A la familia real británica le aplica perfectamente el dicho que advierte que las malas noticias llegan en bloque. A un año lleno de noticias duras, como la renuncia del príncipe Harry y Meghan Markle a la realeza o la cuarta temporada de The Crown, que despertó viejas prevenciones por la institución, se le acaba de sumar otra: esta semana volvió a ser noticia el escándalo sexual del príncipe Andrés, el hijo favorito de la reina Isabel a quien Virginia Roberts, una de las víctimas de Jeffrey Epstein, acusa de acostarse con ella cuando tenía 17 años.

La razón: una investigación del Daily Mail desbarató las justificaciones y coartadas con las que el mismo príncipe había negado las acusaciones en una famosa entrevista con la BBC el año pasado. Una jugada con la que Andrés esperaba limpiar su nombre, pero que resultó desastrosa debido a su poca empatía hacia las víctimas y a sus convenientes lagunas mentales, que le impedían recordar algunos episodios lejanos, mientras daba detalles minuciosos de su agenda en los días en los que supuestamente se acostó con la menor. La entrevista fue tan criticada, que la reina Isabel decidió apartarlo de las labores públicas y quitarle todos sus honores, un castigo del que no ha podido recuperarse.

Roberts, quien fue reclutada por Epstein para una especie de red sexual, ha dicho que el príncipe se acostó con ella tres veces: una en Londres, en marzo de 2001, en la casa de Ghislaine Maxwell; otra en Nueva York, un mes después, en la mansión del millonario, y una tercera en su isla privada. Andrés ha negado insistentemente esos encuentros e incluso pone en duda que haya conocido a Roberts, a pesar de que existe una fotografía en la que están juntos. Para comprobar su teoría, ha presentado una serie de explicaciones detalladas sobre lo que hizo los días en los que lo acusan.

Dice, por ejemplo, que el encuentro en Londres, que según Roberts ocurrió el 10 de marzo, es imposible porque ese día llevó a su hija Beatriz, quien entonces tenía 13 años, a un cumpleaños en una pizzería de Woking, un municipio a 40 kilómetros de la capital inglesa. El problema es que, según la investigación del Daily Mail, ni los padres de la niña que celebraba su fiesta ni los empleados del príncipe recuerdan que él haya ido. Tampoco aparece en ninguna de las fotos, aunque la familia en cuestión recuerda que habían decidido no fotografiar a la princesa por respeto a la familia real. Lo peor es que un amigo de la propia Beatriz dice que ella no se acuerda de que su papá la haya acompañado ese día y en la agenda oficial de Andrés no hay ninguna mención al cumpleaños. Solo hay una obra de teatro en la mañana y una cita con la manicurista en la tarde.

La versión de Roberts, en cambio, tiene una gran prueba: la foto en la que aparecen ambos con Ghislaine Maxwell detrás. El príncipe ha llegado a decir que la imagen es un montaje, aunque varios expertos han dicho que no hay indicios de manipulación. La única persona que podría confirmar su autenticidad (además de Roberts) es Maxwell, quien actualmente está en la cárcel a la espera de un juicio programado para el próximo año por su participación en la red de Epstein. Algunos creen que podría negociar una condena favorable contando infidencias, incluida la veracidad de la fotografía con Andrés.

Esta foto muestra a Andrés con Virginia Roberts en la casa de Ghislaine Maxwell. El príncipe ha dicho que se trata de un montaje.

Pero los problemas del hijo de la reina Isabel no acaban ahí. Sobre el supuesto encuentro sexual en Nueva York, el príncipe ha dicho que su viaje a esa ciudad –una gira oficial de la realeza– estuvo planificado al detalle, con una agenda que no dejaba tiempo para el ocio. En la entrevista con la BBC, cuando le preguntaron si se había quedado alguna noche en la casa de Epstein (en esa época un respetado empresario), incluso respondió con mucha seguridad: “Puede que lo haya visitado, pero definitivamente no me quedé, definitivamente no”.

La investigación del Daily Mail, sin embargo, contradice toda esa versión. Usando cartas oficiales, itinerarios y registros de vuelo, el diario inglés descubrió que el 9 de abril, unas horas después de aterrizar en la ciudad, Andrés tenía anotado en su agenda “tiempo privado”. Aunque ni sus guardaespaldas saben qué hizo el príncipe durante ese tiempo, los registros de vuelo del avión privado de Epstein muestran que ese mismo día también llegaron a la ciudad el multimillonario, Maxwell y Virginia Roberts, quienes estaban en la isla privada del empresario. Esa coincidencia no prueba que Andrés se haya acostado con Roberts, pero lo deja muy mal parado.

No es lo único: la agenda del príncipe y los comunicados que su equipo intercambió con las autoridades estadounidenses, que hasta ahora permanecían guardados en los archivos del consulado británico de Nueva York, también muestran que él mintió en su entrevista y que sí pasó una noche en la mansión del millonario. La agenda es muy clara: la primera noche de su viaje, Andrés y su equipo se quedaron en el consulado. La segunda noche la pasaron en Boston. La tercera, en cambio, en una “residencia privada” junto con uno de sus guardaespaldas. Varias fuentes le confirmaron al diario que esa residencia privada era la casa de Epstein.

Aunque Andrés no ha respondido oficialmente, un miembro de su equipo le dijo extraoficialmente al diario que la idea era “ahorrar dinero a los contribuyentes británicos” y que esa noche Roberts no estaba en la casa. Eso parece corroborarlo la bitácora del avión de Epstein, que muestra que el mismo día que Andrés se quedó en la mansión, el millonario y varias mujeres (incluyendo a Roberts) salieron de vuelta para la isla. Aun así, no hay claridad en las horas y no se sabe si antes de irse coincidieron con el príncipe.

Andrés y Epstein fueron muy buenos amigos. A la izquierda, la mansión del pedófilo en la que el príncipe pasó una noche en 2001. Roberts dice que allí se acostó con ella.

Sea como sea, su situación es cada vez más insostenible. Aún no está acusado de nada oficialmente, pero el FBI le ha pedido que acuda voluntariamente a contar lo que sabe sobre Epstein. El príncipe se ha negado, aunque las autoridades estadounidenses lo presionan públicamente. Nadie cree que vayan a perseguirlo, ya que eso supondría un lío diplomático de grandes proporciones que nadie está dispuesto a asumir, pero está claro que harán lo posible para dejar su imagen en el piso.