Miren con lupa dónde están invertidos sus ahorros. Si estos le vienen rentando más de un 6% al año, preocúpese. El Índice de acciones del S&P 500 en sus buenos tiempos superó el 8% anual; desde la crisis de 2008 se redujeron en los portafolios reinvertidos por 20 años a apenas 4,5%. Los títulos del tesoro a 10 años, una inversión segura, no rinden ni 3% desde hace una década. Por esto es importante ser cauto y no comer cuentos, como el de Bernie Madoff que prometía rendimientos entre 8% y 10%. Quien esté ganando estas tasas va a perder buena parte de su capital. Ya está ampliamente demostrado que no existen genios que anticipen las turbulencias del mercado y les puedan garantizar retornos estables altos; sí existen muchos mercachifles que saben embaucar al incauto. Miren lo que pasó con los fondos de inversión en islas Caimán. 80% de los activos financieros hoy en día están en manos de entidades no bancarias, cuando en 2010 los bancos controlaban 50% de estos activos: las inversiones en estos paraísos están manejadas por entidades no reguladas y con poco capital. Los agresivos exbanqueros de inversión que generaron la crisis de 2008 han montado todo tipo de vehículos y han crecido su negocio aceleradamente. Los miles de millones de dólares de venezolanos, argentinos, chinos y todo aquel que busca refugio o escondedero para sus fortunas están en manos de estos adictos al riesgo y los bancos centrales vienen dándoles barata municion.
Es probable que la estabilidad y crecimiento de estos años tengan mucho de espejismo y puedan romperse intempestivamente. El crecimiento de los activos financieros de bancos, aseguradoras, fondos de pensiones, bancos centrales, fondos de cobertura, fondos de capital privado, etc. no tiene precedente. Debe preocuparnos que mucho de este crecimiento financie firmas ya muy endeudadas: leverage loans, van a ser el nuevo subprime. Estamos en un mundo desconocido que viene inyectándose esteroides financieros para crecer y generar empleos, un ‘todo vale‘ que nos lleva a un mundo desconocido, donde los modelos que los economistas conocemos fallan y es difícil anticipar qué va a pasar. Economías como la japonesa y la china están manipulando sus mercados en formas nunca antes vistas. El Banco Central de Japón ha crecido su balance cinco veces. Ha comprado 45% de la deuda pública y 20% de las acciones de la bolsa japonesa. Un Banco Central que compra acciones puede estar soportando o inflando precios de empresas privadas. Eso es algo innovador, por decir lo menos.
El total de activos del Banco Central del Japón ya supera el 101% de su PIB. Y el de China, que es todo menos independiente, ha permitido que el endeudamiento privado crezca aceleradamente y hoy día esté en 345% del PIB. Los activos de los bancos centrales antes de la recesión del 2008 ya reflejaban diferencias culturales importantes. Japón siempre ha manejado más efectivo que Estados Unidos o el Reino Unido, por lo que los activos de su Emisor eran de 20% del PIB, mientras que los de los otros dos eran de 5%; la Unión Europea tenía activos de 12% del PIB. Pero desde que Ben Bernanke se inventó las medidas de alivio de la flexibilización cuantitativa se abrió la caja de Pandora. La inflación pegada al piso, los rendimientos financieros bajos y la liquidez desbordada pueden generar mezclas explosivas en las que la gente, buscando rentabilidad, termina invirtiendo en castillos de naipes.
El Fondo Monetario viene llamando la atención sobre el acelerado crecimiento del endeudamiento global, que a cifras de 2017 ya supera en 225% el PIB mundial: unos US$300 millones de deuda por cada habitante del planeta. A esto súmenle todos los fondos de capital de riesgo y fondos de capital privado y llegan a activos financieros por 474% del PIB mundial. De estos, unos US$3,5 billones son deuda corporativa de empresas muy endeudadas y sin colateral. La mitad son bonos de alto riesgo y la otra está otra vez en creativas titularizaciones estructuradas. Miren con lupa dónde está su platica: no son momentos para jugar a la ruleta.