La última noticia que se supo del príncipe Andrés de Inglaterra, de 61 años, es que la reina Isabel no le quitará su papel en la Guardia de Mayores, una movida vista como un espaldarazo materno. También se supo que se encuentra en Balmoral, el castillo de vacaciones de la familia en Escocia, junto con su exesposa, Fergie, otra de las más fieles defensoras. Así, protegido por estas dos mujeres, el duque de York aguanta el mayor escándalo vivido por la realeza británica en los últimos tiempos y en el cual él es protagonista.
Hace unas semanas, el alboroto se armó cuando recibió una demanda en su contra, instaurada por Virginia Giuffre, de 38 años, quien alega, ante una corte de Nueva York, que el príncipe la violó en dos oportunidades cuando ella tenía 17 años, y él, 40. Andrés, poco a poco, se ha ido quedando sin defensores.
Nadie más en el palacio, fuera de su madre y su ex, creen en su versión. En varias ocasiones, ha negado haber tenido relaciones y hasta manifestó no recordar haber conocido a Giuffre, aunque existe una fotografía de ella junto al príncipe, en casa de Ghislaine Maxwell, que data de aquella época.
El segundo hijo de la reina tuvo que renunciar a todos sus deberes reales el año pasado por estas acusaciones. Su hermano mayor, el príncipe Carlos, estaba considerando la decisión de reintegrarlo. Pero, con este anuncio, ahora se niega a que el noveno en la línea de sucesión al trono tenga compromisos reales; quiere evitar una crisis reputacional de la monarquía, que suficiente ha tenido con las acusaciones de racismo de Harry y Meghan, duques de Sussex.
El alegato de Giuffre no es nuevo y se conoció a raíz del caso de Jeffrey Epstein, amigo personal del príncipe Andrés y quien se suicidó en la cárcel mientras esperaba el juicio por trata sexual y conspiración para traficar menores con fines sexuales. El año pasado, los fiscales del caso Epstein le enviaron al Gobierno británico un requerimiento formal (conocido como MLAT, por sus siglas en inglés), en el que pedían acceso al príncipe, un mecanismo usado cuando los países no han obtenido la información que necesitan de manera voluntaria.
El duque de York, además, no tiene inmunidad diplomática, un privilegio que solo se le reserva a la reina. De tal modo que, si él pone un pie en suelo estadounidense, una corte podría llamarlo a testificar y obligarlo a dar evidencia en el caso. Los expertos dicen que eso solo pasaría si viaja voluntariamente a Estados Unidos, pues es un caso civil y no criminal, y eso significa que él no puede ser pedido en extradición. El príncipe, en público, siempre se ha mostrado deseoso de ayudar a los abogados del caso, pero hasta el sol de hoy no ha entregado ninguna declaración bajo juramento sobre Epstein ni mucho menos sobre las acusaciones de Giuffre.
La única estrategia pública fue una entrevista con Emily Maitlis, de la BBC, en 2019, en la que salió muy mal parado y como un mentiroso. Por eso, Giuffre y sus abogados decidieron interponer esta acción legal y ver si esta vez podían obtener de él una declaración juramentada.
Tal y como se lee en el documento, los abogados de Giuffre sostienen que Epstein, Maxwell y Andrés de Inglaterra forzaron a Giuffre a tener relaciones sexuales con el príncipe en contra de su voluntad, como parte de una operación de tráfico de jóvenes montada por Epstein y en la que Maxwell hacía las veces de madame.
Alegan que Andrés abusó sexualmente de ella en la mansión de Epstein en Nueva York y en una isla privada del magnate en las Islas Vírgenes. Giuffre, cuyo apellido de soltera es Roberts –hoy de 38 años, casada y con tres hijos–, sufrió daños severos y permanentes por estos ataques.
“Hace 20 años, la riqueza, la posición, el poder y las conexiones del príncipe Andrés le permitieron abusar de una niña asustada y vulnerable sin que nadie la protegiera. Alguien debe ser responsable de ello”, dicen los fiscales, quienes, además, dejaron en claro que nadie estaba por encima de la ley: ni príncipes ni presidentes.
Se trata de un caso civil en el cual ella pide una compensación monetaria, calculada en millones de libras esterlinas, como daños punitivos frente al trauma que le dejó esa relación no consensuada con el príncipe. Pero ojalá todo fuera cuestión de plata. Si Andrés atiende el llamado, sería forzado a contestar las preguntas acerca de su propia vida sexual y de la relación con Epstein.
Los abogados, de hecho, piensan que no hay ninguna obligación de defenderse de estos alegatos, pues las Cortes no pueden pedir la extradición en pleitos civiles. Pero otros dicen que, si el príncipe no comparece, el juicio podría efectuarse en su ausencia. Eso elevaría el riesgo de que el hijo consentido de la reina termine juzgado como un abusador sexual, algo inédito en la historia moderna de la monarquía británica.
Fuera de eso, hay una presión adicional que no le favorece: apareció un testigo dispuesto a contar bajo juramento que vio al príncipe besar y manosear a una joven rubia, en biquini, en la piscina de la mansión del millonario en la isla caribeña.
La existencia del testigo, cuyo nombre es Steve Scully, especialista en telecomunicaciones de Epstein, ha sido catalogada como una bomba a punto de estallar para el príncipe, a quien ni siquiera los consejeros reales le creen su versión ni parecen estar contentos con su estrategia de poner una muralla, negar las acusaciones y esconderse bajo las enaguas de su madre. También se espera que el abogado de Giuffre presente pruebas “de otras mujeres que vieron al príncipe Andrés con Virginia en una mansión de Nueva York”.
Johanna Sjoberg asegura que Maxwell la llevó a Epstein cuando era una joven estudiante universitaria y que “vio a Virginia en el regazo del príncipe Andrés”. Testimonios parecidos podrían obtenerse de otros miembros del personal doméstico de Epstein.Sin embargo, antes de que llegue a esa etapa, los expertos dicen que el duque y sus abogados tratarían de resolver la demanda de Giuffre alegando que es “falsa”.
En este punto tienen argumentos a favor, pues, según los conocedores del tema, la víctima ha cambiado muchas veces su historia. Incluso, en algún momento señaló que tuvo un tercer encuentro con el príncipe al participar en una orgía con otras ocho mujeres. Pero esto, hasta para los detractores de Andrés, parece traído de los cabellos, pues un Windsor nunca dejaría tantos cabos sueltos.
Asimismo, podrían desestimar el caso señalando que la corte de Nueva York no tiene jurisdicción en Inglaterra. Pero, si un juez decide que el caso debe proceder, es probable que se convoque a un jurado civil, según Aamer Anwar, abogado y activista de derechos civiles de Escocia. Este le dijo al Daily Mail que, si el duque de York opta por no comparecer, el juicio podría continuar en su ausencia. Si el jurado falla a favor de Giuffre, el príncipe podría verse obligado a pagar daños y perjuicios “por millones y millones de dólares”.
De hecho, se prevé que el caso civil durará años, lo que representa un espada de Damocles para Andrés. Pero esto, a su vez, amenaza con ser una pesadilla con la cual la reina –y eventualmente su sucesor, Carlos– tendrá que lidiar en los años venideros. Será un lío ante el cual los divorcios de los miembros de la realeza y los berrinches de Harry, en comparación, serían completas boberías.