Abril es el mes de los niños y niñas y una manera ideal de celebrar esta fecha es dándoles una educación “integral” sin excluir al dinero y su administración desde su cotidianidad, pues uno de los mayores males que aqueja la sociedad moderna es la falta de preparación y entendimiento cuando de ahorrar, gastar e invertir se trata.
Créditos y prórrogas, llamadas incesantes de prestamistas, insomnio, tasas desfavorables en crediticios, baja productividad laboral y académica, y hasta malas relaciones sociales, se pueden desprender de una vida sin hábitos financieros saludables que comprometen la estabilidad emocional y económica de los adultos, situación que se puede prevenir con una formación temprana en finanzas.
De acuerdo con Financiera Progressa, los niños pueden aprender cómo se obtiene el dinero, el valor de ahorrar para cumplir los sueños y cómo tener un consumo consciente, sostenible y con criterio. Por eso, la cooperativa de ahorro y crédito comparte pautas que ayudarán a crear buenos hábitos financieros en los menores:
- Los niños aprenden de lo que ven: el primer paso para que los niños tengan unas buenas finanzas está relacionado con lo que ellos observan de sus padres al hablar de la economía familiar, verlos planear financieramente, ahorrar, construir patrimonio y permitirles participar de esta actividad.
- El valor del dinero y su procedencia: muchos niños cuando quieren un juguete les dicen a sus padres, vamos al cajero a “sacar dinero”. Desde muy temprana edad se les puede explicar en palabras sencillas y de forma didáctica cómo se obtiene el dinero. Si llegan con ideas emprendedoras, hacer algo para vender y ganar dinero, es clave apoyarlos y guiarlos, ya que se estará formando un adulto generador de dinero, que comprende el concepto de vender como una habilidad fundamental en cualquier ámbito de la vida.
- Administrar el dinero: si se les da una mesada, se puede jugar con ellos a quien logró guardar más al final de la semana. La riqueza se percibe cuando al final del día, la semana o el mes, se tiene dinero que sobra y no cuando se gasta de más. También se le pueden hacer preguntas a los niños que los hagan pensar diferente sobre las compras y lo que va a traer más beneficios, así aprenderá a postergar la satisfacción presente por un mayor bienestar futuro.
- El hábito del ahorro: es clave enseñarles que cada vez que reciban dinero de la mesada, lo que sus abuelos les den o de cualquier dinero, lo primero que harán será guardar la décima parte para el ahorro. Además, se le debe poner un objetivo a ese dinero que se está guardando. Esto le hará comprender el valor del tiempo, la constancia y la libertad de elegir que proporciona el ahorro, adicional a que se le estará fortaleciendo el comportamiento inconsciente “primero ahorro y de lo que queda gasto”.
- Hacer crecer el dinero a través del tiempo: hay ahorros para niños con rentabilidad superior a la de una cuenta de ahorros, por eso se les puede explicar que al tener un producto como estos el dinero irá creciendo en el tiempo. Se debe motivar a los niños a interesarse por el valor que se deposita mes a mes y explicarles cuánto está creciendo su dinero.
- Un consumidor consciente e inteligente: una estrategia ideal es llevar a los hijos a comprar los alimentos del hogar, conversar con ellos sobre los productos, sus precios y beneficios y hacer comparativos para que comprendan la relación entre su costo y sus beneficios. Aunque hoy los niños tienen una gran consciencia sobre cuidar el planeta, también se les debe hablar de cómo al aplicar las 3R (reducir, reutilizar y reciclar), pueden ayudar al medio ambiente y a tener unas finanzas sostenibles en el hogar.
- Gestionar las emociones: la economía conductual enseña que pocas veces se toman decisiones racionales, en la mayoría de los casos serán inconscientes y basadas en las emociones y factores del entorno. Por eso, se les debe enseñar cómo cambiar un estado de ánimo a través del juego, de practicar algún deporte, el arte o la música, pero no a través de la compra de algún juguete o un helado. Estos patrones se replican en los adultos, con las compras impulsivas por llenar un vacío emocional, gastando de más para salir de la tristeza o comprar y consumir alimentos sin medida.