El 2023 se podría considerar como la crónica de una desaceleración anunciada.
Economistas, autoridades y empresarios tenían claro que el país no debía seguir creciendo al ritmo pospandemia y que era necesario evitar un recalentamiento. En otras palabras, todos estaban avisados.
Sin embargo, el año comenzó sorprendiendo a la mayoría, ya que la economía creció 3 por ciento entre enero y marzo, un dato notablemente menor a los registros por encima del 7 por ciento de 2021 y en 2022, pero por encima del 1 por ciento que algunos vaticinaban. Además, el dólar comenzó a descender después de registrar su cotización máxima, cuando superó los 5.000 pesos, la inflación alcanzó su punto más alto del presente siglo en marzo y el mercado laboral comenzó a recuperarse con una disminución del desempleo y un aumento en la ocupación.
El optimismo de los tres primeros meses de 2023 se sintió en los negocios y en la actividad empresarial, que desde el arranque del año ha estado a la expectativa de los resultados de las reformas sociales del Gobierno (laboral, pensional y a la salud). Pero en el segundo trimestre llegó el golpe de realidad, cuando la economía solo avanzó 0,3 por ciento anual y algunos expertos, como los de la OECD, hablaron de una recesión, pues el crecimiento cayó 1 por ciento entre el primero y el segundo trimestre del año.
Prácticamente, la actividad económica se quedó estancada en el segundo trimestre, con todo y que la inflación, la tasa de cambio y el empleo siguieron mejorando. Los indicadores que se conocen de julio muestran además que la tendencia ha empeorado. Las exportaciones registran una caída de 30,8 por ciento; las ventas del comercio minorista se redujeron 8,2 por ciento; la producción industrial, 7,2 por ciento y el Índice de Seguimiento a la Economía (ISE), que sirve como predictor del PIB, avanzó 1,8 por ciento frente a julio del año pasado, pero retrocedió 0,69 por ciento frente a junio.
Es un panorama que ratifica que este año la capacidad productiva del país no aumentará más de 2 por ciento, un pronóstico que también está aupado por unas tasas de interés históricamente altas y necesarias para combatir la inflación, pero también en medio de una incertidumbre política, que ha puesto en pausa muchos negocios.
Desafíos y balances
Este panorama vuelve aún más retadora la actividad empresarial en Colombia, la cual, tradicionalmente, ha operado en medio de obstáculos, buscando oportunidades donde otros ven problemas o ajustando sus negocios a las nuevas circunstancias, mientras mantienen su capacidad para generar empleo y utilidades.
Así se evidencia en el ranking anual de Dinero de las 5.000 empresas más grandes de Colombia, las cuales terminaron un 2022 de muy buenos resultados y en 2023 están sacando su casta para seguir creciendo dentro y fuera del país.
Los resultados agregados muestran que en conjunto sus ingresos crecieron 38 por ciento el año pasado, al alcanzar 1.969 billones de pesos, impulsados especialmente por las firmas de los sectores de hidrocarburos y minería, cuyas ventas crecieron 67,8 y 88,7 por ciento, respectivamente, potenciadas por los mejores precios internacionales del petróleo y del carbón.
El caso contrario estuvo en el sector de telecomunicaciones, cuyas ventas fueron las que registraron el avance más bajo (17,8 por ciento).
Sin embargo, si la facturación estuvo bien, las ganancias de estas 5.000 empresas fueron aún mejores, con 177,8 billones de pesos, 43,5 por ciento más que en 2021. De nuevo la minería es la que registró el mayor aumento en sus beneficios (239,1 por ciento), pero es el sector transporte el único con pérdidas (1,47 billones), que sin bien son casi la mitad de lo que registraban un año atrás, siguen sintiendo el golpe que la pandemia les propinó a las aerolíneas.
Con estos resultados, las mayores empresas del país, que de acuerdo con el ranking de Dinero son las que vendieron más de 45.400 millones de pesos en 2022, se prepararon para un 2023 desafiante y aunque ‘la cosa no ha estado fácil’, muchos están mostrando su capacidad de resiliencia y su olfato para los negocios.
Es el caso de Cementos Argos, la mayor cementera del país, que recientemente firmó un acuerdo con la estadounidense Summit Materials, en el cual combinarán sus operaciones en ese mercado para crear una plataforma en la industria de materiales de construcción. La firma colombiana tendrá el 31 por ciento de la compañía integrada, que tendrá ventas anuales por 4.000 millones de dólares.
Otra empresa que está descubriendo oportunidades de negocios y las va a capitalizar es Cine Colombia, que está aumentado su apuesta por los alimentos, los cuales superarán este año los ingresos de la taquilla. Con marcas propias, como Cinepolitana, en el caso de pizzas, no solo renovó la oferta en sus salas de cine, sino que incursionará con restaurantes.
