En 2020, el PIB global registrará la segunda y más grande contracción en el presente siglo: 5,2% según previsiones del Banco Mundial. Sin embargo, el panorama es otro para la industria fintech: ha encontrado en las necesidades de los usuarios durante la presente pandemia un espacio propicio para consolidarse.  “Los indicadores que vemos en este sector son todos positivos”, dice Andrés Fontao, cofundador & managing partner de Finnovista, la firma inversora en fintech más activa y uno de los actores más relevantes del ecosistema emprendedor en América Latina, con una comunidad de 2.500 startups y más de 30.000 innovadores. Lea también: A profundizar y diversificar la inclusión En este periodo, según destaca, las ventas del comercio electrónico en la región registraron un crecimiento del 230%. Por países, según esta información de es.statista.com, el de mejor desempeño lo registró Perú con una variación del 900% seguido de México (500%) y Colombia y Brasil (130% cada uno).  Este español, licenciado de Middlebury College y con un MBA de IE Business School en Madrid, plantea que “no hay día que pase que no conozcamos una nueva fintech, que se anuncie un levantamiento de capital millonario por parte de inversores de capital riesgo internacionales o que una de las grandes fintech de la región revele su expansión a un nuevo mercado”. ¿Qué ha significado la pandemia para la industria fintech en América Latina? Andrés Fontao (A.F.): Definitivamente la pandemia representa un antes y un después para el sector en la región. No solo por la situación sanitaria, que inevitablemente aceleró la adopción de soluciones fintech, sino por el impacto económico que ha tenido el confinamiento en toda América Latina.  La pandemia ha promovido la demanda de soluciones por parte de los consumidores y también de las pequeñas y medianas empresas, que ven en estas una alternativa viable para ayudarles a salvaguardar su bienestar y sobrevivir a la crisis. Si bien la oportunidad ya existía antes de la pandemia, se ha visto una aceleración en la demanda y una puerta abierta a una mayor transformación digital, particularmente del sector financiero. Esta oportunidad no ha pasado desapercibida para los grandes inversores internacionales, que han decidido doblegar sus apuestas en fintech en la región. Tampoco ha pasado desapercibida para las grandes compañías de tecnología financiera que operan de forma pan-regional y han visto en estos momentos complicados una oportunidad para seguir creciendo en nuevos mercados, como puede ser la expansión de Nubank a Colombia o Ualá a México. ¿Cuáles son las principales lecciones aprendidas por esta industria en un periodo donde la cuarentena y el confinamiento han sido recurrentes? A.F.: Tenemos que verlo con dos lentes: primero desde la perspectiva de los incumbentes y luego desde la perspectiva de las startups. Los incumbentes, es decir, las instituciones financieras tradicionales, han aprendido que la transformación digital de su negocio —entendiendo esta como la referente a canales, productos, procesos, operaciones— puede afrontarse de forma rápida, eficiente y ágil si tienen el foco correcto. Hemos visto bancos y aseguradoras de toda la región afrontar proyectos de transformación en cinco semanas, cuando antes de la pandemia su planificación los contemplaba para dentro de cinco años.  En el caso de las startups fintech, el gran aprendizaje ha sido la creciente demanda que hay en el mercado por servicios y productos financieros digitales, tanto desde el segmento bancarizado que ha visto en la pandemia la oportunidad perfecta para migrar su relación financiera a un entorno ciento por ciento digital, como por los segmentos no bancarizados que han descubierto en las fintech una oportunidad de salvaguardar su bienestar económico y social accediendo, por primera vez, a servicios y productos financieros mediante canales digitales.  No podemos olvidarnos del comercio digital, una de las industrias que más se han visto beneficiadas, por su dependencia en soluciones fintech como pagos digitales y el acceso a créditos para consumidor y MiPymes. La tasa de crecimiento del e-commerce en este periodo ascendió a 230%, y se debe en parte a la propagación de servicios que facilitan las transacciones en línea.

Andrés Fontao asegura que es importante ofrecerle al usuario el sello o garantía de que sus finanzas están protegidas bajo un marco regulatorio. ¿A futuro qué debe hacer esta industria para ampliar su penetración, teniendo en cuenta las reglas de juego de esta nueva realidad? A.F.: El futuro crecimiento de la industria corre por una fuerte colaboración entre las fintechs y los actores consolidados de los servicios financieros e industrias adyacentes. Para ello, es importante contemplar un marco regulatorio, ya sea al estilo mexicano con una Ley fintech o el estilo colombiano con las iniciativas que se están propagando desde la Superintendencia Financiera. Sea cual sea la aproximación, es importante ofrecerle al usuario el sello o garantía de que sus finanzas están protegidas bajo un marco regulatorio. Sin embargo, estas iniciativas deben fraguarse teniendo en cuenta no solo las innovaciones que traen las fintech al mercado, sino también sus limitaciones financieras en sus etapas tempranas. Lea también: El año de las transacciones digitales ¿Cuáles son los principales resultados obtenidos en este periodo en la región? A.F.: Aún es temprano para cuantificar el impacto de las fintech en estos ocho meses desde que llegó la covid-19 y cambió nuestras vidas, posiblemente para siempre. No obstante, los indicadores que vemos en este sector son todos positivos. Sin lugar a dudas, el mercado fintech en América Latina ha llegado para quedarse y viviremos ahora un periodo de fuerte consolidación. ¿Qué papel juega la innovación en este proceso?A.F.: Desde Finnovista estamos convencidos de que el futuro de la industria financiera pasa por la innovación colaborativa entre los dos actores más importantes ahora mismo: los grandes corporativos tradicionales y las startups. Este 2020 ha acelerado la transformación digital del sector y ahora hay que aprovechar la coyuntura para escuchar la demanda de los usuarios tanto B2B como B2C y no bancarizados, para continuar innovando de la mano por el bien de la región, buscando su recuperación económica y posicionamiento en el mundo.