El documento más reservado de Inglaterra preparado desde hace décadas es el protocolo del funeral de la reina Isabel II. Ahora, por su delicado estado de salud, se han filtrado muchos de los más importantes detalles de esos 12 días que le tomará a ese país enterrar a una de sus soberanas más queridas y la que ha reinado por más tiempo.
Aunque se le ha visto manejando el carro y renuente a quedarse quieta como lo recomendaron los médicos, a sus 95 años la reina no es ninguna jovencita y la posibilidad de su muerte, ahora que enviudó, cada vez se ve más cercana. El funeral de un monarca no es algo que se improvisa, sino que se planea desde su coronación.
El de Isabel II está listo desde 1960 y se revisa periódicamente. Se le llama con un código secreto, que en su caso es London Bridge Down, una manera eufemística de nombrar esa transición entre Isabel y su hijo Carlos, quien será proclamado rey a las horas posteriores de su deceso.
Su coronación puede tardar meses, en el caso de Isabel eso sucedió en 1953, un año y cuatro meses después de morir su padre, Jorge VI. El fatídico día de la muerte de la reina se conoce como día D y a cada jornada después se le agrega un número consecutivo: D+1, D+2 y así sucesivamente hasta que su féretro llegue a la morada final, que será la cripta familiar en el castillo de Windsor, al lado de su esposo, el príncipe Felipe de Edimburgo.
El protocolo, que ha sido supervisado por la propia reina, prevé que en el día D, la noticia de la muerte de la soberana se dé a conocer en primera instancia al primer ministro. La llamada la hará el secretario personal de la reina, quien le dirá al funcionario: “London Bridge is down”, que traduce “el puente de Londres ha caído”. Las Fuerzas Armadas realizarán saludos con armas de fuego en todo el país horas después.
Lo importante es que donde quiera que la muerte ocurra, el cuerpo de la reina deberá ser devuelto al Palacio de Buckingham, donde permanecerá en la Sala del Trono. El plan C es el más incierto de todos, pues supone que la reina muera en un acto público, con lo cual la información de su fallecimiento no podrá ser controlada por el Palacio de Buckingham y habrá que darle espacio a la improvisación, como sucedió cuando murió Diana de Gales.
Las cadenas de televisión cancelarán sus programas humorísticos y los canales públicos conectarán su señal a la BBC. Las emisoras de radio solo programarán música triste y la página web y las redes sociales de la monarca tendrán un fondo negro con el anuncio de su muerte.
En el día D+1 los principales miembros del Gobierno y del Estado se reunirán en el Palacio de St. James, cerca del de Buckingham, para proclamar a Carlos como nuevo soberano. Un funcionario leerá la proclamación de que Gran Bretaña tiene un nuevo monarca y el mensaje se transmitirá en simultánea en el Royal Exchange en Londres, junto al Banco de Inglaterra.
Al mediodía, los diputados, encabezados por el primer ministro, le rendirán homenaje en la Cámara de los Comunes. Y a las 3:30 p. m., el primer ministro y el gabinete irán al Palacio de Buckingham y tendrán una audiencia con el rey Carlos.
Se especula que Carlos se cambiará el nombre a Jorge VII, aunque otros dicen que no está definido. Tampoco lo está el título que reciba su esposa Camilla, duquesa de Cornwall. Debería ser reina, pero se contempla que se le llame princesa consorte, tal y como lo hizo el príncipe Felipe, duque de Edimburgo.
Entre los días D+3 y D+4, el rey iniciará una gira por el Reino Unido que comenzará con una visita a Westminster Hall, donde los parlamentarios le ofrecerán formalmente sus condolencias. Luego seguirá una visita al Parlamento escocés, en Edimburgo, y más tarde hará presencia en la Catedral de St. Giles, donde habrá un servicio conmemorativo.
Su próxima parada será Irlanda del Norte. Allí se dirigirá al castillo de Hillsborough, donde lo esperan el secretario de Estado y los miembros del Parlamento. Luego asistirá a un servicio en la catedral de Santa Ana, en Belfast. Mientras tanto, en Londres se pondrá en marcha la Operación León, que implica hacer el primer ensayo de la procesión del ataúd de la reina desde el Palacio de Buckingham hasta el Palacio de Westminster.
En el día D+5, la reina dejará el Palacio de Buckingham y será llevada al Palacio de Westminster para permanecer en estado. La procesión será el primer gran desfile militar, el mismo que se ha realizado en funerales reales como el de la reina madre en 2002. Se calcula que un millón de personas estarán presentes para despedir a su soberana.
En el palacio la reina estará tres días y podrá ser visitada las 24 horas del día por el público. A partir del día D+6 y hasta el día D+9 se activará la Operación Pluma. El ataúd se colocará en un catafalco oscuro, con un marco de madera decorado para sostenerlo de modo que el público pueda verla. Los personajes VIP tendrán espacios cronometrados para presentar sus respetos.
El público podrá caminar con la sala cerrada solo una hora cada día. Para ese momento, Carlos volará a Gales para el tramo final de su gira por el Reino Unido. Visitará el Parlamento galés antes de un servicio conmemorativo en la catedral de Llandaff, en Cardiff. Y habrá una gran cantidad de planificación en la casa real y en Whitehall, especialmente para garantizar que los jefes de Estado, personalidades importantes y dignatarios tengan lo que necesitan para dirigirse al Reino Unido a asistir al funeral.
El día D+10 está destinado para el funeral. Los súbditos británicos se pondrán brazaletes negros o alguna otra señal de duelo. Cuarenta y un cañones dispararán salvas durante siete minutos desde Hyde Park. El funeral de Estado se celebrará en la abadía de Westminster y culminará con un silencio de dos minutos en todo el país al mediodía.
Luego será llevada a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, donde será enterrada en la capilla conmemorativa del rey Jorge VI, junto al príncipe Felipe.
Será con todos los detalles de la tradición inglesa y se prevé que no habrá concesión alguna a la modernidad porque Isabel representó el orden y la estabilidad. Es lo mínimo que se podría esperar para despedir a una de las soberanas más carismáticas que ha tenido la monarquía a pesar de ser una institución anacrónica.