Cuando a Milena Pinto, 21 años, le preguntan por su historia, la primera persona que menciona es a su abuela, Ana Rita Aroca, 85 años, quien vive en el resguardo del pueblo pijao en Albania, Caquetá. Evoca una imagen de la infancia: las dos caminan largas distancias hasta llegar a lugares donde no había hospitales para que la abuela atendiera los partos.
©TNC/archivo De la niñez también recuerda que acompañaba a su papá, entonces gobernador, a las reuniones con líderes indígenas de diferentes pueblos: uitoto, inga o koreguaje. Creció compartiendo con ellos, participó en una escuela de formación de líderes, representó a su pueblo pijao a nivel regional, departamental y nacional y se convirtió en lideresa. “Partimos de la palabra, del consejo de los mayores”, dice. Al hablar sobre lo que representa la pandemia de COVID-19 desde la visión indígena, Milena vuelve a su abuela Ana Rita, quien le dijo que ella no necesita de un decreto para decir que es indígena y para tener un derecho como tal. El derecho, desde la visión ancestral, se lo da tener la semilla, por cuidar la tierra; tener el agua, por cuidar los bosques; y tener la vida, por cuidar la naturaleza. “Hemos vivido en desarmonía con el medioambiente. Los vecinos, los blancos, muchas veces dicen que ya quieren volver a la normalidad. Uno escucha a los abuelos y es justamente lo contrario: no volver a la normalidad porque sería regresar a la deforestación. Debemos repensar nuestra forma de vivir, nuestro gobierno propio, nuestra autonomía alimentaria, atendiendo el llamado de la madre tierra”, asegura Milena, desde Florencia, capital de Caquetá, el departamento más deforestado de Colombia —46.765 hectáreas— en 2018. ***
©TNC/archivo Los pueblos indígenas que habitan la Amazonía cumplen una misión fundamental para conservarla: la primera línea de defensa y vigilancia. Los lugares que habitan suelen ser los menos deforestados: en Brasil, las tierras indígenas representan 23% del territorio amazónico y registran una deforestación promedia de tan solo 1%, según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais. “Ellos siempre dicen que la selva está porque ellos están. Han sido ellos, y sus prácticas tradicionales, los que la han mantenido”, señala Isaí Victorino, especialista en comunidades locales y pueblos indígenas de The Nature Conservancy - TNC Colombia. El coronavirus complica aún más la situación. “En la región del Vale do Javari, en la frontera con Perú, un área muy grande donde se encuentra la mayor parte de estos pueblos, se han identificado en las últimas semanas casos de COVID-19 en comunidades muy cercanas. Si entra, va a ser catastrófico, pues el sistema inmunológico de ellos no está preparado para este tipo de enfermedades”, indica Helcio Souza, coordinador de la estrategia de los territorios indígenas de TNC Brasil. Esto, además, debilita la economía de las comunidades porque sus productos no encuentran compradores y pierden cosechas, haciéndolas más vulnerables frente a las actividades ilegales que las acechan, explica Souza. La memoria también está amenazada. Las poblaciones mayores son las más vulnerables ante el virus y la muerte de un mayor indígena implica la pérdida de conocimientos, transmitidos oralmente entre generaciones, que han determinado hasta la vida misma en sus territorios. “En el municipio de Oiapoque, en la frontera con Guayana Francesa, la pandemia se ha llevado para el mundo de las constelaciones a grandes guerreros, líderes que fueron un espejo en mi camino. Los conocimientos que me pasaron sobre la importancia del territorio y su conservación fueron impecables”, indica Lilia Oliveira, lideresa del pueblo karipuna, en Brasil. Por otro lado, está el Kawsak Sacha: la idea de que la selva vive. “Es un ser vivo, consciente, sujeto de derechos, donde están todos los seres vivos que se relacionan íntegramente unos a otros. De eso depende el equilibrio del ser humano con la naturaleza”, explica Daniel Santi, dirigente de la nacionalidad kichwa de Pastaza, en Ecuador. Y es con el Kawsak Sacha con lo que han hecho frente al coronavirus. No han tenido otra alternativa. Para el tratamiento, basado en la medicina tradicional, han recurrido a plantas como el ajo de monte y el jengibre. Ante esto, surge el desafío de buscar alternativas para preservar los conocimientos ancestrales. “Nosotros hemos descuidado a nuestros abuelos. Un abuelo es una biblioteca, un libro, y no nos hemos planteado cómo escribir, sistematizar, esos conocimientos. Si no lo hacemos nosotros, vamos hacia un olvido”, explica Iván Illanes, líder de la nacionalidad kichwa. “Nosotros queremos apoyar la recuperación y conservación del conocimiento ancestral en beneficio de las mismas comunidades”, concluye Marco Robles, especialista en comunidades indígenas de TNC Ecuador. ***
©TNC/archivo María Marlene Martínez de Garay, del pueblo murúi-muina, falleció a los 68 años el pasado julio, cuando se complicaron sus síntomas de tos, fatiga y gripa. Su hijo, Carlos Garay, 42 años, sospecha que el contagio se dio cuando María Marlene, a inicios de mes, salió de la comunidad para cobrar un subsidio para adultos mayores. Por falta de cobertura, no hubo forma de avisarle que tuviera precaución. María Marlene era una de las 15 personas —estima Carlos— que aún hablaba m+ca, el dialecto local. Solía enseñarlo a otros integrantes de la comunidad. De ella, Carlos evoca que, aunque estuviera muy ocupada, siempre compartía sus conocimientos en lengua, medicina, tejidos y artesanía. Alguna vez le dijo: “Lo que yo aprendí, lo aprendí para enseñarlo porque así me decían mi papá y mi mamá. Uno se muere y debe dejar sembrado el árbol de la vida”. Medios de vida sostenible Los expertos de The Nature Conservancy - TNC han generado relaciones directas con líderes indígenas. Buscan que las comunidades se fortalezcan y conserven sus territorios a partir de la implementación de proyectos que les permitan contar con medios de vida sostenibles, acordes con su realidad sociocultural. Esto garantiza la preservación de los saberes ancestrales y fortalece las economías familiares para que resistan ante presiones externas de actividades ilegales de minería y deforestación. Durante 15 años, TNC ha trabajado con diferentes comunidades de la Amazonía en proyectos que se ajustan a contextos y necesidades locales. En Ecuador, por ejemplo, se apoya una iniciativa de turismo comunitario; en Brasil, un emprendimiento femenino de producción de aceite de coco babaçu; y en Colombia, un proceso de diálogo intercultural entre campesinos e indígenas para reducir la deforestación y contribuir a la restauración de bosques. A pesar de los evidentes impactos, el reto de la pandemia también implica una oportunidad: “fortalecer aún más las economías propias como estrategia para la conservación de estos territorios”, explica Isaí Victorino.