Los compromisos de sostenibilidad que como país se han asumido en los últimos años suponen, más allá de cumplir con ciertos indicadores, repensar el modelo de desarrollo. En el marco de la VII Cumbre de Sostenibilidad, organizada por Foros Semana y Semana Sostenible, en la ciudad de Cali, expertos nacionales e internacionales coincidieron en que el desafío es lograr que las acciones se ejecuten de manera articulada e integral para obtener resultados importantes en frentes como la protección de los ecosistemas, frenar el cambio climático, reducir la contaminación e impulsar el bienestar social.
Según Vanessa Pérez-Cirera, directora del Centro Global de Economía para el World Resources Institute, existe una relación sistémica entre las personas, la economía y la naturaleza. “Hoy, el 50 por ciento del producto interno bruto global depende de la naturaleza y la diversidad biológica, por eso, no es extraño relacionar el bienestar socioeconómico con el estado de esa biodiversidad. Si ese aspecto no está bien, lo demás no estará bien”, señaló.
En Colombia, las estadísticas del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt señalan que en los últimos 50 años cerca del 65 por ciento del territorio ha visto afectada la salud de su biodiversidad, y de ese total, el 30 por ciento presenta un deterioro grave, un panorama que, de acuerdo con Hernando García, director general del Instituto Von Humboldt, demuestra que habitamos un planeta enfermo que ya pasó umbrales que se deben revertir. “En este punto es importante trabajar en proyectos que no sean vistos como una obligación, sino como una oportunidad para aportar a los objetivos globales. No se trata de hacer check a un listado de acciones independientes, se trata de ejecutar planes de manera consciente para superar los desafíos”, explicó.
Ese cambio debe empezar en el campo y las zonas rurales. En eso coincidió Pérez-Cirera, quien destacó proyectos asociativos en México, donde pequeños productores de café y cacao crearon acciones conjuntas para obtener financiamiento y así ejecutar proyectos sostenibles de impacto.
En Colombia, un ejemplo de transformación social en pro de la protección de la riqueza natural es Nuquí, en Chocó. Josefina Klinger, cofundadora del Foro Interafroamericano para el Cambio Climático, explicó que en su municipio el gran reto era soñar a mediano y largo plazo, y encontrar un valor agregado que les permitiera dejar atrás las necesidades de la gente y no perder su riqueza cultural y natural. “Una sociedad empobrecida rara vez se permite soñar, pero logramos reeducar a las personas para que entendieran que no debíamos seguir en el reclamo, en la búsqueda de la reivindicación. Por eso, creamos nuestro propio modelo económico basado en el turismo, en el que no jugamos el rol de solo empleados, sino que se les dio impulso a las iniciativas turísticas para que la gente tuviera la oportunidad de mejorar su vida”.
Para Klinger, la conservación de su biodiversidad y cultura les ha permitido creer que no son víctimas y que pueden tener una relación de pares con los demás, “y para eso también tuvimos que cambiar nuestra forma de pensar y nuestra narrativa. La economía debería llamarse ‘econosotros’, porque tenemos que ver si nos juntamos o nos jodemos”, concluyó.