A pesar de los desafíos, el compromiso hacia una economía circular promete transformar residuos en recursos valiosos, impulsando el crecimiento económico y la protección ambiental. Este cambio requiere que empresas y sociedad pasen del modelo lineal de “tomar, hacer, desechar” a uno circular donde los recursos se valorizan y reintegran al ciclo productivo.

“La economía circular se basa en tres principios: eliminar residuos, circular productos y regenerar la naturaleza. Para las empresas, implica rediseñar productos y procesos según estos principios, adaptándolos a su contexto específico. Las empresas deben comprender el concepto, involucrar a sus empleados e implementar cambios sistemáticamente, considerando su negocio y su relación con otros actores para lograr un impacto sostenible”, advirtió Victoria Almeida, gerente de la Fundación Ellen MacArthur para América Latina.

No podemos tampoco seguir abordando el problema de los residuos tratando de gestionar lo que tiramos. “La quema de residuos a cielo abierto es un desastre. Los vertederos son un desastre. El reciclaje no puede hacer frente al gran volumen de residuos. Para hacer realidad la visión de una sociedad sin desperdicio, necesitamos redefinir qué es el desperdicio. Mucho de lo que desperdiciamos es un recurso valioso, por lo que debemos empezar a repensar el diseño y la entrega de productos y servicios para mantener los recursos en la economía”, dijo hace poco Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Su más reciente informe, ‘El fin de la era de residuos’, subrayó la urgencia de adoptar la economía circular, advirtiendo que los residuos sólidos urbanos podrían llegar a 3.800 millones de toneladas en 2050, con costos superiores a 640.000 millones de dólares anuales sin medidas adecuadas. Por esto, Colombia ha avanzado con la Estrategia Nacional de Economía Circular de 2019, promoviendo sostenibilidad e innovación en el uso de recursos, aunque la adopción varía entre sectores y regiones.

“Todos los actores son clave: las empresas lideran con cambios internos e innovaciones, las instituciones financieras respaldan con inversiones estratégicas, y los gobiernos crean condiciones favorables con regulaciones e incentivos. Colombia, pionera en América Latina, lanzó una estrategia nacional de economía circular, un gran primer paso para la acción coordinada de estos actores”, reconoció Almeida.

Empresas pioneras

Algunas empresas vienen liderando esa transición hacia la economía circular. Por ejemplo, Bancolombia se unió a la Fundación Ellen MacArthur y creó una Taxonomía específica de Economía Circular para su Línea Sostenible, financiando proyectos alineados con esa visión y que impactan iniciativas de reciclaje y ahorro de agua.

Otra compañía pionera es el Grupo Nutresa. Con sus programas logró reducir un 39,1 por ciento los residuos no aprovechables enviados a rellenos sanitarios desde 2020. Con el concepto ‘Design to Value’ (DTV) disminuyó 4.042 toneladas de material de empaque y reutilizó más de un millón de cajas de cartón corrugado. Su iniciativa Tribío convierte subproductos alimentarios en biomateriales y utensilios comestibles, y lideró la recolección de 174,5 toneladas de empaque plástico en Colombia, Panamá y Costa Rica.

“Diseñamos el 88,1 por ciento de nuestros empaques para ser reciclables, reutilizables y compostables. Ampliamos nuestro programa Nutresa Retoma a Panamá y Costa Rica. Desde el inicio del proyecto hemos transformado 325,3 toneladas de material flexible posconsumo para la construcción de 12 parques infantiles que han beneficiado a 13.500 niños y niñas en Colombia”, advirtió Carlos Ignacio Gallego, presidente de Nutresa.

Acoplásticos también viene desarrollando iniciativas para fomentar la producción y consumo de plásticos sostenibles, así como mejorando la gestión de residuos plásticos posconsumo, impulsando el reciclaje y la revalorización de estos materiales, precisó su presidente Daniel Mitchell. “Los principales desafíos en la economía circular de los plásticos son la logística, infraestructura y tecnología. Recolectar, transportar y acondicionar residuos plásticos requiere una infraestructura robusta y la innovación necesaria para reincorporarlos al ciclo productivo”, agregó.

En Colombia, hay alrededor de 80.000 recicladores y una industria de reciclaje moderna. Aumentar las tasas de reciclaje y mejorar las cadenas de aprovechamiento generaría nuevas oportunidades de empleo y un impacto ambiental positivo. “Acoplásticos ha desarrollado proyectos con diversos actores para promover el ecodiseño, la incorporación de residuos plásticos en mezclas asfálticas y la creación de nuevas oportunidades en el reciclaje para poblaciones vulnerables”, detalló Mitchell.

