Los datos científicos son claros: la temperatura del planeta está aumentando debido a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y cambios en el uso del suelo para la ganadería, la agricultura y la minería. Hoy, la Tierra es 1,1 grados más caliente que en 1900 y ese aumento de temperatura está derritiendo los glaciares, elevando el nivel de los océanos, cambiando el ciclo del agua, acelerando la pérdida de biodiversidad e intensificando los fenómenos naturales.
“Un huracán de la magnitud e intensidad de Harvey –que en 2017 se convirtió en el más fuerte en haber golpeado a Texas, Estados Unidos– probablemente no hubiera ocurrido sin los niveles de gases efecto invernadero que tenemos ahora”, aseguró Paola Arias, la científica colombiana que participó en el sexto ciclo de reportes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.
Entre 2015 y 2023 este grupo de científicos de distintos campos y regiones del mundo trabajaron en la elaboración de seis exhaustivos reportes que analizaron los conocimientos científicos sobre el cambio climático para entregarles a los líderes del mundo una información detallada que les permita enfrentar el reto. Su más reciente informe reiteraba la urgencia de reducir los gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) con celeridad y de manera sostenida. La razón es sencilla: “El CO2 –principal causante del calentamiento global– puede permanecer en la atmósfera hasta un siglo o siglo y medio”, explicó Arias. Su creciente acumulación, junto con la de otros gases, seguirá calentando la Tierra.
El desafío de disminuir las emisiones de CO2 se planteó en 1997. Ese año se firmó el Protocolo de Kioto, que comprometía a los países industrializados. “Vinculaba a Estados Unidos, Canadá, Japón y la Unión Europea, pero no a China, Brasil y Sudáfrica, por ejemplo, porque en ese momento no tenían los niveles de industrialización de hoy”, precisó María Claudia García, ex viceministra de Ambiente. Aquel pacto pronto resultó insuficiente. En 2015 los líderes del mundo se reunieron en París para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP), e intentar dar un paso más para frenar la crisis ambiental.
Esa COP21 se convirtió en un hito: 196 países firmaron el llamado Acuerdo de París y se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que la temperatura del planeta aumentará más de 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales. “Fue difícil. Países como India, China y Brasil se preguntaban por qué tenían que sacrificar su desarrollo económico, cuando los industrializados habían avanzado sus respectivas sociedades contaminando el ambiente y generando la actual crisis climática”, recordó García. Para calmar la discusión se le permitió a cada país definir su propio plan de acción. Cada cinco años debían enviar a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático un plan de metas y acciones cada vez más ambicioso, llamado Contribución Determinada a nivel Nacional (NDC).
Debido a la urgencia de comenzar a reducir emisiones, y a la enorme complejidad de emprender la transformación económica y social necesaria para lograrlo, se establecieron dos fechas para impulsar el proceso. Ambas seguían criterios científicos: si se reducían las emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos en 43 por ciento para 2030, y casi completamente para 2050, probablemente podría evitarse un calentamiento mayor a 1,5 grados. Con ello en mente los países plantearon sus metas. La Unión Europa, por ejemplo, se comprometió a reducir sus emisiones un 90 por ciento para 2040, y ser “cero neto” para 2050, es decir, a mitigar sus emisiones hasta dejarlas prácticamente en cero. Estados Unidos se impuso disminuir sus emisiones en 50 por ciento para 2030 y ser “cero neto” para 2050, y China acordó llegar al pico máximo de sus emisiones antes de 2030 y ser “carbono neutro” para 2060. Este objetivo es distinto al de “cero neto”, pues significa equilibrar las emisiones y las capturas de CO2 a través de depósitos de carbono naturales o artificiales.
Las iniciativas privadas que buscan cambiar el rumbo:
Colombia verde
Colombia también firmó el acuerdo, y se comprometió a reducir ese 0,2 por ciento de emisiones globales de las que es responsable, según datos de la Comisión Europea de 2021. La cifra puede parecer insignificante frente al 32 por ciento de China, pero su impacto a nivel nacional es enorme. “Genera pérdida de biodiversidad, inundaciones, sequías”, dijo Arias.
