Desde enero de este año, la vida de la extenista Mariana Mesa se partió en dos: fue diagnosticada con cáncer de seno.
En diálogo con SEMANA, la deportista de 42 años abrió su corazón y narró los momentos más complejos de esta dura etapa de su vida, que se ha esmerado por llevar con positivismo, entereza y la mejor actitud.
“Tú decides cómo vivir no solo un proceso de salud, sino cualquiera en la vida. Tengo la fortuna de contar con una persona que adoro con el alma. Mi terapeuta, hoy mi socia en las conferencias que hago sobre este tema. Cuando salimos del diagnóstico me dijo: “Puedes vivirlo como víctima o desde el maestro que llega a enseñarte cosas y hacer que las personas se sientan inspiradas por tu historia”. Y elegí no ser víctima, no me gusta ese papel. Nunca quise que mi hijo me viera en una cama, echada a la pena. Quería ser un ejemplo para él. Y desde el día uno que llegué a casa y le hablé del cáncer, lo he vivido de esa manera. No puedo decir que no es duro y que esto te lleva al límite. Pero han sido más las cosas maravillosas y los aprendizajes que he tenido, que lo malo”, narró la extenista.
Pero, además de los cambios físicos y los retos propios de la enfermedad, Mariana confiesa que cuando recibió la noticia de su diagnóstico, su “única preocupación” era cómo se lo contaría a su pequeño hijo, de solo 13 años.
“Yo estaba en shock, no era capaz de hablar y quería tener las palabras adecuadas para contárselo. Mi terapeuta fue quien se encargó de contarle todo y le dijo: “A la mamá le diagnosticaron un cáncer de seno, pero no es sinónimo de muerte. Está detectado en una etapa temprana y toca empezar el tratamiento. Pero tú debes imaginar que la mamá va a subir una montaña y los que estamos al lado debemos empujarla para que suba lo más rápido posible. Debemos estar todos unidos, trabajando por el bienestar de la mamá”.
Según el relato de Mariana, el pequeño se “lo tomó súper bonito”. Y en ello ha sido clave una decisión que tomó la deportista desde el comienzo de su proceso de sanación contra el cáncer: “Cuando salimos del diagnóstico, mi terapeuta me dijo: ‘Puedes vivirlo como víctima o desde el maestro que llega a enseñarte cosas y hacer que las personas se sientan inspiradas por tu historia’. Y elegí no ser víctima, no me gusta ese papel. Nunca quise que mi hijo me viera en una cama, echada a la pena. Quería ser un ejemplo para él. Y desde el día uno que llegué a casa y le hablé del cáncer, lo he vivido de esa manera. No puedo decir que no es duro y que esto te lleva al límite. Pero han sido más las cosas maravillosas y los aprendizajes que he tenido, que lo malo”.
Lea la entrevista completa:
SEMANA: Mariana, ¿cómo recuerda el día en que le dan esa noticia que nadie quiere escuchar: el día en que le dicen que tiene cáncer?
Mariana Mesa: El diagnóstico me lo dieron el 17 de enero de este año, pero desde noviembre empecé a hacerme exámenes. En diciembre, tras pasar por mamografía y ecografía, me hicieron la biopsia. Después de todo, ese 17 de enero, salió el diagnóstico. Fue una noticia muy fuerte, la vida se te parte en dos. Pero, he tratado de llevar todo este proceso, desde el primer momento, de manera positiva, no sintiéndome víctima; ni preguntándome por qué a mí. Lo tomé como un alto en el camino muy grande. Cada día aprendo de este gran maestro que es el cáncer.
SEMANA: En su caso, la detección temprana hizo una gran diferencia...
M.M.: Siempre fui juiciosa con el autoexamen, y así fue que me sentí la bolita el año pasado. Pedí cita con el ginecólogo, que me mandó la ecografía, donde salió que podía ser un quiste, pero no algo malo. El ginecólogo me aconsejó una mamografía, que salió igual. Y pude haberme quedado ahí, pero me mandó donde la mastóloga para estar tranquilos. Y ella recomendó una biopsia, y efectivamente salió cáncer. Hago énfasis en esto porque tranquilamente me pude haber quedado en la mamografía. A muchas mujeres les pasa eso. Pero si uno o el médico tiene duda, hay que buscar hasta el fondo para tener una respuesta negativa o descubrir a tiempo un cáncer.
SEMANA: Usted es de las que creen que además del autoexamen físico también es bueno hacer un autoexamen emocional. ¿Por qué?
M.M.: Me parece importante porque la vida nos va mostrando incomodidades en lo laboral, familiar y de pareja. Y muchas veces nos hacemos los locos. Pero todo eso empieza a sumar emocionalmente y nos enferma. Vale preguntarnos cómo estoy gestionando mis emociones, viviendo y disfrutando la vida.
SEMANA: ¿Cómo logró desde el comienzo una actitud positiva frente al cáncer?
