Una de las preocupaciones cotidianas de las personas está relacionada con la incapacidad de cubrir holgadamente las obligaciones económicas mensuales. Conseguir que las cuentas cuadren es uno de los retos que tienen solución si se adoptan costumbres sanas de consumo.
En este contexto, la economía colaborativa es una buena opción para minimizar los gastos a partir de un ejercicio de compensación. Es decir, un individuo se puede convertir en un proveedor de bienes o servicios en este sistema circular. Lo que a una persona le sobra durante un periodo determinado de tiempo, es útil para otra y, en dicho intercambio, se da una compensación económica.
Un ejemplo sencillo de economía colaborativa es alquilar una habitación. Si alguien vive en un espacio con tres habitaciones y le sobra una, pues la puede poner en renta y, con el ingreso mensual de la misma, tendrá la capacidad de amortiguar el presupuesto aumentando los ingresos y compartiendo gastos.
En este modelo también hay espacio para el trueque. El dinero no es el único valor transaccional. Regresando al ejemplo de la habitación vacía, los dueños del apartamento pueden ofrecer alojamiento a otra persona a cambio de un servicio como recibir clases de inglés o francés, por ejemplo.
Economía colaborativa y medio ambiente
El modelo de economía colaborativa es funcional tanto para las personas como para los negocios. La escuela de formación empresarial EAE detalló que el ahorro es uno de los pilares de la economía compartida. “La mayoría de productos o servicios que se ofrecen a través de este sistema tiene precios módicos o, incluso, simbólicos”, puntualizó EAE.
Además de esto, la economía colaborativa estimula la reutilización de los productos. Lo que alguien ya no necesita, por lo general siempre tiene un nuevo destinatario: sea ropa o aparatos tecnológicos.
El reúso también deriva en una serie de beneficios medioambientales. Los servicios o bienes compartidos ayudan a contribuir con el cuidado y la sostenibilidad de los entornos naturales del planeta.
Airbnb, una importante plataforma digital que trabaja en el marco de la economía colaborativa, destacó que solo en un año sus huéspedes en Norte América ahorraron el equivalente a 270 piscinas olímpicas de agua y evitaron las emisiones de gases de efecto invernadero semejantes a 33.000 automóviles en las carreteras de América del Norte.
Además, agregó la plataforma de hospedaje, los anfitriones también tienden a participar en prácticas sostenibles. Casi el 83% de los anfitriones de Airbnb en América del Norte manifestaron que tienen en sus propiedades al menos un electrodoméstico de bajo consumo.
En definitiva, el sistema de la economía colaborativa es un gran método para comenzar a redefinir los patrones de consumo en un planeta donde la acumulación está pasando a un segundo plano.