Según el NDC presentado en 2020, el plan del país es reducir sus emisiones en 51 por ciento para 2030 y ser “carbono neutro” para 2050. Estas metas se establecieron luego de analizar los datos sobre cambio climático y desarrollo económico, y de dialogar con la academia, el sector privado, actores de la sociedad civil y entidades e instituciones nacionales y regionales. La idea es construir sobre lo construido, aprovechando los importantes avances hechos por Colombia en temas ambientales: desde 1974 había estado a la vanguardia al adoptar el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, que reivindicaba la naturaleza como un patrimonio común y un bien sujeto de protección y tutela. En 2017 asumió el cambio climático como prioridad, aprobando la Política Nacional de Cambio Climático, y un año después creó la Ley de Cambio Climático. Ambas señalan las pautas para el manejo de este fenómeno en el país.
La estrategia actual divide la responsabilidad de mitigación de emisiones en seis ministerios: Agricultura, Ambiente, Minas y Energía, Transporte, Comercio, Industria y Turismo y Vivienda. Cada uno estaría a cargo de formular políticas y proyectos para liderar el esfuerzo de reducción de emisiones en sus respectivos sectores. El Ministerio de Energía, por ejemplo, lidera la transición energética, El Ministerio de Ambiente controla la deforestación y fortalece los procesos de restauración de ecosistemas –ejercicio clave para capturar CO2–, y el Ministerio de Vivienda impulsa el sector hacia la construcción sostenible.
Todo esto se suma a los esfuerzos del sector privado, motivados por regulaciones anteriores y la creciente conciencia ambiental en la sociedad. Por ejemplo, en temas de sostenibilidad varias compañías colombianas están a la vanguardia, según el célebre ranking de la consultora S&P Global de 2023, en donde figuran 19 empresas nacionales, entre ellas, Transporte de Gas Internacional (TGI), Cementos Argos, Celsia, Bancolombia, Grupo Nutresa y Grupo Energía Bogotá. Además, desde 2012 la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi) desarrolla una agenda verde cada vez más ambiciosa. Trabaja con empresarios nacionales en proyectos de economía circular como Visión 3030, de manejo responsable del agua como El Agua Nos Une –liderado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude)–, y de conservación y restauración como Biodiversidad y Desarrollo por el Putumayo, que reúne esfuerzos de Ecopetrol, Gran Tierra Energy y Parques Nacionales, entre otras organizaciones.
Las apuestas por proteger y restaurar los ecosistemas naturales son fundamentales para cumplir las metas nacionales de cambio climático. El mayor porcentaje de las emisiones de Colombia vienen de la deforestación y el cambio de usos del suelo. Según el Tercer Informe Bienal de Actualización de Cambio Climático de Colombia (BUR) –presentado a Naciones Unidas en 2021–, el 59 por ciento de los gases efecto invernadero del país son generados por la deforestación (31 por ciento) y el cambio de uso de la tierra para actividades como ganadería y agricultura.
A pesar del trabajo y los objetivos planteados, el BUR destacó que las emisiones de CO2 del país han crecido de manera sostenida desde 2010, y que durante 2017 y 2018 aumentaron sustancialmente.
¿Cómo calcular los avances en descarbonización?
Medir el terreno recorrido en busca de la neutralidad de carbono tiene sus complejidades. Por un lado, a medida que la ciencia y la recolección de datos avanza, se replantean estrategias y se actualizan las proyecciones de emisiones de las distintas industrias. Por el otro, los planes nacionales e internacionales para frenar el cambio climático están ligados a los procesos económicos, políticos y sociales de los países que pueden generar cambios en la agenda.
A todo esto, se suma que el término “carbono neutro” da pie para confusiones. En primer lugar, se refiere a un objetivo distinto al de “cero neto”, en el que el principal esfuerzo es reducir emisiones; justamente lo recomendado por los expertos. Segundo, en el caso de las compañías, no necesariamente especifica el alcance de su reducción de emisiones. En 2022 la Comisión de la Bolsa de Valores de Estados Unidos (SEC) propuso dividir y hacer públicas las medidas de cambio climático de las empresas. “No es igual el caso de una entidad financiera, cuyas emisiones se derivan casi en un ciento por ciento de su cadena de valor, que el de una cementera que produce un 79 por ciento de sus emisiones de manera directa”, explicó Ruben Goldsztayn, director de Producción y Consumo Sostenible de la Andi. Por ello, es tan importante mantener una mirada crítica e informada que permita medir los avances.