Aunque el país no estuvo ajeno al espionaje nazi durante la guerra, el hecho más relevante sucedió después del conflicto, cuando el gobierno le ofreció en 1959 toda su hospitalidad al criminal de guerra Josef Mengele, que recibió la ciudadanía paraguaya sin necesidad de cambiar su nombre, aunque solo permaneció allí por un año. De esta forma, Paraguay y Mengele se volvieron palabras inseparables.
El médico que inyectaba gasolina a los judíos
Hoy la población de Paraguay es equivalente a la de Bogotá. Pero en la Segunda Guerra Mundial era de un millón de habitantes. El virus del nazismo en esa época floreció entre la colonia alemana y en sectores del ejército. Esa colonia tenía una presencia comercial importante en Asunción y al mismo tiempo en las zonas agrícolas. Ningún otro grupo de inmigrantes tenía una presencia tan marcada en el país.
Algunos paraguayos de origen alemán se dedicaron a difundir la propaganda nazi y otros participaron en actividades de espionaje, pero no en la escala de países como Argentina. De hecho las redes de espionaje de los nazis en Argentina manejaban las operaciones en Paraguay.
El presidente Higinio Morínigo, considerado por los historiadores como admirador de los nazis, permitió el funcionamiento del espionaje alemán pero al mismo tiempo rompió relaciones con el Eje en 1942 tras el ataque a Pearl Harbor. Los cadetes de la policía portaban esvásticas y el jefe de la policía nacional bautizó a su hijo Adolfo Hirohito. En la presidencia de Morínigo, los Estados Unidos presionaron a través de la ayuda militar y económica para que el gobierno tomara medidas adicionales contra el Eje, pero la administración logró evadir muchas de esas presiones. Mientras el Eje iba ganando la guerra, el gobierno de Asunción mantenía a raya a los Estados Unidos. Cuando los aliados empezaron a ganar, Morínigo cambió de bando. Había demanda en el exterior por carne, cueros y algodón paraguayos, por lo que el país recibió divisas suficientes.
No obstante, nada de lo que sucedió en la nación tan poco poblada durante la guerra, se compara con la hospitalidad que el Paraguay concedió desde 1959 al criminal de guerra Josef Mengele, que ese año recibió bajo su nombre real la ciudadanía paraguaya. Así como Bolivia y Klaus Barbie quedaron indisolublemente unidos en la memoria colectiva, Paraguay y Mengele seguirán siendo inseparables, pese a que Mengele solamente vivió un año en el país.
Mengele contrajo segundas nupcias con su cuñada en Uruguay y pasó luna de miel en Bariloche. Cuando el sobreviviente del holocausto Hermann Langbein logró que un magistrado alemán emitiera una orden de captura contra Mengele, el médico alemán pidió ciudadanía paraguaya.
Fueron las pesquisas de un sobreviviente de Auschwitz, el judío austríaco Hermann Langbein, lo que llevó a Mengele a huir de Argentina, donde vivía tranquilamente con su segunda esposa, la viuda de su hermano. Langbein rastreaba el paradero de Mengele y en 1954 se enteró de la publicación del edicto sobre su divorcio. Su primera esposa, Irene, no quiso acompañarlo a Argentina después de la guerra y se casó con un vendedor de zapatos de Friburgo. Mengele contrajo segundas nupcias con su cuñada Martha en Nueva Helvecia, Uruguay en 1958 y pasó la luna de miel en Bariloche, Argentina. En 1959 el sobreviviente Langbein logró que un magistrado alemán emitiera una orden de captura contra Mengele y que la cancillería transmitiera a Argentina la correspondiente solicitud de extradición. Por eso Mengele pidió ayuda a sus amigos y favorecedores del Cono Sur, que le tramitaron la ciudadanía paraguaya.
Durante el año en que Mengele vivió en Paraguay se presentó un día en una relojería del centro de Asunción. Habló en inglés con una empleada, que llamó a la dueña para que lo atendiera. Sonia Tauber tuvo inmediatamente la sensación de que conocía al cliente. Cuando Tauber extendió el brazo izquierdo para mostrarle un reloj, quedó a la vista el tatuaje que le habían hecho en Auschwitz: 29458. Mengele, que vivió en Asunción y en la lejana localidad agrícola de Hohenau, se turbó, dijo que se le había quedado la billetera en el carro y salió raudo del negocio.
Mengele fue el médico de Auschwitz. La orden de arresto dictada en 1981 por un tribunal de Frankfurt señala que Mengele entre mayo de 1943 y enero de 1945 asesinó, deportó y encarceló a prisioneros del campo de concentración por razón de su raza, “a veces de manera sádica y bestial, motivado por el placer de matar y por arrogancia hacia judíos, polacos, gitanos y otros grupos que él consideraba inferiores”.
Mengele, sostuvo el tribunal, cooperó, como médico del campo, en la “exterminación masiva de judíos” y específicamente durante la llegada de los transportes a Auschwitz, él y otros oficiales de la SS seleccionaban en la plataforma ferroviaria a los niños, a los ancianos y a personas seniles, a los que estaban enfermos, a los incapacitados y débiles, y a las mujeres visiblemente embarazadas como personas incapaces de trabajar “destinándolos a una muerte muy dolorosa por asfixia por medio de gases de ácido cianhídrico en las cámaras de gas del campo de concentración”.
En 1943 durante la llegada de un tren, golpeó a un judío de mayor edad que ya había sido seleccionado para la cámara de gas que quería acercarse a su hijo que estaba en el grupo de los que sí podían trabajar. El golpe fue tan violento que la piel de la cabeza se abrió y el hombre cayó muerto.
