La sostenibilidad es un tema que se trata en diferentes entornos. Empresas, reguladores, inversionistas, comunidades, influenciadores y demás grupos de interés utilizan con comodidad los atributos asociados a ella. Términos como verde, orgánico, ecológico, sostenible, sustentable, circular, responsable, amigable con el planeta y carbono neutro, entre otros, son usados para comunicar sus compromisos con la sostenibilidad. Sin embargo, ¿es la sostenibilidad el nuevo paradigma del éxito empresarial? Sin duda, pero va más allá de una acelerada tendencia global.
La sostenibilidad empresarial es una nueva manera de hacer negocios. Significa identificar riesgos y oportunidades de valor asociados a los impactos ambientales, sociales y económicos de una empresa. Implica transformar modelos empresariales existentes e incluir métricas sociales y ambientales que midan el éxito corporativo.
El despertar de los grupos de interés y sus expectativas presionan a los líderes empresariales, y esto impulsa la transformación hacia la sostenibilidad desde adentro. No obstante, esta presión no debe llevar a la tentación del greenwashing. Naciones Unidas lo define como “engañar al público haciéndole creer que una empresa hace más por el medioambiente de lo que realmente hace”. La tentación de alcanzar resultados en sostenibilidad muy rápido puede generar más riesgos para una empresa que beneficios, incluidos riesgos legales.
Las regulaciones también evolucionan. La reciente publicación Carrots and Sticks identifica más de 2.500 instrumentos de política pública que buscan regular la divulgación de sostenibilidad en 133 países, y entre 2020 y 2023 hubo un aumento del 300 por ciento en estos instrumentos. Un marco regulatorio más riguroso implica un campo de juego diferente para la sostenibilidad empresarial.
La combinación de grupos de interés conscientes y regulaciones precisas exige una buena gestión de los impactos ambientales y sociales, y una comunicación precisa para que la sostenibilidad permita captar y retener valor empresarial. Integrar la sostenibilidad en las empresas, independientemente de su tamaño, es la oportunidad de perdurar en el tiempo. Pero no es un destino, es un proceso que requiere compromiso, recursos, rigor y transparencia. Las organizaciones deben convertir la sostenibilidad en una capacidad empresarial.
El camino comienza al tomar conciencia y rápidamente debe avanzar a generar las capacidades internas para hacerlo bien. Se necesita conocimiento técnico asociado a los impactos ambientales y sociales, así como estándares y herramientas. La generación de una estrategia debe ser un proceso liderado desde la alta dirección de la organización y debe acompañarse como cualquier otra capacidad empresarial que se quiera generar de recursos, cronogramas, responsables e hitos. Una sólida estrategia empresarial en sostenibilidad debe nutrirse de las herramientas y los estándares internacionales, pero debe estar ajustada al tamaño, sector, y geografía de la organización.
La sostenibilidad empresarial en el siglo XXI no solo es una responsabilidad, es además una herramienta para innovar y, en última instancia, para elevar la competitividad de las empresas, transformándolas y asegurándose de que serán capaces de perdurar y adaptarse.
Por la justicia climática
El año 2023 no ha sido de buenas noticias para el ambiente y la lucha contra el cambio climático. Científicos de todo el mundo coinciden en que este año se perfila como el más caluroso de las últimas ocho décadas. La Organización Meteorológica Mundial, en su informe ‘Actualización climática mundial anual a decenal’, de mayo de 2023, advirtió que “existe un 66 por ciento de probabilidades de que la temperatura media anual cercana a la superficie, entre 2023 y 2027, supere, en más de 1,5 grados centígrados, los niveles preindustriales durante al menos un año” y que “hay un 98 por ciento de probabilidades de que, al menos uno de los próximos cinco años, y del lustro en su conjunto, sea el más cálido jamás registrado”.
El más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirmó que si bien hay posibilidades viables de cumplir la meta de no superar los 1,5 grados centígrados propuestos en el Acuerdo de París, “el tiempo se está agotando”. Sin embargo, la recomendación de este organismo está lejos de cumplirse. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), desde 2021 las emisiones mundiales de dióxido de carbono han aumentado, después del drástico descenso registrado durante la pandemia. Tan solo ese año, “el aumento de las emisiones mundiales de CO2 fue el mayor de la historia en términos absolutos”.
En este contexto, a finales de noviembre comenzará en Dubái (Emiratos Árabes), la edición 28 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28), en la que muchos de sus participantes insistirán en acelerar la puesta en marcha de los compromisos firmados en París. Al respecto, Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, afirmó que “mientras el mundo se prepara para el primer balance global en la COP28, debemos aumentar nuestra ambición y acción”.
Aunque en esta edición de la COP, al igual que en las anteriores, se hablará sobre la amenaza del cambio climático para la biodiversidad, la necesidad de reducir las emisiones y el aumento de la temperatura mundial, expertos aseguraron que tomará especial relevancia la justicia ambiental. De acuerdo con Aditi Mukherji, una de las investigadoras que firman el informe del IPCC, “la justicia climática es crucial porque quienes menos han contribuido al cambio climático se ven afectados de forma desproporcionada por sus consecuencias”.
Contexto local
Todo parece indicar que esa será la vía que el Gobierno de Gustavo Petro tomará en la COP 28, con énfasis en la financiación de los países más vulnerables para que puedan afrontar el cambio climático. Las propuestas irán desde insistir en la transición energética, abandonar el uso de combustibles fósiles y reformar el sistema financiero para que las potencias y los organismos multilaterales financien las acciones contra el cambio climático, hasta proponer una refinanciación de la deuda externa de los países vulnerables y de renta media para que, según la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, países como Colombia puedan invertir en medidas de transición energética y mitigación del cambio climático.
De acuerdo con información disponible en la página web del Ministerio de Ambiente, durante la COP 28, “Colombia espera asegurar la puesta en marcha del fondo de pérdidas y daños, evitando un proceso largo, gestionando recursos suficientes y adicionales a los de adaptación y mitigación, que respondan a los procesos de rehabilitación, recuperación y reconstrucción, derivados de los impactos ocasionados por el cambio climático”.
Según expertos, los países más vulnerables son las principales víctimas del cambio climático, por eso, como una medida de justicia ambiental los países responsables de las mayores emisiones de gases de efecto invernadero y la banca multilateral deberán aportar los dineros necesarios para que estos países vulnerables puedan afrontar los desastres ambientales.
“Un objetivo estratégico de Colombia en la COP 28 estaría en sumar voluntades de diferentes países para la propuesta de un cambio global en el sistema de financiación, para que los países más vulnerables cumplan sus metas en adaptación al cambio climático. Las emergencias causadas por los desastres climáticos de los últimos años dan cuenta de que los países no están teniendo la capacidad financiera para afrontar esos efectos y generar las acciones de mitigación”, explicó Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible.