los que sus obras puedan ser vistas sin ninguna interferencia ni suciedad conceptual o física, mientras el aura de la galería los avala y protege; mientras que otros buscan espacios “reales” por la ciudad y van en busca de espectadores desprevenidos mientras cuestionan la supuesta transparencia del mercado, señalando manipulaciones y prejuicios y agrietando notablemente la caprichosa estructura y la pesada inmovilidad de los edificios que lo albergan. En medio de estas dos posiciones, aparentemente irreconciliables, se sitúa Alcuadrado, un proyecto que ha cambiado la manera de exponer y ver el arte en Colombia. Su primera muestra se inauguró el 20 de noviembre de 2003 con obras de Miguel Ángel Rojas, Juan Fernando Herrán y Óscar Muñoz. Como no disponían de un “cubo blanco” con los requerimientos mínimos que planteaban las piezas que iban a exhibirse, la urgencia del momento los llevó a una solución arriesgada: arrendar una inmensa bodega abandonada de la fábrica Incocables, en Bogotá. El esfuerzo por adecuar el espacio fue enorme. Desde hacía años el edificio estaba abandonado, no tenía suministro eléctrico y el techo, ubicado a una altura de once metros del piso, terriblemente deteriorado, hacía aguas. Los mayores inconvenientes se solucionaron y los artistas lograron que sus piezas dialogaran con algunas características del ruinoso lugar. Por ejemplo, Rojas mostró en esa ocasión y por primera vez la serie completa de fotografías del Teatro Faenza, empecinado en la relación entre el deterioro de los muros de la bodega y el grano de sus “sucios” registros fotográficos. La exposición, que apenas duró diez días, fue el primer laboratorio de la Galería Alcuadrado, que desde entonces es conocida como “un espacio variable de exhibición”, como dicen sus directores Gloria Saldarriaga y Juan Gallo. Los inconvenientes de tal empresa son muchos y desgastan. Pero también hay ventajas. Gallo apunta: “Como la galería aparece y desaparece, hemos tenido la oportunidad de activar lugares insospechados y ajenos al circuito artístico, como el antiguo Teatro Olympia, para la muestra ‘Desde adentro’ de María Elvira Escallón; o la inconclusa Casa Museo Jorge Eliecer Gaitán, hace unas semanas, para el proyecto ‘Camposanto’ de Juan Fernándo Herrán.” La primera exhibición de Alcuadrado fuera de la capital se llevó a cabo en Cali en noviembre de 2004, en el emblemático Puente Ortiz. Durante tres noches, Óscar Muñoz proyectó sobre la superficie del río imágenes de cien contactos realizados entre los años sesenta y setenta por fotógrafos ambulantes que registraban el paso de los transeúntes por aquel puente. El acto, que contó con la colaboración de la Cámara de Comercio de Cali, fue todo un éxito, lo que demostró tanto un cambio de percepción respecto al arte, como la vitalidad y fuerza de eventos artísticos efímeros, respetuosos, contextualizados, pensados para una ciudad en movimiento, su historia y sus habitantes. Al respecto Juan Gallo señala: “Ahora hay en Colombia un movimiento cultural comparable al de La Movida en España, o al que vivió Inglaterra en los ochenta. Hay un boom cultural que se refleja tanto en la literatura, en la música, como en el arte. Artistas, curadores y galeristas internacionales nos visitan cada vez con más frecuencia, atraídos por el buen nivel del arte colombiano y por esfuerzos como los que realiza la Luis Ángel Arango, Lugar A Dudas o la Cámara de Comercio con Artbo.” El año pasado Alcuadrado no pudo participar en la novel feria bogotana por compromisos en Art Basel Miami. Por eso, este año, la galería va a doblar su presencia en y alrededor de dicho evento: el 18 de noviembre inaugura “Utopias amenazadas” una muestra del artista brasileño Caio Reisewitz en el Teatro del Centro Urbano Antonio Nariño, construcción abandonada que se emparenta con la memoria fotográfica del fracaso del proyecto moderno que Reisewitz documenta en su obra, como con la apertura del evento galerístico más importante del año, el 20 de noviembre en Corferias. Allí, en Artbo, quienes se acerquen al stand de Alcuadrado podrán conocer los lugares empleados y a los artistas que, como lo explica Gallo, “les interesó la aventura de esta manera de trabajo”. Una, que al expandir el centro, por supuesto, resulta ser un buen negocio.