El 2 de junio de 1953, el mundo asistió por primera vez, en vivo y en directo, a la coronación de quien se convertiría en la monarca más longeva de la historia: Isabel II. Su llegada, con 25 años, como soberana del Reino Unido fue uno de los acontecimientos más mediáticos del siglo pasado: con 8.000 invitados, era la primera vez que se transmitiría una coronación íntegramente en directo y en color, la primera de muchas ocasiones multitudinarias que viviría Isabel II en su largo reinado de casi siete décadas.
No fue solo una gran ocasión para los británicos, sino para los países de la Commonwealth, organismo formado por naciones con lazos históricos con el antiguo Imperio británico. De ahí que las grabaciones del evento fueran enviadas por avión el mismo día para ser retransmitidas en otros países, como Canadá, Australia o Estados Unidos, y unos 750 periodistas lo cubrieron en 39 lenguas distintas, lo que demostró el interés mundial por la nueva reina.
Este 6 de mayo, en la abadía de Westminster, la escena se repite, aunque con expectativas bien distintas. Carlos de Inglaterra, el hijo mayor de la fallecida reina, accederá al trono después de más de medio siglo como heredero, una larga espera que ha dedicado a la filantropía, la espiritualidad y a su compromiso con el medioambiente.
Bajo el nombre de Carlos III, se propone liderar la monarquía con 74 años a cuestas y tras una vida marcada por el escándalo, principalmente por su nada discreta infidelidad con la futura reina consorte, Camila Parker Bowles, y su divorcio de la princesa Diana, quien vive aún en la memoria del pueblo británico 26 años después de su muerte.
Medios como The Guardian han señalado desde hace meses que es poca la expectativa que genera la coronación de Carlos III, pues se trata de un rey viejo que en todos estos años no se ganó la simpatía de un pueblo que lo ve, en buena medida, como el hijo en quien su madre no confió para legarle una corona a la que nunca abdicó, pese a su avanzada edad.
De hecho, la imagen positiva de Carlos III parece estar en un punto bajo, lejos del 80 por ciento de Isabel II al momento de morir. En efecto, desde que llegó al trono en septiembre, ha asumido poco a poco sus funciones en un escenario frágil, consecuencia de la crisis que vive el país por el alto costo de vida, que se sumó a las idas y venidas políticas que obligaron al cambio del primer ministro en dos oportunidades.
Bajo esa sombra, y en medio del agotamiento de una sociedad que cada vez se sintoniza menos con la idea de sostener los lujos de una monarquía que en la práctica no cumple un gran rol, YouGov –firma que realiza investigaciones de mercado– difundió un sondeo que expuso que más de la mitad de los británicos (51 por ciento) creen que el evento no debería ser financiado con sus impuestos.
Entre quienes se oponen al pago se destacan los jóvenes, justamente los más afectados por la crisis económica y la inflación. De ahí que el 62 por ciento de los consultados, entre los 18 y los 24 años, votaron negativamente.
Y no están del todo equivocados. Si bien el palacio de Buckingham no ha difundido la cifra exacta de los costos de la coronación –algo que diarios como The Guardian cuestionan por tratarse de dineros públicos–, se estima que los arreglos, conciertos, ceremonias y actos protocolarios, además del enorme dispositivo de seguridad para un fin de semana, costarán por lo menos varias decenas de millones de euros.
A esto se suma el bajo perfil de Carlos III y su intento, en vano, por mostrarse “más humano” y menos “inalcanzable” –como solía ocurrir con la realeza–. Eso explica por qué solo un 33 por ciento manifestó atracción por la coronación, mientras un 35 por ciento se mostró poco interesado y a un 29 por ciento parece no importarle ni un poco. Sin contar con que un 48 por ciento dijo que no la mirará ni participará de las celebraciones.
Problemas en el paraíso
El entorno familiar del rey tampoco ha jugado a su favor. Por un lado, el príncipe Harry atizó la crisis con una docuserie de Netflix que acaparó por varios días los titulares de prensa del mundo en diciembre pasado. El menor de los hijos del rey desnudó la guerra fría que vive con su hermano y heredero a la corona, el príncipe William, y la manera en que el palacio de Buckingham se convertía en una fábrica de fake news para dañar la imagen de integrantes de la monarquía que resultaban incómodos, como Meghan Markle.
La conmoción tras esas revelaciones crecería en enero con la publicación de las memorias de Harry, Spare, en las que fue más allá e, incluso, atacó a Camila Parker y detalló los desplantes que su padre tuvo con Diana de Gales.
El mayor de sus hijos no le ha dado menos dolores de cabeza. Rodeado por el escándalo de la infidelidad –situación que parece casi un sello en la monarquía–, el palacio de Buckingham no ha logrado contener los crecientes rumores que apuntan a que el matrimonio de William con Kate Middleton hace agua como consecuencia del romance del heredero al trono, desde hace un par de años, con la marquesa Rose Hanbury, quien fuera en el pasado una de las mejores amigas de la princesa de Gales.
La situación sería tan irreversible que Kate ya habría abandonado el palacio junto con los tres hijos de la pareja, y sus más allegados aseguran que espera a que pase la coronación para anunciar su divorcio del príncipe William.
Pero allí no han parado las informaciones sobre la que sería una crisis no solo matrimonial, sino para la realeza. Se rumora que Kate estaría furiosa con Camila, ya que habría sido ella quien filtró la información de la supuesta amante de William, pues nunca ha sido admiradora del matrimonio de los príncipes de Gales.
En medio de esa aguda crisis familiar, que llevó incluso a que el príncipe Harry asista a regañadientes a la coronación sin su esposa, Meghan Markle –ambos habían renunciado a sus deberes en la Corona en 2021–, los preparativos del evento han mostrado también el desinterés que despierta.
Lograr que importantes artistas aceptaran la invitación a las fiestas de coronación fue una verdadera proeza. Se negaron a formar parte grandes de la música británica como Adele, Harry Styles y hasta Elton John, ungido como caballero por Isabel II.
Hasta ahora, se sabe que al final terminaron aceptando Lionel Richie, Katy Perry y Andrea Bocelli.
Por el lado de los principales jefes de Estado, la coronación tampoco emociona. Empezando por el propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien se excusó de asistir y ser uno de los 2.000 invitados a la ceremonia, por lo que envió en su reemplazo a la primera dama, Jill Biden, algo impensable en los tiempos de Isabel II, cuando nadie se resistía a un encuentro con la difunta reina. Carlos III no la tendrá fácil, entonces, para demostrar ante el mundo su liderazgo. ¡Dios salve al rey!