Para Diana Carolina Viveros, una joven emprendedora caleña, la mejor manera de apoyar el patrimonio artesanal de Colombia es replicar las historias de miles de artesanos que hoy cuentan con un canal para dar a conocer sus conocimientos o comercializar sus productos. Tras participar en una investigación de la Universidad Libre sobre los factores que afectan la cadena de valor de las artesanías, Diana observó que existían cerca de 25 oportunidades para comercializarlas en el exterior. Fue así como se reunió con sus primas, Estefanny y Mile Gómez, para fundar Almas Artesanas.
Esta innovación social presenta un modelo de negocios que permite a los artesanos conectarse con compradores de las ciudades y de otros países que demandan sus creaciones. La plataforma de este emprendimiento no funciona como un revendedor o distribuidor de artesanías, sino como un canal de comercio justo que, con énfasis en mercadeo, le presenta a los artesanos clientes que pagan su trabajo a buen precio.
La alianza de cada socio con Almas Artesanos se basa en acuerdos como eliminar la sobreproducción y erradicar empaques plásticos para reducir el impacto ambiental en cada venta. La iniciativa ha vinculado a 13 comunidades que suman unos 300 artesanos, de los cuales el 70% son mujeres.
El carácter innovador de este emprendimiento radica en que ha ampliado su margen de acción a donde hay casi nulas posibilidades que el mercado global llegue. Con un gran esfuerzo técnico, Diana, Estefanny y Mile han incluido comunidades tan apartadas como La Eperara, una etnia indígena del Río Naya, cerca de Buenaventura, donde la mujer lleva la máxima autoridad. Allí trabajan las artesanas de San Joaquincito, un grupo de mujeres empoderadas y abanderadas de su arte de los canastos de chocolatillo y tetera, tejidos a mano en su totalidad.
Eunicia, presidenta de la asociación que ellas conformaron asegura que: “gracias a Almas Artesanas podemos sacar nuestro producto a países extranjeros, dando a conocer que tenemos una asociación y que necesitamos donde comercializar”.
El trabajo de este emprendimiento se enfoca principalmente en apoyar las comunidades vulnerables del litoral pacífico, las cuales han sido víctimas del desplazamiento y la violencia armada en general. “Nosotros queremos visibilizar esas historias, porque una artesanía más que un artículo de decoración es la identidad de la región y se deben preservar esas técnicas”, asegura Diana.
En este proceso ha sido fundamental el papel de Artesanías de Colombia, quienes participaron en el proyecto por medio de su programa de Atención a la Población Víctima y Vulnerable (APV). Sobre este punto, Ana María Fries, gerente de la organización aseguró que: “el programa atiende principalmente a poblaciones concentradas en Chocó, Cauca, Valle, Nariño y en los Montes de María. Ellos tradicionalmente se han visto despojados de su territorio y por ende privados de la materia prima para sus artesanías. Almas Artesanas se unió a nosotros como un aliado para generar más espacios de producción y comercialización y nosotros lo que hicimos fue generar un relacionamiento entre las dos partes”.
Almas Artesanas también ha llegado a lugares como la vereda la Chamba, en El Guamo, Tolima. En esta región ha contribuido a rescatar el arte de la cerámica negra, que sustenta la economía del 80% de esa población. Diana Avilés y su esposo Camilo Prada, trabajan esa técnica y luchan contra las mercancías piratas o de contrabando que pretenden imitar un producto de patrimonio que cuenta con denominación de origen.
En La Chamba, los alfareros heredaron una tradición de 300 años sobre la fabricación, totalmente a mano, de los tradicionales tiestos; platos, bandejas, jarrones y otros elementos de barro negro que se pulen con gran precisión, se barnizan con otro barro de color rojo y posteriormente son llevados a un horno. “Antes de la llegada de Almas Artesanas nosotros debíamos vender únicamente a comercializadores que no pagan el precio justo y que además nos piden 40 productos, revisan los que más les gustan y solo nos compran 20 y nos dejan engallados con el resto”, asegura Camilo Prada. Precisamente, esas prácticas son las que elimina el proyecto por medio de un pago adelantado. Cada pieza o artesanía que se mande hacer está previamente encargada y pagada por el cliente.
Aparte de las regiones anteriormente mencionadas, el proyecto de Diana y sus primas, que prendió motores en junio del 2020, ya hace presencia en municipios como Apartadó, Ricaurte, Timbiquí y Guapi. En este momento han enviado muestras de las artesanías a países como Estados Unidos, República Dominicana y cuentan con el apoyo y la asesoría del gobierno de Holanda para los procesos de exportación. Así mismo, esperan tener para el año 2025 unas ventas superiores a los 1.2 millones de dólares, solo en productos enviados al extranjero. En este modelo cada comprador de una artesanía se convierte en parte de una historia que valora lo que hay detrás de cada artesanía y además fomenta el impacto económico de comunidades indígenas y afrocolombianas.