Se esperaba que 2023 fuera el año del ajuste, tras dos periodos de alto crecimiento, como los reportados en 2021 y 2022, después de los efectos y las secuelas de la pandemia, que llevó a la economía a terrenos negativos.

El pasado se proyectaba como un año de ‘aterrizaje suave’, en medio de la disminución de la inflación y la caída de las tasas de interés. Sin embargo, la realidad fue otra: una intensa turbulencia, con una desaceleración profunda que llevó a la economía casi a un aterrizaje de emergencia, tocando las puertas de la recesión y registrando un modestísimo crecimiento del producto interno bruto de apenas el 0,6 por ciento. Y el inicio de este año fue más de lo mismo.

Desde el segundo trimestre del año pasado, la economía no logra llegar siquiera al 1 por ciento de crecimiento, lo que algunos han llamado una trampa de estancamiento compleja, que ha afectado sectores productivos clave, como la industria, el comercio, la construcción, algunos servicios e, incluso, minas e hidrocarburos.

Pero además, existe un problema crónico: la inversión privada completó cinco trimestres consecutivos decreciendo. Como dijo en su momento el exministro y rector de la Universidad EIA, José Manuel Restrepo, “haciendo un parangón con el concepto de recesión, estamos ad portas, en el siguiente trimestre, de acumular tres recesiones seguidas de inversión privada”.

Para completar el panorama de la baja dinámica económica, solo hasta diciembre del año pasado, el Banco de la República inició la senda de descenso de las tasas de interés, y la inflación, desde hace dos meses, no muestra signos de ceder y todavía está lejos del rango meta del Emisor.

En medio de este contexto retador y desafiante, se conocieron los resultados financieros de 2023 de las 1.000 empresas más grandes del país, y la gran conclusión fue la capacidad de resiliencia y adaptación de sus operaciones en el peor año de la economía en este siglo, sin contar el de la pandemia.

Los ingresos operacionales llegaron a 1.472 billones de pesos, con un crecimiento del 4,4 por ciento frente a 2022, mientras que la utilidad neta cayó más del 31 por ciento y pasó de 92.289 millones de pesos en 2022 a 63.293 millones en 2023. Las menores utilidades se dan por varias razones, como, por ejemplo, el efecto de la reforma tributaria, que castigó a empresas de sectores como el minero y el petrolero.

El listado del ranking lo encabeza Ecopetrol, la empresa más grande del país, con ingresos por 143 billones de pesos, que representaron una caída de 10,3 por ciento. Le sigue el Grupo EPM, con ingresos por 37,5 billones, 16,5 por ciento más que en 2022. Y el podio lo completa la Organización Terpel, con 32,2 billones y un incremento de 2,2 por ciento. La que más ganó fue Ecopetrol, con 19 billones de pesos, pero sus utilidades cayeron 42,9 por ciento, mientras que Cenit obtuvo utilidades por 4,7 billones, con un crecimiento de 2,7 por ciento, y EPM por 3,5 billones, lo que refleja una disminución de 13,7 por ciento.

Las empresas que más perdieron pertenecen al sector de telecomunicaciones: el listado lo encabeza UNE EPM, con un saldo en rojo de -1,1 billones de pesos; le sigue WOM (Partners Telecom), con -874.902 millones, y Telefónica Movistar, con -689.666 millones. Los ingresos en este sector de las empresas que están en el ranking no crecieron en 2023, y las utilidades tuvieron un registro negativo de 24 por ciento. La que más puestos subió fue Pavimentos Colombia, que pasó del lugar 999 en 2022, al 578 en 2023, mientras que Sanidad Militar fue la que más cayó, pues de la ubicación 217 quedó en la posición 918. Entre las primeras del ranking, el salto más significativo lo dio Avianca, que del lugar 16 pasó al quinto puesto.

