Ana Teresa Bernal dice que, pese a tener un título de economista, su verdadera profesión "es ser constructora de paz". Tal vez eso es lo que la hace contar que cuando tenía nueve años se hizo amiga de los niños que dormían a la entrada del edificio donde vivía, los dejó bañarse en su casa, les enseñó a leer, les regaló ropa de sus hermanos y, pese a la furia de su familia y sus vecinos, les abrió la puerta del edificio para que durmieran adentro. Seguramente fue eso lo que la llevó a liderar junto a otras personas el Mandato por la Paz, una monumental movilización que contó con el apoyo de 10 millones de votos contra la guerra y que logró, entre otras cosas, presionar la devolución de un grupo de niños retenidos por el ELN y señalados de colaborar con las AUC, prohibir el ingreso de menores de edad al Ejército durante el gobierno Samper y los diálogos con las Farc en el de Pastrana.Y por eso fue que, tras ser amenazada y tener que salir del país, regresó unos meses después a seguir en la lucha que hoy completa 20 años y que empezó a forjar desde muy joven: del mundo hippie supo que sólo siendo y pensando lindo no se transforma el mundo y, gracias a la influencia de un novio marxista, a los 13 años ingresó al partido maoísta. Luego sintió que desde el extremo izquierdo, y en medio del estudio y el encandilamiento por revoluciones chinas, rusas o cubanas, había mucha teoría y poca práctica. A los 19 años, después de una larga amistad formada por el teatro y la crítica a los radicalismos, se casó con el sociólogo Jaime Álvarez y a los 22 experimentó los últimos reductos 'setenteros de izquierda' en el grupo Firmes, donde se codeó con personalidades como Gabriel García Márquez, Gerardo Molina y Enrique Santos Calderón. En los años 80 participó en el Diálogo Nacional, precedente a la reinserción civil del M-19, y creó el Movimiento por la Vida. En la década siguiente fundó Redepaz, una de las ONG que desde 1993 retomó las banderas de la Iglesia en la organización ininterrumpida de la Semana por la Paz y participó en el comité temático de los diálogos con las Farc, en San Vicente del Caguán. Es una de las dos mujeres llamadas a trabajar desde la Comisión de Reparación y Reconciliación, que aceptó después de muchas reservas, como las que mantienen aún los miembros de más de 100 organizaciones colombianas no gubernamentales, frente al actual proceso de desmovilización. Pero ella, una vez más, prefirió seguir en el intento de ejercer su profesión de constructora de paz.*Periodista
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