Meira Delmar, seudónimo de Olga Chams Eljach (1922), era una poeta barranquillera de padres libaneses que estudió letras en Roma y música en el conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico, en la que enseñó historia del arte y literatura. Dirigió durante 36 años la Biblioteca Departamental del Atlántico, la cual lleva hoy su nombre.  Desde 1937, cuando le publicaron sus primeros poemas en la revista Vanidades de La Habana, Meira se ha mantenido leal a su vocación, pese a las dificultades del medio. Su primer poemario, Alba de olvido (1942), fue considerado en 1999, en encuesta de la revista Semana, uno de los mejores veinte libros de poemas del siglo XX en Colombia.  En esa categoría no figuró ninguna otra mujer. Sus otros libros de poemas son Sitio del Amor, 1944; Verdad del Sueño, 1946; Secreta Isla, 1951; Poesía, 1962, Huésped Sin Sombra, 1971; Reencuentro, 1981; Laúd Memorioso, 1995; Alguien Pasa, 1998 y Viaje al ayer (2007). La poesía de Meira Delmar ha sido traducida al inglés, francés e italiano. En 1971 la Universidad del Atlántico le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Letras. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, desde 1989, en 1995 recibió el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento, de la Universidad de Antioquia. Con prólogo de Fernando Charry Lara y ensayo de Juan Gustavo Cobo Borda, el Instituto Caro y Cuervo, en 2002, publicó Pasa el viento. Antología poética 1942-1998, en reconocimiento a uno de los autores más destacados del país. En 2003 la Universidad del Norte recoge su obra completa en Meira Delmar poesía y prosa. A partir de una cuidadosa música ceñida con frecuencia a formas tradicionales -soneto, romance, décima o copla-, Meira Delmar ha configurado un mundo poético personal, regido por la concepción neoplatónica del amor.  Tal universo ha evolucionado de manera sutil desde un inicial piedracielismo a la madurez de una voz propia, independiente de sus maestros y contemporáneos, que registra un cambio en la forma y en la voz, manifiesta en el despojo verbal, la presencia de prosaísmos, la aparición de una conciencia que duda, que ríe, más compleja, menos soñadora, y se interna en el asombro de la ciudad, con una incesante angustia no dicha, se atreve a registrar lo erótico, la historia y la presencia de la muerte e incorpora nuevos territorios, la mitología, el arte, la literatura, la experiencia del paisaje, la reflexión sobre la palabra y el ahondamiento en el mundo de los ancestros. La poesía es para Meira canto y celebración con sosegado temple de ánimo y cabal conocimiento y dominio de la palabra y sus mecanismos, de un ámbito de selectiva belleza, a través de imágenes recurrentes --el mar, la sed, el cielo, la rosa, la lluvia, el viento, el sol, el aire, el relámpago, el azul, la primavera, la nube-, cargadas de simbolismo y al servicio de una visión del mundo concertada con los ritmos secretos del cosmos. Pocas veces poemas de tal calidadJuana de Ibarbourou (1945): “En mis manos y gozo de la belleza, su libro Alba de Olvido. Pocas veces se lo aseguro, se inicia un poeta con poemas de tal calidad. Han sido un deslumbrante asombro para mí. Cuando me puse a leer su libro, la conquista fue rápida y plena. Acuérdese siempre de esta profecía: si no se deja copar por las cosas de la vida, si le es fiel a la poesía, será Ud. uno de los grandes valores líricos de su patria y de América. Tiene un extraordinario buen gusto, una potente seguridad, algo parecido a las líneas puras y seguras de la adolescente que ha de ser una mujer muy hermosa. Dios la guarde”. Eduardo Zalamea Borda (1944): “es para nuestro gusto una de las mejores obras poéticas escritas por una mujer colombiana de esta época, si no la mejor. Esta sí que es pura, hermosa y alta poesía”. Juana de Ibarbourou (1946): “Con las rosas de Noviembre, que son aquí un lujo derrochado, me llega su libro, otro lujo en esta hora de crisis de la poesía castellana. La gema del soneto, el diamante del poema en que