“¿Me preguntas por la forma en la que empezó todo esto? ¿Deseas saber el origen de mi pasión por la naturaleza, mi cercanía con los niños y mi entrada en el mundo de esa cosa rara a la que llaman la fama? No es tan fácil… déjame ver si puedo recordarlo”, dijo Claudia Bahamón. La presentadora de voz suave es adorada, sobre todo, desde que conduce el reality Master Chef, donde, gracias a una inmersión en los secretos y agonías de la buena cocina, los niños adoptan la templanza de curtidos adultos; los adultos llegan a un trance lúdico que los convierte en niños; y las celebridades –cantantes, actores, modistos, deportistas o youtubers– abandonan su zona de seguridad, y quedan desprovistos de las armas que les dan sus talentos.
“Yo viví una infancia maravillosa. Y en el centro de aquel mundo estuvo siempre una tía, Susana Martínez, quien es responsable de mi sensibilidad”. Aquella tía, relata la presentadora, era una persona distinta y creía que los niños merecen respeto y debe enseñárseles el mundo con su halo, milagros y hechizos. Ella, sin que se perdieran el juego y la risa, le enseñó ese mundo, en ocasiones vedado o remoto que otros pequeños nunca llegan a ver. Para ella la fama es una sorpresa, “y cuando llega muy temprano, puede desequilibrar a quien la recibe”, dice. Sus planes no eran los centros comerciales, los helados, las compras y los parques de diversiones (aunque había algo de eso), eran didácticas, divertidas y muy humanas “expediciones a la realidad”. La llevaba a conocer los cultivos de café, los molinos de donde sale el pan, y le mostraba cómo y para qué se levantan las fábricas de las grandes ciudades. Era la risa sabia, la curiosidad constructiva. La fama y otras sorpresas “Mis padres eran muy distintos, pero la diferencia actuaba en ellos a la manera de un complemento, un diálogo. Él (Germán Bahamón) era meticuloso, fuerte. Ella (Claudia Jaramillo) en cambio era hipersensible, emotiva, llorona y romántica”. De ambos recibió influencia. Se sabe alternativamente fuerte e hipersensible, y esa unión entre cosas de apariencia irreconciliable ha construido su estilo.
Hay en ella instantes de gran frialdad y razón, y jubilosos estallidos subjetivos. Le encanta dejar fluir las distintas corrientes que le navegan. En Master Chef, tanto la efectividad y el buen juicio, como los arrebatos sensibles, tienen un lugar y se congenian. “Recuerdo que una de las veces en las que me puse a llorar ante la tristeza de un concursante, un director argentino, que no me conocía, creyó que esas lágrimas debían ser aprovechadas; desde su silla empezó a dirigirme como si fuera la escena de una telenovela. No lo soporté y le pedí que me dejara llorar sin libreto”.
La Bahamón le reclamó públicamente a Iván Duque por que no ha cumplido con su compromiso con el medio ambiente. Para ella la fama es una sorpresa, “y cuando llega muy temprano, puede desequilibrar a quien la recibe”. Cree que son tantos los cambios y tan generosa la cosecha de ventajas, que es muy posible que hagan su aparición la arrogancia, la frivolidad y hasta ciertos vicios. “Pero a mí eso no me sucedió y fue gracias a mi padre. Desde que intuyó cuál sería mi camino, estuvo vigilante. Llegada la hora me sentó y me dijo: ‘No voy a permitir jamás que olvides quién eres, ni de dónde vienes; la verdadera hermosura viene de la calidad humana y no de las apariencias’. Con eso quedé vacunada, y espero que se me note”. En la puerta del mundo Ahora que regresa su programa en una nueva versión para celebridades, Claudia repasa el arsenal de su experiencia y se alista para volver a palpitar al lado de esos hombres y mujeres que se despojarán de sus personajes de ficción para mostrarse tal como son. Ella estará ahí para ser una suerte de hada madrina, cómplice, psiquiatra y amiga.
Pero no solamente los sets de grabación ocupan sus preocupaciones. También piensa en el destino del planeta, al que vapulean cada día la irresponsabilidad y la mala conciencia. Ella quiere hacer parte del coro que previene a tiempo de los posibles daños y desastres que la mala relación con la tierra puede acarrear. “Muchos ignoran que somos parte del universo. Me llama la atención que quien se está duchando no sepa que el agua también es del océano; que quién utiliza demasiada luz puede estar fomentando la oscuridad; o que quien compra plástico contribuye al apocalipsis”. Ha generado mucha controversia durante las últimas semanas, por haber retirado su afecto al presidente Iván Duque, a quien respaldó en las elecciones y dio su voto. Pero ella lo explica con serenidad, sin acudir a las histerias ideológicas: “Lo he dicho claramente, creo que el presidente no ha cumplido las promesas hechas en campaña, sobre todo las relacionadas con el medio ambiente. Lo de permitir el fracking es de una terrible seriedad. Y si los que no votaron por él pueden criticarlo, los que depositamos un sufragio con su nombre estamos doblemente autorizados”. Retablo familiar
Claudia nunca olvida a la tía que le enseñó a mirar el mundo real y sus prodigios. Claudia vive en Los Ángeles, donde se abre camino con toda la fuerza de su talento y belleza. Pero no pierde la oportunidad de viajar a Colombia, no solamente para cumplir sus compromisos de grabación, sino porque adora visitar a Neiva, su tierra. Casada con el director de cine Simón Brand, afirma como una travesura, que tiene tres hijos: Samuel, de 11 años; Luca, de 8, y “Simón, de cuarenta y pico”.
En realidad, dice que al lado de este hombre ha vivido doce años de felicidad. A los pequeños les ofrece conciencia, cariño y responsabilidad frente al mundo. Por ello, aunque no les prohíbe las tabletas, las hamburguesas y otras fijaciones de los niños actuales, los anima a que lean y recuerden la gran responsabilidad que tienen de cuidar la Tierra. * Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Puede leer otros aquí.