El Grupo Bios, la holding más grande del sector agropecuario, que tiene alimentos concentrados para animales y proteína como pollo, huevo y cerdo para humanos, está a la espera del pronunciamiento de la Superindustria para adquirir CI Antillana, una de las compañías más grandes de pescados y mariscos, con lo que fortalecerá su portafolio de proteína.
Entre tanto, Hoteles Estelar, tras ocupaciones históricas el año anterior, se enfrenta a una coyuntura compleja: el cese de operaciones de las dos más importantes aerolíneas de bajo costo –Viva y Ultra– y los más de 500 bloqueos en las vías que ha tenido el país este año. Sin embargo, aún ve espacio para seguir creciendo.
Mujeres y sostenibilidad
Si bien la cantidad de colombianas a cargo de grandes empresas aún es muy pequeña (solo hay 12 entre las firmas que facturan más de un billón de pesos) existe un creciente número de profesionales que están llegando a darles un nuevo toque a los negocios. Prueba de ello, es lo que están haciendo las gerentes de iShop, Lili Pink y Sándwich Qbano, tres grandes compañías que, con liderazgo femenino, siguen invirtiendo y creciendo en este 2023.
A todo esto, se suma una apuesta generalizada del sector empresarial colombiano, que también tiene un sello femenino, y está relacionada con la creciente inversión social, en la cual las compañías indican cuáles son los problemas del país que les gustaría ayudar a resolver. En 2022, para este propósito, las empresas nacionales destinaron 5 billones de pesos y otros 4,1 billones para temas ambientales. Estas cifras equivalen a diez veces la ayuda que recibe Colombia de gobiernos como Estados Unidos.
Lo más probable es que, pese a las dificultades macroeconómicas, estas inversiones sigan aumentando en 2023 y demuestren el valor social de las empresas en Colombia.
Inversión Social Privada
De la pandemia a la protesta
¿Cuál ha sido la evolución de la inversión social privada en Colombia? Jaime Arteaga, director de Jaime Arteaga & Asociados, firma que ha venido siguiendo este proceso en Colombia a través de un índice, analiza la transformación en los últimos cinco años y que para 2022 alcanzó cifras históricas. Un lustro de cambios.
Cuando el profesor alemán Klaus Schwab fundó en 1971 el Foro Económico Mundial, lo hizo en respuesta a un hecho que aún ha marcado el desarrollo del planeta: la guerra fría dividía al mundo (y la de Vietnam a Estados Unidos), y se estaba ad-portas de una crisis petrolera.
Se encubaba la “teoría del grupo de interés” en el que se le diría, por primera vez a las empresas, que deberían servir no solo a los accionistas, sino también a sus empleados, proveedores y, especialmente, a la sociedad a la que atienden. Desde entonces, este encuentro que reúne a los líderes corporativos del mundo ha estado en los eventos claves de la historia desplegando la fuerza transformadora del sector privado para ayudar a evitar una guerra entre Grecia y Turquía, conectando mercados liderados por oponentes históricos, promoviendo campañas de vacunación global que han llegado a 700 millones de niños y niñas, y construyendo una plataforma al servicio de líderes ambientales que han puesto al calentamiento global como prioridad para el desarrollo empresarial.
Una de las palancas más importantes de transformación que tienen las empresas es la inversión social privada. Esta no es sinónimo de sostenibilidad, pero sí da indicaciones de la filosofía y valores de una empresa: le comunica a la sociedad cuáles son los grandes problemas que le preocupa y propone resolver para hacer, eso sí, sostenible al mercado al cual sirve. Y como los actores productivos actúan en red, que conversan, las empresas van alineando sus esfuerzos en asuntos de interés común y creando a su vez unas nuevas realidades en torno a propósitos que, en algunos casos, serán de interés local y en otros global. Así las cosas, la inversión social privada es como el agua: no deja de fluir, de seguir un curso que puede cambiar cuando se presentan hechos significativos que marcan a toda la sociedad.
Así mismo, los hechos que han marcado la historia de Colombia en los últimos cinco años, caracterizados por enormes retos, han cambiado el curso de la inversión social privada y con ello la dirección de enormes recursos financieros de desarrollo que, a su vez, llevará en su ruta a todos los grupos de interés del sector privado.
2019: Enfoque en la juventud
En 2019, Colombia se unía a la OECD y mejoraba su imagen internacional, incluida la eliminación del requisito de visa para los colombianos por parte de varios países europeos. Las empresas, conscientes del poder de la juventud en este panorama positivo, centraron sus inversiones sociales en la formación e investigación, solo superadas por la inversión en infraestructura. Sin embargo, hacia finales de año, el Paro Nacional emergió como un catalizador de insatisfacción social, poniendo sobre la mesa temas como la desigualdad y la corrupción.
