Nació en Tunja en 1900 y falleció en Melgar en 1975. Estudió ingenieria civil en Estado Unidos en 1927. Se hizo celebre como militar durante el manejo del 9 de abril en Cali. Ya como general comando las tropas colombianas enviadas al conflicto internacional de Corea. Durante la violencia los jefes liberales y el ospinismo lo escogieron para liderar el golpe de opinion contra Laureano Gomez el 13 de junio de 1953. Su gobierno se tornó autoritario y soberbio. Clausuro El Tiempo y El Espectador. Un movimiento civico precipito su caida en 1957. Fundo la Anapo y casi llega al poder en las elecciones de 1970. Quienes lo conocieron de cerca aseguran que el gran rasgo de la personalidad del general Gustavo Rojas Pinilla fue la bondad, los actos de su vida dejan ver que a lo largo de los años de su protagonismo político ejerció, más la ingenuidad que el poder. Los tres hechos que marcaron los picos de su vida pública, el golpe de Estado del 13 de junio de 1953, su derrocamiento el 10 de mayo de 1957 y su derrota electoral el 19 de abril de 1970, señalan cómo esa ingenuidad personal y política repetidamente le llevó al error, a la incapacidad de adelantarse a los designios y las maniobras políticas de quienes inicialmente lo utilizaron como un comodín, los mismos que hacia el final de su vida lo volvieron a engañar. Como todos los militares colombianos de este siglo, Rojas Pinilla nació con y para el régimen apuntalado por una burguesía unipartidista liberal-conservadora, que encontró en las Fuerzas Armadas su soporte, institución a la que formó dentro de una concepción privada del servicio, encargada de precebar los derechos de un país político, olvidando sus deberes de defensa y de protección del país real, el país nacional que exaltaba Gaitán. El Ejército de 1920, cuando Rojas Pinilla obtuvo su grado de subteniente, era entonces una institución cerrada que actuaba al vaivén de los acontecimientos, de orientación básicamente conservadora, heredera de las victorias de las guerras civiles, como el propio general boyacense. Posteriormente, mientras se desarrollaba la carrera del oficial, ese ejército había soportado los gobiernos liberales de Olaya Herrera y López Pumarejo. Rojas Pinilla, convertido en ingeniero civil (su gran obsesión), hizo lo que le tocaba como oficial sujeto a los pequeños cambios de matices según quien estuviera en el poder: en 1930 se casó, curiosamente el 10 de mayo, con doña Carola Correa; en 1942 fue director de la Escuela de Artillería, viajó en misión a Estados Unidos como todos los mandos sedientos de instrucción; en 1945 dirigió la entonces Empresa Colombiana de Aeródromos (de allí la obra de El Dorado); en el 46 comandó la Primera Brigada de Tunja y en 1948, cuando el país político que defendiera se enfrentó al país nacional encabezado por Gaitán, el 9 de abril lo sorprendió como comandante de la Tercera Brigada de Cali, donde como le tocaba reprimió a sangre y fuego la revuelta popular. Aún envuelto en la turbamulta del país desestabilizado, del régimen y la burguesía en contradicciones insalvables de colores políticos, ya como general en 1949, Mariano Ospina Pérez, de cuya casa siempre fue afecto, lo nombró Ministro de Correos y Telégrafos. Anduvo en Corea combatiendo al comunismo como le tocaba y hasta entonces nada hacía pensar que detrás de su figura obsecuente con el régimen se escondiera a la postre un militar ‘progresista‘. Pero en esos tiempos el general Rojas, más por la fuerza de los tiempos que por una voluntad personal, había empezado a sentir los llamados del populismo, del nacio nalismo de derecha, reformista y militarista que tras la derrota en Europa del corporativismo de Mussolini tomaba forma en Latinoamérica en oscuras figuras patriarcales como Getulio Vargas en Brasil, Carlos Pérez Jiménez en Venezuela o Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana. En 1952 Roberto Urdaneta, quien reemplazaba al presidente titular Laureano Gómez, lo nombró comandante de las Fuerzas Armadas e ingenuamente, como comodín y de la mano de quienes lo