Su estrategia de sostenibilidad se basa en cinco pilares: prácticas sostenibles en la industria, cultura ciudadana, gestión de residuos, mercados dinámicos del reciclaje y el Observatorio PlasTIC. “Medir el impacto de estas iniciativas es complejo, pero nos enfocamos en priorizar recursos y esfuerzos en proyectos de mayor envergadura para evaluar mejor su desempeño. El objetivo final es evitar la contaminación plástica y aumentar los volúmenes de reciclaje, logrando un impacto significativo y sostenible”.

Además, en Colombia hay un índice de startups circulares que incluye empresas como BATx, que aprovecha las baterías de vehículos eléctricos para sistemas de almacenamiento de energía solar, y Toynovo, que ofrece juguetes reparados y reciclados para alquilar, promoviendo la circulación de productos y evitando el desperdicio. Otro ejemplo es Alfe Aseo, que se centra en la reutilización de envases plásticos para jabones y detergentes, y Selva Nevada, una empresa alimentaria que produce helados y pulpas de fruta a partir de insumos cultivados de manera regenerativa.

Los retos

Erik Jiménez Soler, socio fundador y líder de Innovación & Desarrollo de Maat, advirtió que los desafíos que enfrentan las empresas incluyen una gestión adecuada de residuos, riesgos legales, capacitación ambiental, consideración de costos ambientales y cumplimiento de normativas.

Para Jiménez Soler, la adopción de principios circulares en las operaciones y cadenas de suministro ofrece beneficios como el diseño sostenible y modelos de negocio circulares. Esto requiere una visión estratégica y compromiso a largo plazo, junto con tecnologías adecuadas y capacitación. “Las empresas que lo logren no solo contribuirán significativamente a la sostenibilidad ambiental, sino que también podrán captar nuevas oportunidades de mercado y obtener ventajas competitivas”, concluyó.

También existen desafíos en las capacidades de la cadena, fortalecimiento de las cadenas de valor, potencial de transformación, innovación, modelos de negocio, inclusión productiva y pedagogía al consumidor. “Todos requieren de un enfoque integral y colaborativo para superarlos y avanzar hacia una economía más sostenible y equitativa”, reconoció Mónica Villegas Carrasquilla, directora de Visión 3030 de la Andi, un programa que acompaña a más de 350 empresas de 27 sectores en el cierre del ciclo de sus productos en el mercado.

Desde 2019, su equipo y su red han transformado más de 209.000 toneladas de materiales como vidrio, papel, cartón, plástico y metal, reintegrándolos al ciclo productivo. En este proceso participaron 125 gestores ambientales de envases y empaques, y más de 8.000 recicladores conectados a 51 empresas transformadoras que les dan una nueva vida útil.

Otra de las prioridades ha sido dialogar con autoridades locales y nacionales. En 2023, se emitió un documento para integrar la economía circular en planes municipales. Y en abril de 2024 fue el lanzamiento de ‘Ciudades Circulares’. “Aunque colaboramos estrechamente con capitales como Bogotá y Medellín enfrentamos el desafío de armonizar los marcos regulatorios nacionales con las competencias territoriales para facilitar una transición efectiva hacia la economía circular”, explicó Villegas.

También han establecido grupos de trabajo en diversos frentes, incluyendo planeación en innovación, ecodiseño, pedagogía al consumidor, cadena de valor de plásticos, inclusión social y productiva, y Visión 360 para superar normativas. “El éxito en estas estrategias requiere un enfoque colaborativo entre industrias y empresas, así como apuestas disruptivas que fomenten hábitos más conscientes de los recursos disponibles entre consumidores, gestores y productores”, detalló Villegas y resaltó la apertura de la Oficina de Innovación que acompaña 15 iniciativas con una inversión de más de 2.000 millones de pesos.

Jiménez, por su parte, destacó la importancia de la creación de empleos sostenibles, el apoyo a pymes y el fomento del emprendimiento social, así como la inclusión de comunidades vulnerables a través de programas de inclusión social y acceso a microcréditos. “Debemos empezar a pensar en la basura como un recurso, cambiar a prácticas de cero residuos y garantizar una transición justa para los trabajadores informales, como los recicladores, y las disparidades socioeconómicas y de género en esas comunidades. Si podemos construir esta mentalidad y ponerla en práctica, no solo frenaremos la triple crisis planetaria. Obtendremos una ganancia neta anual de 108.500 millones de dólares sobre el costo actual de la gestión de residuos”, concluyó Andersen.