¿Qué dejó la instalación del nuevo Congreso? Análisis con voces políticas | Semana Noticias
Si el pasado 12 de marzo, con los resultados preliminares del cuestionado preconteo de las elecciones de Congreso, el triunfo del Pacto Histórico, primero en curules en Senado y segundo en Cámara de Representantes, pudo parecer pírrico, o al menos insuficiente para sus simpatizantes.
Por aquellos días, la coincidencia era absoluta entre protagonistas y observadores de la política nacional, que de llegar a ganar Gustavo Petro, sería el primer presidente con las mayorías del Congreso haciendo oposición.
Además de lo inédito del escenario, la ecuación era una especie de seguro contra un candidato con ganas de reformas de todo tipo, sin importar las consecuencias.
Petro, precisamente el coco para la clase política tradicional, representada en los partidos que desde la Constitución del 91 han conservado las mayorías parlamentarias, no solo se hizo inatajable, ganó las elecciones, subió su popularidad en las encuestas, y lo que parece toda una hazaña, parece haberse convertido en el presidente que, en el papel, puede tener la mayor gobernabilidad de la historia.
Ni Álvaro Uribe con la coalición de la ‘seguridad democrática’ (2002), ni la ‘unidad nacional’ de Juan Manuel Santos (2010), fueron tan numerosas (en el papel) como con las que hace cálculos Gustavo Petro este 20 de julio, día de instalación del Congreso de su cuatrienio, 18 días antes de su posesión en la Casa de Nariño.
Cuando parecía que no tendría la más mínima chance para gobernar, o impulsar las reformas que promueve desde toda su carrera parlamentaria, Petro, el próximo 7 de agosto, podría tener amplias mayorías de su lado.
63 de las 108 curules en Senado y 115 de las 188 en la Cámara están alineadas hacia el lado del gobierno. Cuentas que se desprenden de las que del Pacto Histórico y sus aliados naturales, en este caso Alianza Verde, Centro Esperanza, Partido Liberal, y la reciente adhesión del Partido de la U, el que fundó Santos alrededor de la reelección de Uribe.
Cambio Radical, Mira y el Partido Conservador, pero el horizonte de estos bloques políticos apuntan a que se podrían declarar en independencia. En el caso de los conservadores, buena parte de su bancada, 39 de los 41 congresistas electos, manifestaron que se inclinan hacia la propuesta del presidente electo, Gustavo Petro, para la conformación de un ‘Gran Acuerdo Nacional’. Y aunque hayan llegado independientes este 20 de julio, históricamente no se les ha conocido el camino de la oposición.
El Centro Democrático encabezará con sus 10 senadores y 15 representantes, aunque Rodolfo Hernández, segundo en las elecciones presidenciales, sería el rostro natural de la oposición.
Del uribismo al santismo
Durante ocho años (2002-2010) Álvaro Uribe tuvo una de las mayores gobernabilidades de la historia. Su bancada legislativa estuvo integrada por disidentes del liberalismo, que después conformaron los partidos de la U y Cambio Radical, además del pleno del Partido Conservador, que sumaron el 59 por ciento del Congreso.
Santos llegó a la presidencia y encontró un respaldo superior, 232 de 268 parlamentarios, que en ese momento se tradujo en un 86 por ciento del Congreso de la República.
Ni Uribe ni Santos contaron con la ley que reglamentó el estatuto de oposición, que exigió a los partidos políticos declarar su posición frente a los respectivos gobiernos. Una declaratoria que tiene consecuencias, pues el partido que se declare en oposición o en independencia seguro que no hará parte ni del gabinete ni de las plazas estatales que coadyuven a garantizar la “gobernabilidad”.
En todo caso, el gobierno Petro puede iniciar con la oposición más reducida de la historia, y con el respaldo de varios de los mismos partidos a los que le hizo oposición.
Si durante más de 20 años, el exsenador Jorge Robledo, líder de la oposición a Uribe, Santos y Duque, bautizó a Colombia como “principado de Anapoima”, porque llevaba un siglo gobernado por “los mismos con las mismas”, la paradoja es que serán los que estén en la primera fila política del gobierno del cambio en el Congreso. Si Robledo estuviera este 20 de julio en la plenaria, puede que advirtiera que el “principado” apenas cambió de “capataz”.