Los críticos dicen que, técnicamente, ‘1917’ es una obra maestra. Sam Mendes la construyó a punta de segmentos que duran entre 30 segundos y 5 minutos, pero la editaron tan diestramente que parece filmada en dos tomas continuas de una hora de duración cada una. Es decir, el espectador no ve los cortes y sigue la acción desde el inicio hasta el final sin interrupciones. Por eso, la cinta compite en las categorías más importantes de los premios Óscar, y según varios medios especializados es la favorita para ganarse el premio a mejor película, en un año en el que compiten grandes películas como El irlandés, de Martin Scorsese; Había una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino, y la sorprendente Parásito, de Bong Joon-ho.
Pero más allá de los detalles técnicos, la cinta cuenta una historia ligada con los recuerdos de la infancia del cineasta, reconocido por películas como Belleza americana (1999) o Skyfall (2012). El argumento es simple: en el momento más álgido de la Primera Guerra Mundial, dos soldados británicos tienen que atravesar a contrarreloj un terreno lleno de minas y de tropas alemanas para avisar a un batallón que el ataque que están a punto de ejecutar es una trampa y que van camino a una emboscada. Para mayor tensión, en el batallón en cuestión está el hermano de uno de ellos.
La historia nació de los relatos sobre la guerra que Alfred Hubert Mendes, el abuelo de Sam Mendes, le contaba cuando era niño. El hombre, con solo 18 años, hizo parte del Ejército Británico, combatió en el frente e incluso obtuvo una medalla por su valor. Cuando volvió a Inglaterra alcanzó a escribir una autobiografía sobre sus experiencias, y solía contarle a su nieto historias de otros soldados y de gente que había conocido.
“Hasta me hizo firmar un contrato por el que me comprometía a escribir una novela antes de los 18 años con las historias que me había contado”, le dijo el cineasta a la revista Vanity Fair hace poco. Aunque no cumplió, esta película es una forma de saldar esa deuda pendiente. Sin embargo, Mendes se toma ciertas licencias. Su abuelo enfocó su autobiografía y la mayor parte de los relatos que le contaba en el aspecto sexual de su experiencia. Decía que su tiempo en el frente fue algo así como “un curso sobre cómo hacer el amor”, y hacía siempre énfasis en las mujeres que conquistó a su paso por el occidente de Europa. Él, en cambio, filtró sus recuerdos y eligió enfocarse en el lado bélico del asunto y en cómo la guerra marca a quienes la viven. Además, para sacar adelante la aventura y darle una mirada más fresca, contó con la ayuda de Krysty Wilson-Cairns, una de las guionistas más prometedoras de Hollywood. Y todo indica que su experimento dio resultado.