Tras 27 años de matrimonio con Melinda French, la creencia general era que envejecerían juntos. Así, Gates no seguiría el destino de otros multimillonarios como Elon Musk y Jeff Bezos, los dos más acaudalados del planeta, que pasaron de juiciosos y aburridos nerds a protagonistas de la prensa rosa por sus coloridas vidas sentimentales.

Ahora, el genio de Microsoft transita el mismo camino y su escándalo supera en salacidad a los de aquellos colegas de Silicon Valley.

A comienzos de mayo, el empresario y su esposa desconcertaron con el anuncio de su divorcio.

Muchos que creían que Gates no rompía un plato se conformaron con las escuetas declaraciones que la pareja dio sobre el fin del que fue uno de los matrimonios más idealizados del mundo.

“Ya no podemos crecer más como pareja”, expresaron escuetamente, pero eso no atajaría la avalancha de conjeturas sobre lo que realmente pasó para que dieran un paso de hondas implicaciones, dada la fortuna en juego, estimada entre 124.000 y 146.000 millones de dólares.

Poco a poco fue saliendo a la luz que los Gates no eran ese dúo apacible y soso que se creía. Se supo, por ejemplo, que Melinda dejaba que su marido pasara un “fin de semana largo” al año con una de sus exnovias, Ann Winblad, en la cabaña de ella en Carolina del Norte. ¿Matrimonio abierto o de avanzada?, fue la pregunta, y, desde ahí, los periodistas empezaron a escudriñar sobre la mugre que los Gates escondían bajo la alfombra.

Es, ni más ni menos, que The New York Times, el diario más prestigioso del planeta, el que se ha encargado de saciar el inatajable morbo.

En un artículo titulado ‘Mucho antes del divorcio, Bill Gates tenía una reputación por su conducta cuestionable’, el periódico acopió testimonios de exempleados y actuales colaboradores de los Gates, que darían cuenta de que él no era la personificación del marido modelo, y de la incoherencia entre lo que predica y aplica en su filantropía.

El destape más impactante se refiere a cómo él les ‘caía’ a las mujeres que trabajaban en Microsoft o en su Fundación Bill y Melinda Gates.

El primer caso documentado por el Times data de 2000, cuando llevaba seis años de casado. Todo se supo porque la implicada, una ingeniera que trabaja en Microsoft Corp., le envió, en 2019, una carta al consejo directivo de la empresa con la confesión de que había tenido una relación sexual con Gates por años.

Los ejecutivos contrataron a una empresa de abogados para que investigara y resolvieron que, ante lo inapropiado del romance, Gates no debía seguir en la mesa directiva de la compañía, cofundada por él y que ha transformado al planeta.

De fiesta en el Festival de Sundance, en 2010, cuando tenía el permiso de su esposa para verse una vez al año con una de sus exnovias, Ann Winblad. Lo que Melinda nunca aprobó fue la amistad con el pedófilo Jeffrey Epstein.

Como también lo reportó The Wall Street Journal, el millonario se retiró antes de que concluyeran las pesquisas, so pretexto de que quería dedicarles más tiempo a la filantropía y a su familia. Su vocera le confirmó el amorío a la prensa: “Hubo un affaire hace casi 20 años que terminó amigablemente”.

Según The New York Times, quiso seducir a más empleadas, como sucedió en 2006, cuando asistió a la presentación que hizo una de ellas. “Gates, quien en ese momento era presidente de la compañía, salió de la reunión y de inmediato le envió un mensaje electrónico a la mujer pidiéndole que cenaran, según dos personas familiarizadas con el incidente”, relató el periódico.

A propósito, han merecido toda clase de comentarios sarcásticos las frases siguientes de la nota: “Si esto te hace sentir incómoda, haz de cuenta que nunca pasó”.

La fuente que le reveló este contenido al diario apuntó que, en efecto, ella no se tomó bien la petición y la soslayó. Una mujer que laboraba en la fundación también le relató al Times su experiencia.

Una vez viajó con él por trabajo a Nueva York y, durante un coctel, el magnate le susurró al oído: “Quiero verte. ¿Cenarías conmigo?”. Ella estalló en carcajadas para zafarse de la situación, que le pareció desagradable.

Estos fueron solo tres de muchos incidentes que enrarecían el ambiente de trabajo de Microsoft, atestiguaron seis personas relacionadas con la firma. “Gates era conocido por sus torpes acercamientos a las mujeres dentro y fuera de la oficina. Su conducta desató comentarios generalizados entre los trabajadores acerca de su vida personal”, anotó el informe.

Los infidentes aclararon que si bien su comportamiento era reprochable, nunca vieron en él a un depredador sexual, dado que no presionaba a las mujeres a que aceptaran sus devaneos en aras de mejorar sus carreras en la empresa.

Pero ello no invalida que su actitud se opone al objetivo de empoderar a las mujeres que se ha fijado su fundación, como lo anunció Melinda en 2019, con una donación de 1.000 millones de dólares.

Para dar a conocer el plan, ella escribió una columna para la revista Time, en la que observó: “Aunque la mayoría de las mujeres trabajamos a tiempo completo (y hasta más), todavía cargamos con la responsabilidad del cuidado del hogar; enfrentamos acoso sexual generalizado y discriminación; estamos rodeadas de representaciones sesgadas y estereotipadas que perpetúan visiones de género perjudiciales”.

Melinda, así mismo, ha contado cómo le tocó luchar con Gates para que la dejara firmar junto con él las declaraciones de la fundación.

Con su novia Jill Bonnett y su amiga Esther Dyson, en los años ochenta, cuando daba salvajes fiestas nudistas en su casa. El matrimonio con Melinda no aplacó su coquetería.

Todos esos elementos ayudarían a resolver el misterio de por qué se separaron, a lo cual se sumaría otro factor: Jeffrey Epstein.

El tristemente célebre pedófilo que estaba a punto de ser condenado por tráfico de niñas con fines sexuales antes de su suicidio, en 2019, amenaza con arruinar la reputación de Gates, como ya lo hizo con Andrés de Inglaterra.

El mago de la informática se suma a la lista de hombres célebres, como Bill Clinton o Donald Trump, que lo trataron. Cuando Gates lo conoció, en 2011, ya había sido condenado por contratar prostitución infantil.

Aunque Melinda manifestó su descontento, su marido siguió viéndose con él, como se lo confirmaron a The New York Times fuentes con información privilegiada. Voceros del millonario afirman que nunca se involucró en las parrandas de Epstein, sino que solo hablaban de filantropía.

En 2019, sin embargo, el diario publicó que Gates visitó múltiples veces a Epstein en su casa de Nueva York y que viajó en su avión privado. El financista solía rodearse todo el tiempo de bellas jóvenes y Gates le narró a un allegado que una vez estaba en su residencia una ex Miss Suecia con su bella hija de 15 años.

Mucha de la información recogida en ese artículo no era conocida por Melinda y, al parecer, su gran indignación la llevó a iniciar conversaciones con sus abogados acerca del divorcio, que ahora tiene en vilo al mundo.