Por sectores, en las 1.000 empresas más grandes, el de mayor tamaño fue comercio, con ingresos por 340,1 billones de pesos, un incremento de 6,9 por ciento; seguido de industria, con 256,9 billones, pero en este caso reportó una caída de 0,2 por ciento. Luego estuvo servicios, con 243,5 billones y un crecimiento de casi 17 por ciento. Los que más cayeron en sus ingresos fueron minería, con -21,1 por ciento, y petróleo y gas, con -6,7 por ciento.

El entorno

La turbulencia fue muy fuerte en 2023 y continuó en los primeros meses de este año. Por una parte, la industria manufacturera nacional ya completa un año continuo en terreno negativo, profundizando su caída con un -4,7 por ciento de variación anual en el primer trimestre de 2024, como explica un informe de Corficolombiana. La producción real de la industria, en el primer trimestre del año, se contrajo en 30 de las 33 ramas que la componen.

Por otro lado, el año anterior, el consumo interno alcanzó crecimientos de tan solo 1 por ciento anual, que contrastan con la variación del 8,9 por ciento registrada en 2022, como advierte Anif. Las tasas de interés y el incremento de los precios de productos y servicios hicieron que el bolsillo de los consumidores se estrechara y llegara la hora de apretar el cinturón. Para Fenalco, gremio de los comerciantes, el panorama inquieta y el mejor ejemplo fue el reciente mes de mayo. A pesar de celebrar el Día de la Madre, la segunda fecha comercial más importante en el país, los resultados del comercio son dramáticos: completó 17 meses con saldo en rojo en sus ventas, de acuerdo con la encuesta empresarial registrada en la Bitácora Económica de este gremio. Para el 81 por ciento de los empresarios consultados, sus ventas fueron inferiores o iguales a las de hace un año; solo para un 19 por ciento estuvieron mejor. Espera un repunte en el segundo semestre, que, tradicionalmente, es mejor que el primero.

Sin duda, la mayor preocupación en los indicadores y en la profunda desaceleración de la economía es el componente de inversión, que ha sido el más afectado.

La Formación Bruta de Capital Fijo registró una caída de 9,5 por ciento en 2023, dinámica que se extendió durante el primer trimestre de 2024.

Según un análisis de Anif, mientras el consumo interno se mantuvo con leves variaciones positivas del 0,4 por ciento, la Formación Bruta de Capital Fijo continuó registrando contracciones del orden del 6,5 por ciento anual. Esta es una cifra muy preocupante porque la inversión de hoy es el crecimiento de mañana, que se reflejará en más empleos y productividad.

A su vez, en materia energética, el país enfrenta una situación desafiante. Por una parte, el Gobierno mantiene su estrategia de avanzar en un proceso de transición, pero sin nuevos contratos de exploración de hidrocarburos, en medio de una caída, por segundo año consecutivo, en las reservas de petróleo y gas que amenazan la autosuficiencia energética. De hecho, para 2025 Ecopetrol advirtió que habrá un déficit en gas que obligará a su importación, y el Gobierno insiste en traerlo de Venezuela, a pesar de las dificultades en la infraestructura y de las sanciones de Estados Unidos sobre ese país que dificultarían las operaciones.

Por otra parte, el fenómeno de El Niño dejó cicatrices. Por un lado, evidenció los riesgos en el sector eléctrico, que estuvo a punto de irse a un apagón. El retraso no solo en los proyectos de energías renovables sino en las líneas de transmisión tiene en jaque al suministro de energía para el centro del país, afectando industrias y viviendas que no tienen garantizado el servicio. De otro lado, afectó en Bogotá el suministro de agua, que condujo a un racionamiento, lo cual le representará a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) menos ingresos por unos 130.000 millones de pesos.

La otra cara de la moneda es el sector agropecuario. Para 2023, su PIB cambió la tendencia. Tras una contracción de 0,8 por ciento en 2022, el año pasado registró un aumento de 1,4 por ciento y para 2024 algunos analistas proyectan un incremento del doble del año anterior, bordeando el 3 por ciento.

En el primer trimestre de año, incluso tras soportar un intenso fenómeno de El Niño, este sector creció 6,3 por ciento, el mayor entre las 12 ramas de la actividad económica.

