Se sabe que Hugo Aguilar se alió con grupos paramilitares para ser elegido gobernador de Santander entre 2004 y 2007. La Corte Suprema de Justicia lo condenó a 108 meses de prisión por ese delito. Pero casi no se sabe que fueron unos paramilitares los que dieron la primera voz de alerta que llevó a la condena de Aguilar. En 2007 se realizaron operativos en San Rafael de Lebrija, corregimiento de Rionegro (Santander), en que fueron capturados varios desmovilizados de las autodefensas. Como acusaron a políticos, se abrió una investigación en la Corte Suprema de Justicia. Los desmovilizados señalaron que si los magistrados querían saber de paramilitarismo en Santander, entrevistaran al comandante del batallón Luciano D’Elhuyar “que nos dio muy duro”.

Fue entonces cuando la Corte citó al coronel del Ejército Julio César Prieto Rivera. Prieto llegó en diciembre de 2003 a San Vicente de Chucurí (Santander) como comandante del batallón, que lleva el nombre de un prócer de la independencia de padres franceses. Estuvo dos años como comandante. “Cuando yo llegué era muy marcado el contubernio que existía entre los paramilitares y la fuerza pública –Policía y Ejército–, y con vergüenza lo digo. Casos donde miembros del batallón les suministraban los datos a los paramilitares de quiénes habían entregado información, y esas personas eran asesinadas”, dijo Prieto al periodista Pastor Virviescas. Cuando llegó a la región, Prieto mandó a imprimir 20.000 tarjetas personales de presentación con su celular personal y su correo electrónico, y las repartió entre la población. La gente se refería al batallón como el batallón de los paracos o el batallón del cartel de la gasolina. Los paramilitares robaban gasolina del poliducto. Por la emisora del batallón, Prieto afirmaba que “la guerrilla y los paramilitares eran prácticamente lo mismo, que cometían las mismas fechorías y delitos, que la única diferencia era la supuesta causa que los motivaba; a los primeros, la igualdad de clases y a los segundos, la seguridad del pueblo”, recordó en su libro Desenmascarando al hombre que mató a Pablo Escobar.

No se movía una hoja sin el visto bueno de las autodefensas, dice el libro. Ellos cobraban 400 pesos por cada cerveza que se vendía, 200 pesos por gaseosa, 10 pesos por kilo de cacao producido, 5.000 pesos al año por cada cabeza de ganado y 20 por ciento por cada compraventa de inmuebles. Prieto empezó a darse cuenta de que el batallón estaba infiltrado, pues los operativos de captura de paramilitares fracasaban porque recibían preaviso. Trajo entonces soldados del Catatumbo. Supo que un sargento viceprimero acompañaba a los paramilitares a romper el poliducto para hurtar gasolina y que el suboficial abrazaba el tubo diciendo: “Mi amor, papito” y le daba besos. Menos de dos meses después de su posesión, cinco campesinos visitaron a Prieto en su oficina y le pidieron la devolución de equipos de comunicaciones incautados a paramilitares. Alegaron que ellos tenían una ONG y mencionaron a un individuo que era cabecilla de un frente del bloque Magdalena Medio de las autodefensas. Dijeron que ese cabecilla, Alfredo Santamaría Benavides, no quería enfrentarse al Ejército, sino trabajar con los militares y que podía pagarle al coronel Prieto 40 millones mensuales y cinco muertos con fusil, es decir, cinco falsos positivos. Prieto les contestó que iba a hacer de cuenta que no había escuchado nada y que él iba a combatir a todo el que estuviera por fuera de la ley, indica el libro. En las veredas, a Prieto le decían: “Coronel, esa causa suya es una causa perdida, los paracos tienen el apoyo de los políticos que mandan en la región, siempre ha sido así”. El mes siguiente a la posesión de Prieto, se presentó a la base militar de El Carmen de Chucurí el diputado Luis José Arenas Prada con varios comerciantes. En su libro, Prieto señala que el diputado le dijo que ellos estaban preocupados, pues él como comandante había llegado con ideas contrarias a las que se habían manejado en la región y que no se debía perseguir a campesinos que habían sacado a la guerrilla y que Santamaría Benavides había hablado con ellos para que hablaran con Prieto.

Según el libro, Prieto contestó que no le interesaban las relaciones con personas al margen de la ley y que el diputado era tan autoridad como él y que ambos tenían como misión “combatir a los ilegales y no actuar a favor de ellos”. Meses después, monseñor José Antonio Arenas Prada invitó a almorzar al coronel Prieto en el Club del Comercio de Bucaramanga. Monseñor le dijo a Prieto que era hermano del diputado, señala el libro, y que quería invitarlo a una reunión con su hermano para limar asperezas. Prieto cuenta que le preguntó al clérigo si podía confesar vinimos”. Prieto recuerda que le dijo: “No importa, monseñor, deseo confesarme con usted. Monseñor, su hermano Luis José es un político aliado de los paramilitares, su hermano Luis José me ha buscado y me ha hecho ofrecimientos en nombre de los paramilitares, su hermano es un hombre malo, que se ha convertido en mi enemigo porque yo estoy combatiendo a los paramilitares que tenían sometida la región.” Luis José Arenas Prada es actual concejal de San Vicente de Chucurí.

A mediados de 2004, el gobernador Hugo Aguilar convocó a una reunión en la V Brigada en Bucaramanga. Allí, el secretario de gobierno de Aguilar, Óscar Josué Reyes Cárdenas, le dijo al coronel Prieto en voz baja, según cuenta el libro: “Coronel, usted es un tipo muy joven, muy inmaduro, usted no conoce de la vida todavía, no busque problemas, hombre; no joda tanto en esa región, no se meta con esa gente, hombre; tenga la gente contenta, mire que hasta lo pueden trasladar”. En 2012, el exsenador Reyes Cárdenas fue condenado por el delito de promover grupos armados al margen de la ley. En septiembre de 2004, en una visita del presidente Álvaro Uribe a El Carmen de Chucurí, en presencia de la comunidad, el gobernador Hugo Aguilar le pidió al presidente el traslado del coronel Prieto a otra región. No fue trasladado, aunque tres meses antes el comandante del Ejército, general Martín Orlando Carreño, le contó a Prieto que el presidente en tres ocasiones le había pedido ese traslado. Las presiones de los políticos de Santander llegaban a la Casa de Nariño. En 2006, cuando ya Prieto había terminado su misión en Santander, Uribe dijo en un consejo de seguridad en Barrancabermeja: “Él hizo una gran labor porque fue un hombre eficaz e imparcial, del coronel Prieto no se puede decir que es aliado de la guerrilla, ni que es aliado de los paramilitares, es un hombre imparcial”. En la misma reunión, el padre Francisco de Roux señaló: “Todo el mundo le creía a Prieto, y le creía porque Prieto fue muy duro con las autodefensas y muy duro con la guerrilla”.

En una sentencia, la Corte Suprema de Justicia señaló: “Tanto fue el compromiso, apoyo y patrocinio del grupo paramilitar por los líderes políticos de la época que pretendieron torpedear la labor que desarrolló el coronel Prieto”. Pero esa labor no fue premiada con el ascenso a general.

UN SUBOFICIAL DEL EJÉRCITO AYUDABA A LOS PARAMILITARES A HURTAR GASOLINA DEL POLIDUCTO Y BESABA EL TUBO DICIENDO: “MI AMOR, PAPITO”.