M.M.: Tú decides cómo vivir no solo un proceso de salud, sino cualquiera en la vida. Tengo la fortuna de contar con una persona que adoro con el alma. Mi terapeuta, hoy mi socia en las conferencias que hago sobre este tema. Cuando salimos del diagnóstico me dijo: “Puedes vivirlo como víctima o desde el maestro que llega a enseñarte cosas y hacer que las personas se sientan inspiradas por tu historia”. Y elegí no ser víctima, no me gusta ese papel. Nunca quise que mi hijo me viera en una cama, echada a la pena. Quería ser un ejemplo para él. Y desde el día uno que llegué a casa y le hablé del cáncer, lo he vivido de esa manera. No puedo decir que no es duro y que esto te lleva al límite. Pero han sido más las cosas maravillosas y los aprendizajes que he tenido, que lo malo.
SEMANA: ¿Está jugando el partido de su vida?
M.M.: Totalmente. He jugado muchos partidos, pero ninguno de esta magnitud. Ha sido un partido que puso a prueba toda mi fuerza interna, mi valor, mi amor propio. Esto me ha llevado a descubrir una fuerza que no sabía que tenía. Me creía una mujer débil. Hay días en los que siento mucho mareo, malestar, cansancio, todo lo que sufre la piel y realmente lo he vivido como el partido de mi vida, pero para engrandecerla. Ha sido un partido duro como un berraco, pero a la vez también el más enriquecedor.
SEMANA: ¿Le ha servido un deporte tan mental como el tenis para sobrellevar el cáncer?
M.M.: El deporte ha sido un factor determinante porque me enseñó disciplina, enfoque. La capacidad de caerte y volverte a levantar.
SEMANA: ¿Cómo ha afrontado los cambios físicos?
M.M: “¿Y cómo te fue con el pelo?”, me preguntan siempre. Socialmente, nos enfocamos mucho en lo físico, en lo externo, y lo que me ha enseñado el cáncer es que lo más importante es lo interno. En todo este tiempo me he visto más hermosa de lo que yo misma me había sentido y reconocido antes. Antes de pronto ni me valoraba, ni me quería. Hay que aceptar los cambios, porque son temporales. Estuve un tiempo hinchada y el pelo no me ha dado muy duro.
SEMANA: ¿Cómo fue ese día en que le cortaron el cabello?
M.M: Hice un ritual. Se me salieron las lágrimas, pero no por perder el pelo, sino porque me estaba despidiendo de lo que ya no le servía a mi vida. Me despedí de mi pelo. Le dije gracias. Me despedí de todo lo que no estaba bien en mi cuerpo. Ha sido más duro el tema de las pestañas porque me fastidian mucho y se me pegan los ojos y a veces me arden. Pero no es por la estética.
SEMANA: Sus redes sociales han sido como una suerte de diario de su cáncer...
M.M.: En la vida es importante dejar huella positiva. Y como he podido llevar el cáncer de forma diferente, sentí desde un principio que quería contarlo distinto, también para impactar positivamente en muchas personas que están con procesos similares. El primer video que hice fue contando mi diagnóstico y desde ahí he ido narrando mi historia. No desde la tragedia y el drama. Y he inspirado a mujeres que viven lo mismo. También me escriben mujeres y hombres que pasan por una separación, y agradecen porque mis lives les han servido para ver sus vidas con optimismo.
SEMANA: ¿Por qué no le gustan las típicas expresiones asociadas a los pacientes con cáncer de que están dando una batalla o que son unos guerreros?
M.M: Porque no me gusta hablar de los problemas desde la tragedia. “Estás luchando”, me dicen. Y yo no estoy luchando contra nada. Estoy haciendo un proceso de sanación, en el que doy lo mejor de mí, mis médicos dan lo mejor de ellos. Hago un proceso físico y emocional para sanarme por completo. Pero si uno lucha y batalla, eso se hace mucho más difícil.
SEMANA: Pese a tanto optimismo, ¿cómo vive esos momentos de quiebre?
M.M.: He llorado, me he sentido derrumbada, he pasado noches en vela. Un proceso de estos es como una montaña rusa. Tu vida se revuelca en todos los sentidos. La parte laboral y económica se ve afectada y también la familiar. Y empiezas a ver quién está en tu vida y quién no. He tenido muchos días de llanto, pero trato de no quedarme en esos momentos. No es que no me permita vivirlos: me permito llorar, sentir miedo, incertidumbre, angustia, pero identifico esa emoción y me digo: “Mija, ya lloró, pa’ arriba otra vez”. Mi meta es ganar el partido…
SEMANA: ¿Ha vivido la amargura de descubrir que no tenía tantos amigos como creía?
M.M: Pero muchos. Nunca he sido de muchas personas. He sido más bien solitaria, pero he tenido gente tan firme a mi lado, que yo no pensaba que esas personas me quisieran tanto. Y son las que más me han sorprendido. He recibido tanto amor y apoyo que solo me quedo con eso. No en las personas que creí que iban a estar y no estuvieron. Hoy digo: “Dios mío, gracias por dejarme ver esta situación, por dejarme ver a las personas que solo estuvieron en mis momentos buenos, y en los difíciles, que es cuando uno realmente necesita a la gente, salieron despavoridos”. Por muy duro que haya sido, lo agradezco.
SEMANA: ¿Qué ve cuando se asoma en el espejo?
M.M: Me veo y digo: Mariana, me quito el sombrero. Has pasado por tanto y estás aquí, sonriendo y aceptando los cambios que la vida te dio.