María Eva Duarte se murió el 26 de julio de 1952 para convertirse en un mito. Argentina se vistió de luto y miles de personas asistieron a su funeral, tantas que la cola para despedir a Evita llegó a medir 35 cuadras. Su velorio duró 14 días y los ‘descamisados’, como le decía de cariño a los más humildes, se sintieron huérfanos con su partida. Si en vida la adoraban, con su muerte la elevaron a la categoría de santa. Muchos derramaron lágrimas sobre su féretro, pero otros cuantos celebraron su muerte. Evita era su mayor pesadilla, la trataban de prostituta y arribista e incluso, cuando enfermó con apenas 33 años, escribieron "que viva el cáncer" en los muros de Buenos Aires. Sus opositores temían que la tumba de Evita se convirtiera en un lugar de peregrinación, y por eso, su cuerpo embalsamado se convirtió en un botín político. Solo hasta 16 años después, 'la capitana', como también le decían, pudo descansar en paz en el Cementerio de la Recoleta. Su paso por la política fue fugaz, apenas ejerció siete años, y sin embargo, ese tiempo le bastó para hacerse inmortal. La actriz humilde que llegó a ser la primera dama murió a los 33 años con toda una Nación doblegada a sus pies. Llegó a ser un icono solo comparable con el Che Guevara. Por eso, sesenta años después sigue despertando pasiones y odios, pero nunca indiferencia. Ha inspirado libros, películas y hasta musicales en Broadway. Está tan viva entre los argentinos que con motivo del aniversario de su muerte, la presidenta argentina, Cristina Fernández, puso su rostro en los billetes de cien pesos, los de mayor denominación en el país. Será la primera vez en la historia de Argentina que el rostro de una mujer aparezca en un billete. "Evita fue la mujer que instaló definitivamente en la agenda política el tema femenino y el tema social. Claramente hay un antes y un después de la presencia de Evita en la historia argentina", declaró el historiador Felipe Pigna, autor de la biografía Jirones de su vida.