Si algo habrá de recordarse del M-19 en la historia de los últimos 15 años del país no sólo será la espectacularidad de sus acciones sino también haber sido el primer grupo armado en firmar un acuerdo de paz con el gobierno y, de paso, el primero que, después de desmovilizarse, se constituyó como partido político y como alternativa frente al bipartidismo tradicional en Colombia. Desde sus inicios el M-19 dejó en claro que nacía como protesta ante el supuesto fraude electoral de las elecciones del 19 de abril de 1970, ganadas por Misael Pastrana, y se unía a la clara inconformidad hacia los partidos tradicionales que por esos años se vivía en el país. Así mismo, la influencia del Partido Comunista en algunas zonas campesinas sobrevivientes de la violencia contribuyó en gran medida para que las guerrillas recién creadas tuvieran el campo abonado para crecer. Más que por su causa, el M-19 se hizo famoso por sus tácticas con una especie de terrorismo urbano desconocida para el país. De hecho, para la segunda mitad de la década del 70, el M-19 se convertiría en una verdadera amenaza para la estabilidad del sistema por el uso de este tipo de terrorismo combinado con cierta dosis de espectacularidad y de propaganda en cada una de sus acometidas. Fueron años de secuestros de líderes políticos y de industriales, farsas de juicios políticos a secuestrados y actos efectistas y sanguinarios. Sin embargo fueron esas acciones, especialmente la toma de la embajada dominicana en 1980, el secuestro de Alvaro Gómez y la toma del Palacio de Justicia, las que le sirvieron para abrir un camino a la negociación política del conflicto. Al principio se llevaron a cabo varias reuniones secretas entre el gobierno y el M-19, pero sólo en enero de 1989 se realizó la primera reunión oficial. Después vendrían varios acuerdos, en los cuales el M-19 aceptaba las condiciones de política de paz del gobierno y reconocía que el diálogo debía llegar a la desmovilización de su cuerpo armado. Por su parte el gobierno aceptaba que se abrieran espacios para discutir los problemas del país y creó las condiciones para su inserción a la política. Fue así como en la Constitución de 1991 se estableció ampliar los cupos del Congreso para grupos guerrilleros que hubieran hecho la paz con el gobierno nacional. No obstante, por razones externas al proceso, el acceso al Congreso fracasó y, sin embargo, la desmovilización se llevó a cabo el 9 de marzo de 1990, dos días antes de las elecciones presidenciales. La entrada a la vida civil del M-19, ahora como la principal fuerza política capaz de hacer tambalear el poder de los partidos tradicionales, demostró a otros grupos guerrilleros que quienes hicieran la paz también podían ganar respeto político. De hecho, el del M-19 fue el primer proceso de paz con una guerrilla ideológica que ahora entraba a la política colombiana. En esos años, y con Antonio Navarro a la cabeza, el M-19 llegó a ser coautor de la Constitución dentro de la Asamblea Nacional Constituyente. No obstante, después de ser recompensado con una masiva votación en las elecciones presidenciales posteriores a su incorporación a la vida democrática y de convertirse en un fenómeno electoral, los errores de este grupo se fueron acumulando a lo largo de los tres años que sucedieron a su desmovilización y la derrota electoral sólo vino a enterrar la única opción viable de construcción de un movimiento alternativo en Colombia. El éxito inicial no sólo terminó desbordando sus reales potencialidades en el plano organizativo y poniendo en evidencia las limitaciones de sus cuadros dirigentes, sino que el movimiento no mantuvo un solo lineamiento ideológico para desarrollar propuestas coherentes, creíbles y con personalidad política propia que les garantizara una estabilidad en la historia.