Los factores

Una combinación de factores impulsó la desaceleración y el ambiente de los negocios en el país.

Además de las tasas de interés, la volatilidad del dólar, los costos en algunos insumos y la presión de la inflación, otros elementos golpean el impulso de los inversionistas, clave en este momento para el crecimiento, como el aumento de la tarifa del impuesto de renta corporativa que le resta competitividad al sector empresarial. Pero también la mayor percepción de incertidumbre en el país, enmarcada por las diferentes reformas, los cambios regulatorios y los anuncios, por ejemplo, de una constituyente que podría abrir la puerta a cambios más profundos en el modelo económico y transformar el escenario jurídico. Se suma una nueva reforma tributaria en momentos en que el recaudo cae frente a lo esperado por el Gobierno y está amenazado el cumplimiento de la regla fiscal, hecho que podría llevar no solo al aumento del riesgo país, sino también a una reducción en la calificación.

Otro factor de inquietud es el preocupante deterioro de la seguridad física en distintas regiones, con el aumento de la extorsión a los empresarios. Como indica Santiago Piedrahita, presidente del Grupo Bios, esta situación “es muy preocupante y, junto con la falta de confianza, inhibe totalmente los temas de inversión”.

El exministro Restrepo citó un reciente informe del Fondo Monetario Internacional en el que señala que el bajo crecimiento de la inversión está representado en una tercera parte en las altas tasas de interés, pero las otras dos terceras partes de esta situación se explican por la incertidumbre política y los mensajes que genera el Gobierno.

Y esta incertidumbre tiene otros efectos: Joaquín Losada, presidente de Fanalca, advierte que algunos de sus colegas de otras empresas avanzarán en sus planes de inversión, pero fuera de Colombia. Dice que la secuela de no estar invirtiendo hoy se verá en uno o dos años, y tendrá un impacto en el crecimiento.

El anuncio por parte del Gobierno de una constituyente también genera ruido. Como señaló en una reciente entrevista a SEMANA el expresidente Iván Duque, “con los bajos niveles de inversión y las dificultades que manifiestan tantos sectores, esto sencillamente va a paralizar la economía hasta que se surta todo el proceso”.

El ajuste

Las empresas han tenido que ajustar sus estrategias frente a la complejidad de la situación. Buscar mayores eficiencias en las plantas y en el mercado para elevar la productividad, no descuidar la innovación como palanca de crecimiento, cuidar el flujo de caja, mantener bajos niveles de endeudamiento, reorganizar la estructura comercial y salir a maletear en escenarios internacionales para capitalizar oportunidades.

Como señala Carolina Espitia, presidenta de Alpina Colombia, cuando las tasas suben, es necesario proteger, en primer lugar, el flujo de caja de la compañía. Eso los obliga a mantener la rentabilidad. “¿Cómo lo hacemos? Sin subir los precios, pero sí haciendo transformaciones y ajustes internos, al igual que optimizaciones en todos nuestros procesos. Estamos trabajando en digitalización para absorber esos mayores gastos y costos, y proteger la rentabilidad sin afectar el bolsillo del consumidor”, asegura.

También es clave el desarrollo de innovaciones para fortalecer no solo el portafolio de las marcas, sino garantizar hacia adelante los nuevos ingresos. Alpina hará este año entre 15 y 18 lanzamientos y explora, con Italcol, el ingreso a la categoría de mascotas. Los lanzamientos de los últimos tres años representan el 13 por ciento de los ingresos y la meta es seguir creciendo en este indicador.

El Grupo Éxito, ahora en manos del Grupo Calleja, tomó una decisión reciente: la unificación de sus marcas alrededor de dos nombres: Éxito y Carulla. Carlos Mario Giraldo, gerente general del grupo, asegura que, aunque la decisión no fue fácil, en este momento “menos es más”. Es la estrategia para posicionarse entre los consumidores en un mercado cada vez más competido y la meta de este año es llevar aproximadamente unas 40 tiendas de las marcas Surtimax, Superinter y Surtimayorista a ser Éxito y Carulla.

