Mucha gente recuerda las locuras que protagonizó Britney Spears entre los años 2006 y 2008. Luego de ser la ‘princesa del pop’ y de triunfar en todo el mundo con una imagen de niña perfecta y dulce, su salud mental y su estabilidad emocional comenzaron a desmoronarse poco a poco y ante la mirada perpleja de sus millones de fanáticos de todo el mundo.

La primera señal de que algo iba mal apareció cuando empezó a protagonizar noticias de borracheras, juergas y bodas sorpresa que se acababan a los pocos días. Pero luego las cosas se descontrolaron: los paparazzi la vieron llorando con su hijo de siete meses entre sus piernas, se rapó frente a las cámaras y golpeó con una sombrilla el carro de uno de los periodistas que la seguían mientras le gritaba: “¿Qué quieren de mí?”.

Su familia intervino y la justicia actuó: le quitó la custodia de sus dos hijos (que quedó en manos de su exesposo Kevin Federleine), la internó en un centro psiquiátrico y decidió que la cantante no estaba en facultades de manejar su vida, su carrera ni su cuantiosa fortuna. Por ese motivo le asignaron a su padre, Jamie Spears, como tutor legal para que las manejara por ella. Desde entonces la cantante no puede dar un concierto, comprar un bien, hablar en público o escribir algo en redes sociales sin la autorización de su progenitor.

Eso no significó el fin de su carrera. La cantante salió de su terapia, volvió a dar una gira de conciertos, publicó nuevos discos y luego estableció un famoso show en Las Vegas. Incluso montó un negocio de ropa y otro de colonias y perfumes con su nombre. Pero debido a su condición legal no podía disfrutar libremente de ninguno de los millones que generaba. El uso de esa plata, la decisión de hacer más conciertos y hasta la firma de sus contratos dependían totalmente de su papá.

Ese sistema funcionó relativamente bien hasta el año pasado, cuando Jamie tuvo problemas de salud y dejó la tutoría sobre Britney en manos de Jodi Montgomery, la representante y amiga de la artista. Estresada, supuestamente, por el estado de salud de su padre, la cantante tuvo un colapso nervioso y fue internada en un centro de salud. Algunas teorías conspirativas en las redes, sin embargo, especulaban con que se trataba de un intento de controlarla, para que no aprovechara la ausencia de su tutor.

Sea como haya sido, unos meses después los abogados de la cantante presentaron una petición para que su padre dejara de ser su tutor legal y este derecho quedara en manos de Montgomery o en los de su hermana Jamie Lynn Spears. De inmediato, sus seguidores y varias celebridades como Miley Cyrus, Cheer o Paris Hilton lanzaron la campaña #FreeBritney (liberen a Britney) con la que pedían que la justicia le devolviera sus derechos a Spears.

Todo acompañado de un montón de teorías que vinculan su cuenta de Instagram (llena de fotos en las que aparece con la misma ropa, ojos perdidos y mensajes religiosos), que en realidad maneja con supervisión de su tutor legal, con supuestos pedidos de auxilio para que la saquen de la especie de secuestro en la que la tienen.

Britney Spears y Kevin Federline estuvieron casados entre 2004 y 2006 y son padres de dos hijos: Sean Preston y Jayden James.

Una jueza, sin embargo, decidió que las condiciones de la tutela se deben mantener iguales hasta 2021. Sus abogados apelaron la decisión y esta semana en la audiencia dijeron algo que ha preocupado a todos sus fanáticos.

Ante el pedido de la abogada de Jamie Spears de que la propia Britney se presente en la Corte a dar su versión o envíe un documento firmado explicando qué es lo que está pensando, él respondió que “ella tiene la capacidad mental de una persona en coma para firmar documentos. Soy la fuente exclusiva de información en los alegatos públicos sobre lo que quiere mi cliente”.

El juez no decidió a fondo y fijó una fecha posterior para fallar y para decidir sobre el pedido de declaración o no de la cantante. Por ahora lo único claro es que su carrera está en pausa y que es muy difícil que vuelva a cantar en el corto plazo.