El 20 de julio de 1943 tras la llegada de un tren de París, 369 hombres quedaron clasificados como idóneos para el trabajo y un total de 440 fueron seleccionados para la cámara de gas. El 20 de diciembre de 1943 un tren de Francia trajo a 112 mujeres y 233 hombres seleccionados para vivir y 504 que pasaron a las cámaras de gas. La lista completa ocupa varias páginas. A veces en un día entraban 1.000 o 1.500 personas a las cámaras de gas tan pronto descendían de los vagones. En 1944, Mengele les disparó en la plataforma a una madre que no quería separarse de su hija de unos 13 años, y a la niña también. La furia que le produjo la rebeldía de la madre llevó a Mengele a ordenar que fueran llevados a la cámara de gas también los deportados que ese día habían sido escogidos como aptos para el trabajo. El 3 de agosto de 1944 unos 300 niños fueron quemados vivos en el crematorio por orden de Mengele.
La orden de arresto indica también que en numerosas ocasiones Mengele personalmente asesinó prisioneros “inyectándoles fenol, gasolina, el somnífero Evipan, cloroformo y otras sustancias en el torrente circulatorio”.
El 25 de mayo de 1943, ordenó la muerte en cámara de gas de 507 gitanos y 528 gitanas que se sospechaba tenían fiebre tifoidea. En el otoño de 1943 ordenó matar a veinte mujeres demacradas que cada bloque de la sección femenina del campo debía presentarle. Entre diciembre de 1943 y enero de 1944 ordenó la muerte de 7.000 mujeres del campo de concentración de Birkenau. En mayo o junio de 1943 le inyectó fenol a una mujer polaca que acababa de dar a luz y la cual se negó a que Mengele matara a su bebé. Hacia octubre de 1944, mató con un objeto que llevaba en la mano a un niño de 12 a 14 años que lloraba durante la llamada a lista matutina. Con sus botas pateó en el abdomen a mujeres embarazadas obligadas a acostarse en el piso hasta hacerlas abortar. También ordenó matar a prisioneros judíos que se negaban a escribir a sus familiares que estaban en un campo donde eran bien tratados.
Entre diciembre de 1943 y enero de 1944 Mengele ordenó la muerte de 7.000 mujeres del campo de concentración de Birkenau.
Mengele manifestaba su desprecio por los judíos realizando selecciones macabras en días religiosos. El día del año nuevo judío en 1944 destinó a la cámara de gas a 328 niños. El día de Yom Kippur en 1944 colocó una barra en una portería de fútbol a una altura aproximada de 1.45 a 1.50 metros. Envió a la cámara de gas a unos 1.000 niños que no llegaban a esa estatura.
Mengele también fue acusado por los experimentos seudocientíficos con mellizos y enanos. A otros prisioneros se les sometió a experimentos con corrientes eléctricas. La castración y esterilización de centenares de adultos fue otra acusación.
Las acusaciones se formularon con fundamento en los testimonios de decenas de sobrevivientes.
En la hoja de vida de Mengele como médico del campo reposa esta evaluación de agosto de 1944: “Personalidad sencilla, honesta y estable. Es confiable, vertical y recto. Como médico del campo en el campo de concentración de Auschwitz ha utilizado su conocimiento para tratar graves epidemias. Con prudencia, perseverancia y energía ha ejecutado todas las tareas a completa satisfacción de sus superiores. Además como antropólogo con gran celo y usando su escaso tiempo libre ha seguido estudiando utilizando el material científico disponible debido a su posición oficial, habiendo efectuado valiosas contribuciones a la ciencia antropológica. Por lo tanto su rendimiento puede considerarse sobresaliente. En su actitud hacia sus superiores ha mostrado la conducta impecable de un oficial de las SS. Por su personalidad es favorito de sus camaradas. Hacia sus subordinados sabe cómo comportarse con absoluta justicia y la severidad requerida, pero al mismo tiempo es muy popular y respetado. Su desempeño profesional y su actitud muestran absoluta firmeza y madurez en su perspectiva del mundo. Profesa la religión católica”.
En 1985 la cazadora de nazis Beate Klarsfeld protestó frente al palacio presidencial en Asunción y pidió al dictador Alfredo Stroessner, que estuvo en el poder de 1954 a 1989, la entrega de Mengele. Casi nadie sabía que desde 1960 el criminal nazi se había radicado en Brasil, donde vivió escondido en varias granjas, gracias al dinero que le enviaban de Alemania. Su familia tenía desde antes de la guerra una próspera fábrica de maquinaria agrícola cerca de Múnich.
Tampoco se sabía que en 1985 Mengele ya había fallecido. En 1979 mientras se bañaba en una playa brasileña murió de un derrame y fue enterrado con nombre falso. Los restos exhumados en 1985 confirmaron que el monstruo de Auschwitz en efecto había muerto, aunque no por ninguno de los métodos atroces que él utilizó contra sus víctimas.
Rolf Mengele, cambió su apellido a Jenckel. El hijo del médico de la muerte, lo visitó en Brasil en 1977. Lloroso y emocionado lo recibió el padre. Días después el hijo le preguntó por Auschwitz: “Él explotó. ¿Cómo puede imaginar que yo hice estas cosas, no ve que son mentiras o propaganda?”. Cuando Rolf le mencionó la selección que se hacía en las plataformas ferroviarias, Mengele padre lo reconoció y contestó: “No puedo ayudar a centenares de miles si existe una organización terrible. Ayudé a muchos de ellos. Ayudé a unos pocos”. Rolf Mengele le dijo que no entendía cómo no se había marchado de Auschwitz.
En una entrevista en 1986, Rolf Jenckel, hoy abogado en Múnich, Alemania, relata que en ningún momento su padre demostró culpa o remordimiento: “No admitió que hizo nada mal. Sólo que estaba cumpliendo órdenes”.