En septiembre del año 2000, cuando se celebró por primera vez la ceremonia de los Premios Grammy Latinos, la cantante Shakira se llevó un par de estos trofeos en categorías aparentemente contradictorias: fue al mismo tiempo la mejor intérprete femenina de rock y de pop. Cinco meses después, su disco Unplugged fue considerado el mejor álbum latino en los Premios Grammy anglo. Fue una época emocionante porque el esfuerzo de intérpretes, compositores y productores colombianos lograba por fin un reconocimiento de la industria internacional.

Hoy la presencia de artistas colombianos en estas premiaciones es usual y ya no nos preguntamos si hay compatriotas nominados, sino que directamente indagamos quiénes son. Pero ese punto de despegue marcado por dos álbumes de Shakira (¿Dónde están los ladrones? y Unplugged) tiene antecedentes así como frutos. Lo que sigue es un recuento de los esfuerzos de mayor proyección internacional (y si se quiere comercial) de algunos de los músicos colombianos más avezados en los últimos 38 años.

Carlos Vives A mediados de la década de los ochenta, la música que consumíamos los colombianos era primordialmente tropical. Las novedades se lanzaban desde dos frentes. Cali tenía al Grupo Niche que, dirigido por el chocoano Jairo Varela, trabajaba un lenguaje de salsa que involucraba los ritmos del currulao y otros sonidos de la costa Pacífica. Al mismo tiempo, desde la costa Caribe, el liderazgo de Joe Arroyo era indiscutible: el Joe se alimentaba de las grabaciones de música moderna africana y, a partir de ahí, hacía adaptaciones o composiciones propias que grababa con su orquesta La Verdad. No es exagerado decir que la música bailable en Colombia se sostuvo en dos columnas durante ese período, y fueron las genialidades de Varela y Arroyo.

Toto la momposina Pero a comienzos de los noventa el gusto general pareció desplazarse hacia expresiones más autóctonas. Fue cuando el músico británico Peter Gabriel se interesó en el repertorio afrocolombiano de Totó la Momposina, la llevó a su estudio de grabación en Wiltshire, Inglaterra, y le produjo el disco La candela viva en 1993. A pesar de que Totó ya había recorrido múltiples países con sus cantos y tambores (fue parte de la comitiva que acompañó a García Márquez a Estocolmo a recibir el Premio Nobel), La candela viva fue un pasaporte mundial: al ser publicado por el sello Real World con distribución global, puso a Colombia en el mapa de la llamada “world music”.

Grupo Niche Casi simultáneamente, el actor y cantante Carlos Vives se propuso remozar viejos cantos de los juglares vallenatos. Vives venía de interpretar a Rafael Escalona en una teleserie de bastante éxito, y la banda sonora de aquel programa se vendió bien. La idea siguiente fue expandir ese concepto para que abarcara, más allá de las composiciones de Escalona, los grandes temas de la tradición vallenata. El resultado fue Clásicos de la provincia, cuya importancia parecía imposible de superar hasta que llegó el siguiente disco, La tierra del olvido, dos años después.

Filarmónica de Bogotá Pero la cumbia y el vallenato no fueron los únicos sonidos de esta explosión colombiana. Desde la orilla del rock, el grupo Aterciopelados venía fraguando una identidad propia, con iguales dosis de ingenio y rebeldía, que encontró su mayor expresión en el disco Caribe atómico, de 1998. No solamente se dejaron contagiar por los sonidos electrónicos en boga, sino que adoptaron un mensaje ecológico que resonó entre los oyentes jóvenes. Colombia, un país tropical por definición, de pronto tenía también cosas que decir en lenguajes más urbanos.

Shakira El paso al siglo XXI aumentó aún más la variedad de propuestas sonoras. En el jazz se destacaron las propuestas de Antonio Arnedo y Puerto Candelaria; en la salsa se consolidó la orquesta La 33. Colombia ya era reconocida como una fuente de múltiples músicas cuando vino la muy recordada entrega de los Grammy Latinos de 2008. Aparte de los cinco premios que se llevó Juanes, hubo galardones para el cantante vallenato Peter Manjarrés, para el cultor del joropo Orlando ‘Cholo’ Valderrama y, de manera sorpresiva, porque no todos eran conscientes de su calidad, para la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

J Balvin

Maluma El periodista Betto Arcos, realizador de investigaciones musicales para las radios NPR de Estados Unidos y BBC de Londres, ha dicho que los sonidos de este país no dejan de sorprenderlo: “Estoy convencido de que Colombia tiene la mayor diversidad de géneros y ritmos de Latinoamérica. Es el equivalente a experimentar microclimas”. Y tiene mucha razón; basta con comparar dos propuestas actuales que vienen de las dos costas. ChocQuibTown es puro sabor del Pacífico al que han sumado algunos elementos de rap, mientras que Bomba Estéreo conecta las cumbias del Caribe con la composición electrónica. Si de algo podemos estar orgullosos es de esa retroalimentación de cantidad y calidad.