De acuerdo con el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB Colombia), en el país han sido observadas 75.157 especies de flora y fauna, lo que convierte al territorio en una de las pocas naciones megadiversas del planeta. Esta riqueza biológica le ha permitido al país, además, consolidarse como el primero en el mundo en diversidad de aves, orquídeas y mariposas; así como el segundo en plantas, anfibios, peces dulceacuícolas, reptiles, palmas y murciélagos.
Pese a que la expansión urbana amenaza a algunos de estos ecosistemas, también ha generado nuevas oportunidades para las ciudades. Para Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad Ean, el urbanismo ha propiciado que la “biodiversidad se adapte y conviva con los ciudadanos que son parte de esa transformación”.
El reto, explicó, está en la búsqueda de un equilibrio desde la ecología urbana y la planificación de las ciudades, puesto que no existe “una contradicción entre el desarrollo del hábitat de las personas y el hábitat compartido con plantas y animales silvestres”. Baptiste aseguró que hay umbrales y limitaciones, pero “sí es posible diseñar ambientes complejos que tengan funciones ecológicas y de conservación relevantes”.
Frente al desarrollo de este tipo de iniciativas para combatir el cambio climático, la bióloga indicó que hay ciudades del país “que lo están entendiendo y están trabajando fuertemente para construir resiliencia ante los eventos extremos como inundaciones, épocas secas o incendios, pero creo que todavía estamos bastante crudos”.
“Las ciudades climáticamente inteligentes están escritas y están en la buena voluntad de algunos de sus grupos de dirigentes, pero requieren inversiones más grandes y mucha innovación para que podamos afrontar las condiciones que se avecinan”, agregó la experta.
Al respecto, especialistas del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt, señalaron que las ‘Soluciones Basadas en la Naturaleza’ (SBN), en urbes “se han convertido en una importante medida de mitigación, adaptación y conservación, ya que la naturaleza misma ofrece soluciones, al aportar productos para el consumo básico, reducir el impacto, magnitud y frecuencia de los riesgos de desastres naturales y brindar, por ejemplo, una mayor capacidad de enfriamiento en las ciudades”.
Según los investigadores, ciudades como Yopal, Montería, Bucaramanga, Villavicencio y el Valle de Aburrá, han logrado importantes procesos de transformación. “No son ciudades ideales aún, pero cuentan con casos de éxito y experiencias significativas. Algunas de ellas están construidas al lado de los ríos, cuentan con importantes reservas naturales, otras tienen áreas verdes con una cobertura arbórea que reducen las islas de calor, conservan humedales y diseñan biocorredores para el paso de diferentes especies de flora y fauna”, destacaron los expertos del Instituto.
Paula Palacio, directora del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), destacó que son estrategias que pueden ser replicadas en más ciudades del país, teniendo en cuenta las dificultades y retos de cada región. “Nuestras estrategias emprendidas por ejemplo en producción y consumo sostenible, eficiencia energética, economía circular, gestión del recurso hídrico y construcción sostenible entre otras, son alternativas que se adaptan a las necesidades y que, sin duda, contribuyen a mejorar la calidad ambiental de nuestros territorios, y a la vez, la calidad de vida de los ciudadanos”, comentó.
Para profundizar en estas iniciativas, llega el foro ‘Ciudades resilientes y sostenibles’, el próximo 29 de febrero, desde las 7:30 a.m., en el edificio SEMANA. Este evento es organizado por Foros Semana con el apoyo del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF).
Para asistir regístrese en el siguiente enlace.