El doloroso espectaculo de miles de desplazados en las calles de las ciudades colombianas ha intensificado la preocupación acerca de la desintegración de las comunidades rurales e indígenas que forman parte del cimiento cultural y social del país. Esa circunstancia ha hecho que el proyecto Expedición Humana haya adquirido en los últimos tiempos una importancia que va más allá de sus objetivos iniciales. A la luz del conflicto que afecta al país la Expedición Humana podría convertirse en una herramienta fundamental para la restauración de lo perdido en estos últimos años en materia de tejido social en las zonas afectadas. El proyecto comenzó en 1983, cuando un grupo pequeño de médicos del Instituto de Genética de la Universidad Javeriana, bajo la dirección de Jaime Bernal Villegas, se dedicó a recorrer el país para hacer un gran mapa genético colombiano. Pero al llegar a estos lugares aislados se dieron cuenta del estado de abandono de las comunidades y de los problemas de salud que tenían. Descubrieron que los programas del Estado no estaban funcionando y que enfermedades como el paludismo y la tuberculosis crecían en forma alarmante. Esto los llevó a organizar el trabajo desde dos puntos, uno académico y otro de asistencia activa. Así se dedicaron a estudiar de forma rigurosa los problemas de estas comunidades y empezaron a buscar cómo ayudar a solucionarlos, pero no de una forma impositiva, según una lógica occidental, sino según la forma de ver el mundo de estos grupos.Entendieron que la única forma de solucionar los problemas de estas comunidades era compartiendo su diversidad y su idiosincrasia. Así, el trabajo que empezó en el Instituto de Genética de la Universidad Javeriana, comenzó a ampliarse a otras instituciones. Se estableció un grupo de coordinadores y luego se fue ampliando a las diferentes universidades y disciplinas. Se organizó un gran proyecto, que contó con el apoyo económico de algunas empresas y entidades estatales y de diferentes universidades del país. De 1990 a 1993, 400 personas participaron en 60 proyectos de investigación. Hasta ahora se han publicado 15 libros, llamados Terrenos de la Gran Expedición Humana, en los cuales se encuentran los estudios de las diferentes disciplinas, que van desde las enfermedades parasitarias hasta los diseños indígenas y otros números especiales, como el dedicado a los dibujos y el relacionado con la música ritual. Además de estos libros varios expedicionarios han realizado conferencias por todo el mundo, publicado libros de acuerdo con su especialidad o han continuado por su lado con el trabajo empezado en la Expedición. El legadoLa Expedición estableció contacto directo con estos grupos aislados en un largo proceso de relación con las tribus. Todo comenzaba cuando dos o tres coordinadores viajaban a hablar con los personajes más representativos de las comunidades y les explicaban de qué se trataba. En la mayoría de los casos las cabezas de los grupos se interesaban por la propuesta y los expedicionarios eran bien recibidos. "Son culturas que se están diluyendo en nuestra civilización, a los jóvenes ya no les interesa escuchar al chamán, sino que escuchan radio, hay una degradación desafortunada de las culturas y esto que exalta todos sus valores, no sólo culturales sino también biológicos, era una cosa muy importante para ellos", comenta Alberto Gómez, uno de los principales coordinadores. Pero al proyecto no le faltaron problemas. Algunos políticos intentaron utilizarlo como trampolín para conseguir votos y empezaron a crearse ciertas controversias. El más grande se presentó cuando se supo que en el Instituto había un banco de muestras genéticas de las comunidades. En ese entonces estaba en pleno furor la controversia por el negocio de las patentes de genes humanos y el Instituto fue acusado de querer usufructuarlo. Todo se aclaró y el tema quedó regulado por una ley promovida por el parlamentario indígena Lorenzo Muelas que impide la exportación del material biológicoLa gran expedicion del siglo XXPara Alberto Gómez, quien participó en la Expedición desde los primeros viajes, este trabajo puede ser considerado la gran expedición del siglo XX, comparable a la Expedición Botánica en el siglo XVIII o la Expedición Corográfica en el siglo XIX. Pero desde 1995 los encargados de la Expedición no han realizado más viajes. Y eso, paradójicamente, le brinda hoy a esa nueva Expedición Botánica una importancia que no estaba en las cuentas de nadie. La razón es que muchas de estas comunidades han sido desplazadas por los grupos armados. "La mayoría de los estudios, si quisiéramos hacerlos hoy, no sería tan fácil, a lo mejor tendríamos que ir al separador de la 94 para poder encontrarnos con las comunidades campesinas que son desplazadas", comentó a SEMANA Egberto Bermúdez, otro miembro de la expedición. Por su parte Alberto Gómez opina que la gran importancia de haber hecho la Expedición antes de que terminara el siglo XX fue que se logró establecer una constancia de estos grupos que están desapareciendo y quizás el único registro que queda es este proyecto. Y cuando termine el conflicto el marco de referencia que les va a quedar para poder reconstruir su cultura y sus tradiciones sólo van a ser estos trabajos de Expedición. Aunque los viajes de campo terminaron gran parte del material no ha sido analizado y su director, Jaime Bernal, dice que la Expedición todavía no ha terminado, sólo que está en un nuevo proceso, en el que gente que no participó de los viajes se acerca al material recogido, hace nuevos análisis y mira la investigación desde otros ángulos. Ya varios estudios han sido realizados así, incluso con europeos interesados en el proyecto que vienen y vuelven a trabajar sobre el material. Para Alberto Gómez la Expedición se termina con la ilusión de que se convierta en un instituto como el Agustín Codazzi, es decir, una entidad estatal o académica. Y termina diciendo: "Nosotros en particular seguiremos estudiando la diversidad humana, es nuestro trabajo y lo seguiremos haciendo".