Distribución de la Inversión Social Privada en el 2019
2020: La pandemia cambia el juego
El primer caso de covid-19 confirmado el 6 de marzo de 2020 en Colombia trajo consigo una serie de cambios y desafíos, afectando a sectores como el turismo, la aviación y la hospitalidad. Las empresas no solo se enfrentaron a la interrupción de sus operaciones normales, sino que también tuvieron que repensar su papel social. Según el Índice de Inversión Social Privada, la inversión social de las empresas aumentó, superando el 3 por ciento del valor del Ebitda en promedio, con un 86 por ciento de las empresas redirigiendo sus inversiones sociales debido a la pandemia.
Distribución de la Inversión Social Privada en el 2020
2021: Año de recuperación y reajuste
El año 2021 marcó un punto de inflexión para Colombia. Aunque la campaña de vacunación covid-19 ofreció una chispa de esperanza, el país se encontró con nuevos desafíos exacerbados por las protestas sociales y el paro nacional, causado en parte por un controvertido proyecto de reforma tributaria. Sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania y el consecuente aumento en los precios del petróleo y el carbón dieron un respiro inesperado a la economía colombiana. Las empresas respondieron con un cambio en la dirección de su inversión social, ahora enfocada en el desarrollo económico, infraestructura y desarrollo rural.
Distribución de la Inversión Social Privada en el 2021-2022
2022: Inversión social y ambiental a niveles récord
Para 2022, las empresas que reportaron al Índice de Inversión Social Privada (IISP) que registraron inversiones de alrededor de 5 billones de pesos en temas sociales y 4,1 billones en asuntos ambientales. Esta cifra es asombrosa, equivalente a diez veces la ayuda para el desarrollo que Colombia recibe del gobierno de Estados Unidos.
Aún más significativo es el valor que tiene la inversión social privada para regiones que han sido históricamente abandonadas por el Estado: las regiones más afectadas por la violencia (PDET) reciben de las empresas que reportan en el IISP cerca de medio billón de pesos de inversiones sociales al año: es por esto que resulta fácil para las personas confundir el rol de la empresa y del Estado en algunos territorios.
Es una muestra del poder que tiene el sector privado en Colombia para ser un agente de cambio, en consonancia con las visiones globales establecidas hace casi 50 años por Klaus Schwab.
Como se mencionó, la inversión social privada es como el agua; sigue fluyendo, adaptándose a las circunstancias. Con el transcurso de los años y los retos que han ido apareciendo, el sector empresarial colombiano ha demostrado una notable capacidad para redirigir sus esfuerzos y contribuir de manera significativa al bienestar de la sociedad y del medio ambiente. Desde el foco en la juventud hasta el realineamiento hacia la recuperación económica y el desarrollo rural, la inversión social privada en Colombia ofrece una cátedra de adaptabilidad y compromiso en un mundo en constante cambio.
En un universo empresarial globalizado, Colombia se erige como un modelo a seguir en la inversión social privada, estableciendo un estándar que otros países podrían aspirar a alcanzar.
Este especial de las 5.000 empresas más grandes del país se hace basado en la información financiera presentada por las compañías ante la Supersociedades, las Cámaras de Comercio de 25 ciudades, la Contaduría General la Nación y con reportes directos que enviaron las firmas a Dinero.
Las empresas son clasificadas por sus ingresos operacionales de 2022, los cuales, bajo los parámetros de las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF), se calculan con la sumatoria de los ingresos de actividades ordinarias, más la cuenta que se denomina otros ingresos y la cuenta llamada participación en las ganancias de las subsidiarias asociadas y negocios conjuntos, consideradas como parte de su operación principal.
Los ingresos operacionales son la única variable para clasificar en el ranking. Este año entraron compañías que vendieron más de 45.400 millones de pesos en 2022. Posteriormente, las empresas se agrupan en diez macrosectores: agropecuario, comercio, construcción, hidrocarburos y servicios petroleros, industria, medios, minería, servicios, telecomunicaciones y tecnologías de la información y transporte, los cuales, a su vez, incluyen 62 subsectores.
Los sectores de servicios y comercio son los que tienen más empresas en este escalafón, mientras que los que se dedican a las actividades de medios de comunicación y minería son los que tienen menos representantes.
Además de los ingresos de cada compañía, se publica la utilidad operacional, la cual corresponde al concepto de ganancia o pérdida por actividades de operación, así como la utilidad neta, que es la ganancia para los accionistas. También está el indicador de utilidad neta sobre patrimonio, el cual se conoce como ROE (return on equity) y que mide el rendimiento del capital. En concreto, sirve para evaluar la rentabilidad obtenida por la compañía sobre sus propios fondos.Todas las cifras están en millones de pesos y las variaciones son medidas anualmente.