”Creo que invertir hoy es importante y no solamente es el capex de la compañía, sino también la decisión del Grupo Calleja de creer en Colombia, a pesar de reconocer los momentos difíciles que vivía la economía nacional. Ellos saben que esas dificultades no van a durar para siempre, las tasas de interés van a volver a bajar, el crédito se va a volver a expandir, el consumidor va a retomar la confianza y uno tiene que estar en la vanguardia de la ola cuando eso suceda”, puntualiza Giraldo.

Losada, de Fanalca, reconoce que no veían 2023 con tanto pesimismo. Como su planeación es de largo plazo, cuando llegó la caída, al final se reflejó con lo que está pasando en gran parte de la industria: inventarios altos. “Y la tasa de interés tampoco ayuda mucho. No fue un buen año”, confiesa.

Para este año, Losada considera que, aunque va un poco mejor, no va a cambiar mucho la historia del año pasado, pero, dice, están mejor preparados, acomodándose a los mercados, buscando eficiencias y comprando mejor.

Por su parte, Frisby ha priorizado el mercado local antes de iniciar su conquista en otros países, como lo había anunciado en octubre de 2023. “Hemos considerado que en este momento el país nos necesita, que la economía no puede parar y que hay que dinamizarla para ofrecer más puestos de trabajo y desarrollo”, dice Liliana Restrepo, cofundadora y presidenta de Frisby. La cadena abrirá 35 restaurantes entre 2024 y 2025.

De cara a lo que viene, la gran expectativa está en materia de reactivación, tras la reunión de los ministros de Hacienda, Comercio, Minas y Transporte, y el director de Planeación Nacional, con los gremios de la producción, para destrabar proyectos y avanzar en una agenda conjunta en siete sectores específicos: industria, turismo, energía, conectividad digital, vías, agro y vivienda.

Para Alejandro Castañeda, director ejecutivo de Andeg y vicepresidente de Aliadas, se trató de un espacio franco y abierto en el cual el Gobierno presentó un plan relacionado con esos siete sectores. “También se planteó la preocupación sobre la inversión, cómo reactivarla, y si no hay claridad y líneas sobre las que se tengan certezas, no se darán. Se trata de destrabar proyectos para lograr un crecimiento sostenido en el corto plazo y avanzar en la generación de empleo”.

Alexander López, director del DNP, señaló que la estrategia va ligada a la ejecución, para que los recursos “que tenemos se inviertan y se inviertan bien, pues finalmente allí va a haber una reactivación económica. Pero si esos recursos se quedan en Hacienda Nacional, pues finalmente el país se va a contraer y la reactivación económica se va a perder”.

Con esta estrategia, el Gobierno busca llegar este año a un crecimiento del 1,7 por ciento, y para los dos años siguientes, en cada uno, alcanzar el 3 por ciento.

Sin embargo, la preocupación persiste entre los empresarios. Por un lado, por la discusión de la constituyente que distrae el propósito de reactivación, no están claros los alcances que pueda tener y la posibilidad de que se convierta en una caja de Pandora. Por otro, el anuncio de una nueva reforma tributaria, que todavía no se ha presentado.

A eso se suma la ausencia de una estrategia clara, de montos que impacten la economía y de recursos, como regalías por 16 billones de pesos, que requiere el concurso de las autoridades locales y regionales, o de transporte, con proyectos por 13 billones, pero que en su mayoría son vigencias futuras.

Frente a la situación de incertidumbre que vive el país, Natasha Avendaño, gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, dice que más allá del pesimismo, “también hay un sentimiento de optimismo. La economía nacional ha demostrado ser resiliente, al igual que el sector privado y la industria colombiana. Debemos enfocarnos en garantizar que esa resiliencia no se agote”.

Una mirada realista de lo que pasó en el último año y medio con el sector empresarial y de lo que podría venir en el futuro.