Con un crecimiento de más del 7 por ciento, Colombia se convirtió en 2022 en una de las estrellas del planeta por su dinámica económica. Dentro de los miembros de la Ocde, tuvo el segundo mejor registro y lideró en la región frente a países similares.
Si bien el consumo fue uno de los motores de la vigorosa actividad económica, la respuesta del sector empresarial para capitalizar esa demanda fue sorprendente, a tal punto que, así como la economía, también alcanzó cifras históricas en sus ingresos y en sus utilidades.
De acuerdo con el análisis de las 1000 Empresas más grandes del país, de SEMANA, sus ingresos en 2022 sumaron 1.367 billones de pesos, 37 por ciento más que el año 2021, cuando registraron 999 billones. Las utilidades netas fueron de casi 140 billones de pesos, 52 por ciento más que el año inmediatamente anterior.
Por sectores, el comercio lideró los ingresos con cerca de 320 billones de pesos, 30 por ciento más que en 2021; sin embargo, sus utilidades netas tuvieron una variación negativa al llegar a 5,6 billones el año pasado, frente a los 6,7 billones de 2021. El aumento en los costos operativos, de productos y laborales pasó cuenta de cobro.
La industria a su vez tuvo ventas por 265,4 billones de pesos, también un crecimiento del 30 por ciento, y un incremento en sus utilidades del 18 por ciento, al llegar a 15,2 billones.
En 2022, el sector de petróleo y gas registró ingresos por 255 billones de pesos, 64 por ciento más que en 2021 y más de la mitad provenientes de Ecopetrol. Pero fueron las empresas de minería las que tuvieron el salto más alto, con una variación de 104 por ciento, al llegar a ventas por 68 billones de pesos. La tensión originada por la guerra entre Rusia y Ucrania disparó los precios de los commodities y catapultó los ingresos de las compañías de estos sectores.
De hecho, la utilidad neta del sector minero fue de 16,7 billones de pesos, 200 por ciento más de la registrada en 2021, mientras que la del sector petrolero se incrementó 75 por ciento y llegó a 57,5 billones.
Estas cifras reflejan el poder de dos sectores que hoy están en el ojo del huracán por cuenta de la transición energética y ratifican que, si bien es necesario avanzar en este proceso, la velocidad con que se adelante será fundamental para no destruir valor ni poner las finanzas del país en jaque y mucho menos dar un salto al vacío.
Además de comercio, tuvieron variación negativa en las utilidades los sectores de salud –que cayó 8 por ciento frente a 2021 y quedó en negro en 318.000 millones de pesos–, tecnología y telecomunicaciones que se contrajo 3 por ciento, con 2,2 billones de pesos, y transporte, que bajó 69 por ciento y tuvo pérdidas por 723.000 millones de pesos.
Sin embargo, esta enérgica actividad empresarial del año pasado se dio en medio de un escenario muy complejo: una inflación en ascenso, un dólar volátil y las tasas de interés disparadas.
Ahora, la complejidad está en aumento. La economía, no solo la colombiana, sino la global, está entrando en un periodo de desaceleración. Colombia pasará de crecer más de 7 por ciento en 2022 a entre 1 y 1,5 por ciento, de acuerdo con los cálculos de los analistas este año, aunque vale aclarar que las recientes proyecciones han llevado al alza los estimativos.
De hecho, como advirtió Leonardo Villar, gerente del Banco de la República, para este año se ve una desaceleración, pero se espera un crecimiento positivo y con niveles de actividad económica relativamente altos. “Incluso si el PIB aumenta solo en 1 por ciento este año, como lo pronostica el equipo técnico del Banco, el nivel del PIB en 2023 va a ser mayor de lo que hubiera sido si desde 2019 hubiéramos seguido creciendo a ritmos similares a los que traíamos en el periodo previo a la pandemia”, explicó en entrevista con SEMANA.
Este año, el panorama será muy retador: aunque la inflación ya tocó techo y empezó a caer, todavía se mantiene lejos del rango meta del Banco de la República, las tasas están en su nivel más alto y el dólar, aunque ha dado una tregua, puede reaccionar a cualquier anuncio y decisión del Gobierno, como pasó el año pasado con la negativa a los nuevos contratos de exploración de petróleo y gas.
Pero no son los únicos temas que preocupan al sector empresarial. Por una parte, la atención está puesta en el impacto, la intensidad y la duración que tenga el fenómeno de El Niño anunciado para el último trimestre de este año. Los efectos pueden venir sobre dos sectores estratégicos: los alimentos, con una temporada seca que afectaría las cosechas, y energía, que hará que en la generación tengan un papel más protagónico las térmicas, cuyo costo es mayor y presionaría al alza las tarifas. Los cálculos establecen que la inflación podría subir entre 1 y 2 puntos porcentuales por este fenómeno climático.
Por otra parte, está la incertidumbre política, en especial, con el segundo tiempo de las polémicas reformas que ha presentado el Gobierno al Congreso y que tuvieron un accidentado final en la pasada legislatura. Siguen en su trámite la de la salud y la pensional, que lograron superar los primeros debates y se mantienen con vida en la agenda legislativa, mientras que la laboral se hundió. Las advertencias de la posibilidad de perder 450.000 empleos en tres años encendieron las alarmas de una reforma que, como se planteó, no incentiva la creación de nuevos puestos de trabajo ni busca reducir la informalidad.
De hecho, el azaroso trámite de las reformas en el Congreso, la ruptura de la coalición y los escándalos de audios, polígrafos y denuncias que llevaron a la salida de dos de los más importantes alfiles del presidente Gustavo Petro y que también tiene en medio de la tormenta a su hijo Nicolás y a su hermano Juan Fernando han mandado nuevos mensajes a los mercados. Barclays consideró en su momento que “la capacidad de Petro para aprobar reformas ha disminuido con la erosión de su capital político a lo largo del tiempo. El mercado repuntó debido al escándalo de las escuchas telefónicas, ya que fue percibido como una clara indicación y una aceleración de su debilitamiento político”, aseguró la firma en un informe.
Mientras tanto, Bank of America considera que las reformas estructurales se diluyen sustancialmente. “Esto debería traer alivio a los mercados una vez que los inversionistas sean plenamente conscientes de los cambios”.
A este panorama se suma una de las más importantes preocupaciones del sector empresarial: la seguridad, no solo jurídica sino del territorio. Perder el control en distintas zonas del país podría amenazar el desarrollo de sectores clave para el Gobierno en la sustitución de los ingresos de los combustibles fósiles, como el agro y el turismo, y generar zozobra en la actividad productiva. El deterioro en la seguridad ya se siente y las inquietudes aumentan.
En 2022 terminó un ciclo muy valioso para la economía del país, que demostró su resiliencia y capacidad de recuperación. Ahora, se enfrenta a nuevos desafíos que la pondrán otra vez a prueba.
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