Una palabra describe con precisión a Nueva York en los años setenta: anarquía. Las calles de la ciudad estaban llenas de criminales y todos los días ocurrían asesinatos, secuestros, incendios provocados, atracos y robos. No en vano, los noticieros le decían “la ciudad del miedo” y los habitantes vivían en medio del desasosiego. Detrás de todo estaba la mafia italiana, que controlaba el crimen organizado. En ese entonces manejaba la prostitución, los casinos, las apuestas o los robos. Y además había llevado sus tentáculos a negocios legales, como el transporte, los hoteles y los restaurantes.

Poco podían hacer las autoridades, que atrapaban a los criminales rasos, pero no podían llegar a los jefes. Era difícil, debido al código de silencio de la mafia y a su organización sofisticada, que repartía el control de la ciudad en cinco familias: Gambino, Genovese, Lucchese, Colombo y Bonanno.

Paul Castellano, jefe de la familia Gambino durante finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, manejaba su familia como una empresa de Wall Street.  Las cosas cambiaron a mediados de los años ochenta cuando las autoridades tomaron en serio el desafío. Netflix muestra la historia en Fear City: Nueva York vs. La mafia, una serie documental de tres capítulos que cuenta cómo las autoridades lograron armar un caso sólido para atrapar al mismo tiempo a los jefes de las cinco familias: Paul Castellano, Carmine Persico, Philip Rastelli, Anthony ‘Ducks’ Corallo y ‘Fat Tony’ Salerno. En una decisión audaz, intensificaron los seguimientos y decidieron usar micrófonos para espiar a los capos. La serie explica en detalle cómo lo hicieron, muchas veces al borde del peligro. La serie tiene testimonios valiosos, como el de John Alite y Michael Franzese, dos caporegimes (capitanes) de la mafia, que con el paso del tiempo terminaron por colaborar con las autoridades. Alite recuerda que se sentían los dueños de la ciudad: “Éramos intocables y podíamos hacer lo que quisiéramos”. El FBI lo sabía: Jim Kossler, quien trabajó en el caso, cuenta que en esa época siempre perdían. Sobre todo por falta de organización: tres oficinas investigaban por su lado y no intercambiaban información.

Las autoridades, lideradas por Rudolph Giuliani, entonces fiscal de Nueva York, y William Webster, director del FBI, decidieron revertir la situación. Unieron las tres investigaciones en una y asignaron 50 agentes al caso. Por esos días, además, en una capacitación de rutina los investigadores descubrieron un detalle de la legislación que podía cambiar para siempre los casos sobre la mafia. En efecto la Ley Rico, aprobada en 1970, permitía enjuiciar a las personas colectivamente por pertenecer a una organización criminal y ordenar delitos, así no los ejecutaran. Con esta nueva información, cambiaron el enfoque: la idea era comprobar que los jefes ordenaban los crímenes. En una decisión audaz, intensificaron los seguimientos y decidieron usar micrófonos para espiar a los capos. La serie explica en detalle cómo lo hicieron, muchas veces al borde del peligro. En la casa de Paul Castellano, jefe de los Gambino, por ejemplo, interfirieron la señal de la televisión por cable para que llamara a pedir mantenimiento. Luego se hicieron pasar por miembros de la empresa y le instalaron el micrófono. El propio lugarteniente del capo sostuvo la linterna mientras lo hacían, ignorante del engaño.

Las dos personas que lideraron la investigación contra las mafiosos: Rudolph Giuliani, entonces fiscal de Nueva York, y William Webster, director del FBI. La miniserie de Netflix tiene 3 capítulos. 

Luego procesaron toda la información. Para eso se repartieron en cinco escuadras, una por cada familia, y un grupo comenzó a tomar nota de los detalles importantes. Allí descubrieron que la mafia era mucho más grande de lo que pensaban. Controlaban los sindicatos más grandes del país, como el de camioneros o el de constructores, y así extorsionaban a las empresas con decretar huelgas si no les pagaban comisiones. El 14 de febrero de 1985, en un hecho sin precedentes, los detectives capturaron a los cinco capos al tiempo. A cuatro de ellos los condenaron a más de 100 años de cárcel. El caso de la construcción atrajo a las autoridades, porque en los años ochenta Nueva York vivía un boom de edificios nuevos. En las grabaciones quedó claro que los cinco jefes se reunían en un espacio que llamaban ‘la comisión’ y allá arreglaban las licitaciones para beneficiar a empresas relacionadas con las familias.

El FBI decidió armar el proceso por ese lado, debido a que con la Ley Rico podían llevar a los cinco jefes a la cárcel al mismo tiempo. Además lograron evidencia fotográfica de ‘la comisión’ y pudieron comprobar que ellos habían aprobado el asesinato de Carmine Galante, antiguo jefe de los Bonanno.

Las fotos de los seguimientos a los jefes de la mafia y los audios de sus grabaciones aparecen en la serie de Netfli.  Armados con esa evidencia, el 14 de febrero de 1985, en un hecho sin precedentes, los detectives capturaron a los cinco capos al tiempo. A cuatro de ellos los condenaron a más de 100 años de cárcel y Castellano, quien pagó fianza, murió asesinado a los pocos días por John Gotti, uno de sus lugartenientes. De ese modo, este se convirtió en el último gran padrino de la mafia de Nueva York.

El caso Rico había sido tan contundente, que significó un punto de inflexión para los mafiosos. La Policía había demostrado que podía ganarles la partida. Nueva York dejó de ser la ciudad del miedo.