la forma, la imagen, la riqueza sosegada y a la vez rutilante del idioma dan la medida de la poesía verdadera, hacen respirar hondo, como cuando, ardiendo de sed, se encuentra al fin una fuente de opulento y puro caudal. Mi lectura de “Verdad del Sueño” ha sido saciar una sed de hermosura que me está quemando el alma. Yo siempre me he fiado en usted. Yo sé que usted, Meira, es una gran poeta. Nunca se tiente de ser otra cosa, que nada es más divino, de lo que pueda pertenecer al hombre”. Juana de Ibarbourou (1950): “Quiero que sepas que para mí la primera poetisa colombiana eres tú, que a pesar de tu juventud estás también para mí entre las grandes de América” Gabriel García Márquez (1950): “Meira Delmar —ese extraordinario poeta de América—“ Gabriel García Márquez (1951): “El dominio del instrumento que se ha venido purificando progresiva y sistemáticamente a través de tres libros anteriores (descuento la selección de Sus mejores versos) ha puesto a Meira Delmar en posesión de su claro universo interior y le ha permitido rescatar, de su estado de alma, la correspondencia íntima del mar exterior que ella tanto ama, de las golondrinas que tanto persigue, del amor que tanto la alegra y le duele en una dimensión diferente de las conocidas, y sólo de ella” Andrés Holguín (1974): “De sus viajes por el mar y su ancestral oriente quedan reminiscencias constantes en su hermosa obra poética” Jaime Jaramillo Escobar (1983): “Leyéndote me siento mágicamente transportado a un antiguo país cuyo refinado espíritu sobrevive en tus versos, lejos de las armas que allá se disputan la tierra y los poderes de la tierra”. Jaime Jaramillo Escobar (1984): “Entiendo, admiro y aprecio tu poesía, pues sé en qué tradición se acendra, de qué alquitarada sangre viene. Hay varios poetas en Colombia cuyos ancestros orientales o europeos, al retoñar en el trópico, producen la más extraña flor, a la vez fascinante e inalcanzable, misteriosa, nostálgica, levemente sensual, una delicada poesía que en cierta forma me recuerda un blanco jardín, una fuente de piedra y un deseo”. Henry Luque Muñoz (1996): “En términos generales, la poesía de Meira Delmar ha buscado formalizar una experiencia ensimismada, que quiere tocar las más variadas tonalidades del sentimiento. Contempladora casi sólo de su propia emoción, en sus páginas la vida es fluido interior, no acontecimiento objetivo. Se trata de logar la mayor intimidad con la memoria, para rescatar una tribulación perdida. Podría pensarse que su finalidad es la confesión más que la imagen. Esta poesía prefiere alejarse de la elaboración compleja en aras de una sencillez crispada”. Fernando Charry Lara (2000): “La obra de Meira Delmar, con su gracia y limpidez constantes, no cesa de darnos hermoso testimonio de la voluntad de perfección y del empeño de expresividad resplandecientes en cada una de sus líneas.... Debemos decir que la dicción de Meira Delmar es asimismo, por sus altas calidades, incorruptiblemente poética. Ello ha hecho que se la admire con general y devota atención como a figura ejemplar de las letras colombianas”. Juan Gustavo Cobo Borda (2000): “Una paulatina asimilación de la tradición hispánica, de Garcilaso de la Vega a Antonio Machado, y acorde con sus orígenes, el conocimiento de la incomparable herencia poética árabe, raíz, a su vez, de nuestra lírica. En realidad, lo que primero admiramos es la intuitiva coherencia de esta obra que, frente al mar, descubre el canto y, apelando a la infancia, se sumerge en el verso. Un verso tan emotivo como culto”. Helena Araújo (2001): “Sabe manejar con inusitada habilidad el tropo amoroso, incluyendo tópicos de intimismo, narcisismo y panteísmo exigidos a toda versificadora de las primeras décadas del siglo, la cuidadosa mesura de sus cadencias, el entrecruzamiento de imagen y elemento narrativo, hacen de ella una poeta de talento”. David Jiménez (2002): “Reencuentro y Laúd memorioso reclaman para su autora una revaloración y un lugar más notorio en el canon” (Tomado de RedCaribe)