El día que Camila Chaín Londoño atendió esta entrevista con SEMANA, el pequeño Tobías cumplía un mes de nacido. La periodista se escuchaba cansada, pero feliz. Luego lo explicaría: este bebé era un sueño largamente aplazado en la vida de una barranquillera que desde niña soñaba con convertirse en madre.
“Suena cursi, pero es verdad”, dice Camila, mientras sostiene al inquieto Tobías en brazos. “Cuando era pequeña y jugaba con mi hermana, me metía un balón debajo de la blusa simulando estar embarazada. Pero en realidad no quería tener un hijo, lo que quería era tener una familia”.
Y esa familia la encontró al lado de Kelly Barrios, una gerente comercial de un laboratorio de productos veterinarios, de la que se enamoró sin remedio y con quien se casó en una ceremonia civil en 2018.
Pronto, cuenta Camila, a las conversaciones de la pareja llegó el tema de la maternidad. “Y como yo soy seis años mayor que Kelly, tenía ya el reloj biológico en contra y los óvulos se envejecen después de los 35 años, decidimos que fuera yo quien se embarazara primero; decidirlo fue muy fácil, no nos tomó ni cinco segundos”, cuenta la periodista.
El anhelo de ambas, sin embargo, es que Kelly pueda también ser madre en poco tiempo. “Ella sabe que a mí me gustaría una ‘escuela de fútbol’ en la casa, a lo Falcao. Un hogar con muchos, muchos hijos. Pero para eso me falta tener la billetera de Falcao”, asegura la barranquillera entre risas.
Con 43 años, Camila —comunicadora social y mujer de radio— confiesa que, contrario a lo que muchos piensan, el suyo no fue el mismo caso de miles de mujeres que solo contemplan la maternidad cuando ya han cumplido otras realizaciones personales y profesionales. “Esa no era mi intención. Simplemente quise esperar a la persona adecuada para convertirme en mamá. Nunca quise ser una mamá soltera, eso lo tenía claro. Y eso solo se dio a una edad en la que la gente cree que ya te dejó el tren. Y después de 25 años de carrera, cuando había pasado por varios medios, por la radio, por la fotografía y hasta había escrito un libro”, relata.
“Es que a mí me pasó todo lo contrario. Cuando llegó Tobías, yo ya tenía casi todo ‘chuleado’ en mi vida. Fui a un mundial, a varios olímpicos. Hice radio por más de 15 años. Fui directora, reportera, columnista, escritora. O sea, si quisiera, podría mañana mismo pensionarme. Entonces me sentía absolutamente preparada para ser mamá y con muchos aprendizajes de vida, muchas heridas cerradas. Claro, no tengo la vitalidad de los 20 años, pero uno saca esa vitalidad de donde sea cuando se trata de un hijo muy anhelado”, se le escucha decir a la periodista.
El camino para convertirse en madre
Pero la búsqueda de la maternidad no fue un camino fácil para la pareja. Primero, lo intentaron con inseminación de óvulos, pero no tuvieron éxito. “Esa pérdida fue, en gran parte, mi responsabilidad, porque no me informé primero y uno cree que los milagros ocurren todos los días, que uno tiene una varita mágica, que uno es una supermujer. Pero no, mis óvulos no estaban bien. Por mi edad ya no eran de buena calidad. El bebé se desarrolló hasta la semana siete y, cuando fuimos a escuchar los latidos, el médico se dio cuenta de que era un embarazo no viable y lo interrumpió. Fue muy triste para las dos. Fui terca en eso, es la verdad”.
Luego, la pareja acudió a un tratamiento llamado Ropa (Recepción de Ovocitos de la Pareja), un método de fecundación que permitía que los óvulos de Kelly se gestaran en el vientre de Camila. Así se hace posible la concepción de un hijo biológico en parejas del mismo sexo.
Los intentos con el método fallaron. Y casi sin esperanzas, Camila se sometió a una terapia neural que podría ayudar a su útero. El milagro al fin se produjo y Tobías llegó a sus vidas en abril pasado.
Un hogar diverso
Desde sus inicios como periodista, Camila se ha convertido en un referente en la defensa de la igualdad y los derechos de la comunidad LGBTI. “Y como madre, sé que llegará el día en que hable con mi hijo de que tiene dos mamás. Yo tengo esa fecha ya en mi calendario. Él me hará preguntas y yo le contestaré siempre con la verdad. Y si un día alguien le pregunta por qué no tiene papá, le enseñaré a contestar ‘porque tengo dos mamás’. Es que niños como Tobías vienen a este mundo a ayudarnos a entender la diversidad”, reflexiona Camila.
Acostumbrada a ir por la vida a contracorriente y esquivando las críticas, Camila Chaín no le teme a la intolerancia. “Por fortuna, Colombia es un país que ha cambiado. Nos ha permitido casarnos, conformar una familia y registrar a mi hijo sin problemas”, dice.
El bebé se llama entonces Tobías Chaín Barrios. Y la decisión del orden de los apellidos salió, como todo en la vida de Kelly y de Camila, de un gesto de amor. “Un día que nos comunicaron que la prueba de embarazo había sido negativa, en uno de tantos intentos que hicimos, yo me puse muy mal. Tan triste, que Kelly no sabía qué hacer. Y en ese momento me dijo: ‘Yo sé que hemos estado analizando sobre los apellidos, pero te voy a dar un regalo para que no estés tan triste. Nuestro bebé, cuando sea que llegue, tendrá tu apellido primero’”.
Gran parte de esa experiencia la recogerá en un libro que aún no tiene nombre, pero que Camila espera salga publicado en el segundo semestre de este año. “Lo hice pensando en esas parejas como la nuestra, que se arriesgan a buscar una familia a través de procesos de fertilidad. Será una guía para tomar las mejores decisiones y para conocer el cuerpo de la mujer. En los colegios nunca te enseñan nada de reproducción, ni de fertilidad. Y uno va como a tientas en esos temas”, asegura la periodista.
Todo esto lo cuenta sin dejar de atender a su bebé. Dice que es buena para trasnochar, pues es una herencia que le dejaron tantos años en la radio. “Cuando comencé en radio me decía ‘quién me mandó a meterme en un oficio con estos turnos’. Y hoy lo agradezco”.
Con la lactancia no ha tenido la misma suerte. Ha sido un proceso difícil, dice. “Hubo un día en que me frustré y lloré porque uno se siente mala mamá y de verdad era un momento con mi hijo que quería disfrutar”.
Con su bebé permanece “24/7 porque Kelly, por su trabajo, debe viajar mucho, pero tenemos un entorno que nos apoya al ciento por ciento. Aquí entra una abuela y sale la otra, así ninguna de las dos viva en Bogotá. Pero Kelly es una mamá que se las ingenia para estar superpresente siempre. Hemos hecho un gran equipo. Y cuando ella está en casa, es totalmente entregada, nos apoyamos mutuamente. Eso ha sido maravilloso. Así me imaginaba el hogar que siempre soñé desde que era una niña”.