necesitaban por un tiempo para calmar los ánimos (sus compañeros de armas y el conservatismo ospinista) fue llevado a dar el golpe del 13 de junio de 1953, ocupando una supuesta vacancia presidencial y construyendo un subrégimen perseguidor, cristiano y nacionalista. De su obra de gobierno, amén de la represión, la censura y demás prácticas propias de la dictadura, quedaron un buen número de importantes obras de infraestructura (era un progresista y un reformista ‘infraestructural‘). Ni una sola reforma de fondo social fue planteada. Creyó que hacer autopistas o levantar edificios equivalía a cambiar las estructuras de la inequidad, que él mismo amparaba con su momentánea ocupación de un poder aun más excluyente que el que defendió como obediente oficial. Logró, eso sí, la paz con las guerrillas liberales, una paz cosmética que detuvo una violencia partidista pero que fue el inicio de la guerra de clases que hoy nos ocupa. Y lo hizo mientras quienes manejaban todos los hilos se acomodaban para reasumir el mando de manera ‘civilizada‘, tal como ocurrió con el Frente Nacional. Ingenuamente creyó ser autónomo y exento de las influencias del unipartidismo al cual sirvió en el poder hasta 1957, cuando los mismos que lo hicieron subir como palma, con un paro nacional bancario sin pueblo porque desde el 9 de abril las masas, como hoy, no se le miden a nada lo bajaron como coco el 10 de mayo del 57, cuando el general ya no les servía. Los mismos que en 1966 le restituyeron sus derechos ciudadanos en un rápido pago por el deber cumplido a su servicio. Tras su corto exilio Rojas Pinilla hizo el tránsito del mero poder a la política. En 1962 fundó la Alianza Nacional Popular en Duitama, y logró palpar lo obvio. Que el bipartidismo restringía la democracia colombiana. En ese momento, por primera vez, se le salió de las manos a la oligarquía, que empezó a temer ese proyecto político inmanejable, alternativo, populista y de ‘socialismo a la colombiana‘. El general avanzó en su confuso proyecto político-social y una vez más todas las ... armas de sus aliados de 1953 se dirigieron contra la Anapo. En 1966 logró una considerable votación con numerosos escaños en el Congreso, dividida entre su ala liberal y su ala conservadora, como ejemplo de convivencia de las mismas ideas y de la inexistenciá de un verdadero movimiento renovador y pretendidamente ‘revolucionario‘ como lo expresaba el general. Con una Anapo que había logrado encauzar las grandes frustraciones populares producto del asesinato de Gaitán, que el general logró paliar como general y dictador, Rojas llegó a las elecciones de 1970 con la mayor opción de triunfo. Pero una vez más su ingenuidad le hizo pensar que su triunfo sería respetado, que en la Colombia de entonces el ejercicio democrático (el mismo que él sabía frágil porque lo había roto) estaba garantizado. Aun hoy las versiones del fraude del 19 de abril son sujeto de imprecisión y discusión. Sin embargo el propio ministro de Gobierno de entonces, Carlos Augusto Noriega, ha confirmado que sí lo hubo. Rojas reclamó el triunfo frente a Misael Pastrana, pero nuevamente creyó, y sin el más mínimo plan de contingencia, ni en la organización de sus masas ni en lo programático e ideológico, no pudo hacer nada ante la arremetida del régimen, esta vez en manos de Carlos Lleras. Fue esta la última ingenuidad del general, quien se reclamaba como el ‘pacificador‘ de Colombia y que con su derrota lo unico que produjo fue el M-19, que protagonizó otra larga saga de guerra desde su aparición el 17 de enero de 1974.Exactamente un año des pués el general vencido murió en Melgar. Dueño del poder y de sus frustraciones como el caudillo que nunca fue, de todas maneras a Rojas Pinilla nadie le quita lo bailado en 25 años de protagonismo nacional. Y menos cuando hace poco Hernando Santos director de El Tiempo, quizá refiriéndose precisamente a la utilización que el bipartidismo hizo de la figura de Rojas, para hacer un balance de su vida simplemente concluyó: "Qué injustos fuimos con Rojas Pinilla".