Nació en Enviagado, Antioquia, muri en Medellin abaleado por la policia en 1993. Comenzo su carrera criminal como ladron de lapidas en Medellín y luego fue desvalijador de carros y contrabandistas de cigarrillos. Construyo el más grande imperio de la droga como jefe del cartel de Medellín, e inicio su guerra contra el Estado que terminaria en su muerte en 1993. Se le imputan los asesinatos de Rodrigo Lara, Luis Carlos Galan y muchos otros, además de innumerables secuestros y amenazas.Tristemente célebre en el mundo, es considerado por muchos como una de las mentes criminales más grandes del siglo XX.

Pablo Escobar no estuviera vinculado a un solo acto de violencia, sangre y muerte, aun así hubiera figurado en los libros de historia. No como un monstruo en los anales de la criminalidad, sino como un monstruo en la historia de los negocios". Así comenzó SEMANA un perfil de Pablo Escobar, escrito a raíz de su entrega a la justicia en junio de 1991 y su ingreso a la cárcel de La Catedral, de la cual se fugaría un año después, dando lugar a uno de los mayores escándalos políticos de los últimos años en Colombia. La frase del perfil no era gratuita. El imperio que montó Escobar alrededor de la exportación de cocaína requería mucho más que la simple decisión de violar la ley. Era todo un andamiaje empresarial: comenzaba con la compra de la hoja de coca en Bolivia y Perú, para llevarla luego a los laboratorios de las selvas colombianas con el fin de procesarla y refinarla. De ahí se pasaba a la exportación, no solo hacia Estados Unidos sino hacia Europa y el Oriente. A todos estos lugares llegaba de forma ilegal, lo que implicaba resolver problemas de transporte, seguros, bodegaje, distribución y mercadeo. La llegada del producto al mercado no era sino la mitad del proceso porque después, con los bolsillos llenos de dólares, se iniciaba otra etapa no menos compleja: la de regresar una parte de los recursos como capital de trabajo para mantener el negocio y reinvertir el resto en los mercados financieros internacionales. En un negocio de más de 100.000 millones de dólares al año esto requería una operación de lavado de divisas que de por sí des velaría a cualquier banquero internacional. Es más, haciendo abstracción del elemento de ilegalidad, la hazaña empresarial de Escobar con la cocaína llegó a ser comparada con la de John D. Rockefeller en el petróleo. Cada uno descubrió, desarrolló y consolidó por todos los medios el cuasimonopolio del mejor negocio de su época. Pero ejecutorias como cerebro empresarial palidecen frente a su hoja de vida en el mundo del crimen. Escobar libró una guerra de siete años contra el Estado colombiano para abolir la extradición. Y la ganó. Al Capone era un gangster talentoso y llegó a controlar la ciudad de Chicago a través de la intimidación y el soborno. Pero de ahí a pensar que le declarara la guerra a Roosevelt y pusiera en jaque a las instituciones norteamericanas hay un trecho enorme. Y no solo eso. Capone, el hombre que ha inspirado la mitad de las películas de gangsters en el mundo, sólo fue acusado del asesinato de 24 personas y del contrabando de licores. Pablo Escobar en cambio según los expertos en la lucha antinarcóticos de Colombia pudo haber ordenado personalmente alrededor de 4.000 asesinatos en los nueve años que transcurrieron desde el atentado a Rodrigo Lara, en 1984, hasta su propia muerte en 1993. Como lo dijo SEMANA después de su desaparición, "esa cifra puede parecer insignificante frente a los 20 millones que los historiadores le atribuyen a Stalin, o a los seis millones de judios de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Pero esos genocidios eran crimenes de Estado sin nombre propio. Encambio 4.000 asesinatos con nombre propio en nueve años representan el equivalente de uno y medio por día". Escobar era un hombre sin escrúpulos. Para que se le reconociera el estatus de delincuente político en su guerra contra el Estado ordenó la ejecución a sangre fría de policías de Medellín, ofreciéndole cuatro millones de pesos a cada sicario que les disparara a quemarropa en sus puestos de trabajo. Y en sólo cuatro meses aparecieron más de 500 policías muertos. Pero más espeluznante aún fue el caso de los tres magnicidios cometidos en 24 horas entre el 16 y el 18 de agosto de 1989. Para la historia, esta última fecha pasó como el día en que mataron a Luis Carlos Galán. Pero su asesinato fue el tercero en 24 horas. El día anterior había ordenado el asesinato de Carlos Valencia, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y el 18 por la mañana había ejecutado al jefe de la Policía de Medellín, Valdemar Franklin Quintero. Escobar mató y mató sin parar. A los tres asesinatos mencionados se suma la voladura de un avión de Avianca con 107 pasajeros inocentes a bordo y el récord ese sí absolutamente histórico de acabar con la vida de tres precandidatos presidenciales en la campaña de 1990. Por orden suya dejaron de existir no solamente Luis Carlos Galán sino los candidatos de izquierda Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Estos últimos eran enemigos de la extradición y por lo tanto aliados de Escobar en la gran batalla de su vida. Pero eso no le importaba. Escobar era un estratega y consideraba que la mejor forma de acabar con la extradición era a través del pánico colectivo. Y a punta de secuestros, asesinatos y bombas logró lo que se proponía. Como lo dijo SEMANA en su edición de aniversario, en 1997, "un hombre que asesina a media clase dirigente de un país no puede ser objeto de ningún reconocimiento. Pero al mismo tiempo es imposible ignorarlo. Pablo Escobar, más que un hombre malo, era un genio del mal. Y eso le da una dimensión histórica, aunque sea en los anales de la criminalidad". Esa, y ninguna otra, es la razón para incluirlo en una lista tan selecta como la de los personajes del siglo. Escobar creó una cultura de la muerte en Colombia. Y con eso cambió, sin duda para mal, la vida del país.