En la noche del pasado 26 de noviembre, Karol G sintió alcanzar la cima. Más de 20.000 personas llenaron el FTX Arena en Miami, Estados Unidos, para verla en el escenario. Aunque lo soñó desde la cuna, jamás pensó alcanzarlo, por lo menos hace diez años cuando pareció profanar el mundo del reguetón, cuyas estrellas eran voces masculinas. Las mujeres, relegadas a los sugestivos videoclips de las canciones, con letras que no necesitan imágenes para ser explícitas.
Impactó a la multitud, jóvenes mujeres con pelucas azules en su mayoría, cuando apareció en tarima en su Ferrari verde. Hizo delirar al público con Bichota y 200 copas, dos de sus hits, que hombres y mujeres cantaron a todo pulmón. Cuando interpretaba Ahora me llama, el exitoso feat (colaboración) con Bad Bunny (rapero puertorriqueño), Karol G resbaló de la cima y cayó violentamente a lo más parecido a la sima.
Una de sus botas se enganchó, rodó diez escalones con filo de metal hasta el piso. Pudo ser una tragedia. Se levantó, aguantando lágrimas de dolor. Cantó hasta el último sencillo del Bichota Tour: Tusa.
En el camerino, Karol G no pudo más. Frente a todas las de su banda, única en el mundo integrada solo por mujeres, estalló en llanto. “Yo quería que todo fuera perfecto”, pidió perdón tras comprobar los moretones en su cara y en ambas rodillas. “Ven cómo es la vida: uno se cae, pero se levanta y continúa”.
No se fue al hospital, donde le hubieran expedido un parte médico de incapacidad. Un día después, llenó dos veces el Choli, como los puertorriqueños llaman al coliseo José Miguel Agrelot, el recinto de espectáculos más grande de San Juan, capital de la isla, hasta hace unos años la meca de la industria del llamado género urbano: reguetón, trap, corridos, entre otras expresiones.
Solo cinco días después, el 4 de diciembre, Carolina Giraldo Navarro se consagró en su patria. Debutó como solista en Medallo, como llama a su ciudad natal por todo el mundo. Sin la escala de la plaza de toros La Macarena, casi que obligatoria para los artistas antioqueños, llenó con 52.000 personas el Atanasio Girardot, dos presentaciones consecutivas, como solo lo había hecho Madonna, la reina del pop en 2012.
Guillermo Giraldo, su padre, o simplemente Papá G, jamás pensó ver a su hija en el máximo escenario de los antioqueños cuando fue el único pilar de su carrera, el único que parecía reconocer su talento. Es quien mejor conoce cuántas burlas hubo que soportar y las barreras derribadas en más de una década para alcanzar la gloria, la que Karol G apenas empieza a acariciar.
Antes de presentarse en el Atanasio, 3.000 mujeres, condenadas a ver pasar la vida entre barrotes, tuvieron unos minutos de auténtica felicidad. La que había sido calificada por la revista Billboard como la “próxima reina latina”, regaló un show inolvidable en uno de los patios de la cárcel El Pedregal, en Medellín.
Cuando Karol G cantó Bichota, abrazada con las internas, la sonrisa en el rostro de las mujeres se veía, pese a estar oculta tras los tapabocas. “Tener dinero es maravilloso, pero en exceso también es malo. Hay que ayudar todo lo que se pueda”, confesó Papá G en un reportaje con Los Angeles Times, en diciembre del año pasado.Los Giraldo Navarro ayudan a seis fundaciones en Colombia y Haití, el país más pobre y desigual de América.
Giraldo, músico paisa, siempre estuvo convencido de que la segunda de sus tres hijas, “la de la mitad” entre Verónica (34 años) y Katherine (29), tenía todo para ver su nombre en solitario en los carteles. Bachiller del Calazans Femenino, Carolina no eludió el llamado de la sangre.
Fue una de miles de niñas que vieron en el reality Factor X la oportunidad soñada. Guillermo hizo las filas y los papeles. Carolina no logró convencer el criterio de la cantante Marbelle, una de los jurados. No clasificó a las galas, pero el país vio unos minutos del que fue su debut en la televisión nacional.
En lugar de tirar la toalla o aventurar nuevos caminos, se matriculó en la facultad de Música de la Universidad de Antioquia. En quinto semestre, una oportunidad imposible de eludir: voz del coro del paisa Reykon el Líder, en 2007, una auténtica estrella del reguetón. Dos años y medio de gira por Hispanoamérica y horas de grabación fueron pregrado, postgrado y maestría para conocer cada detalle de la industria. “Algún día habrá un público entero yendo a un lugar para verme a mí”, decía.
Aunque ya la conocía, J Balvin le abrió aún más las puertas en una exitosa amistad laboral. Culpables, su colaboración con el rapero boricua Anuel AA, la catapultó. El video acumula casi 1.000 millones de vistas desde 2018.
La química entre los protagonistas del videoclip fue inmediata, se enamoraron y formaron una de las parejas más populares. Karol G convirtió canciones en himnos de mujeres, que aún siguen siendo señaladas por expresar sentimientos y emociones.
Lo hizo con letras de admirable composición al amor, como Ocean, junto con otras que por muchos años estaban condenadas a la hoguera de ser descubiertas. “Porque contaba un momento íntimo que tuve con una persona y era una canción que se quedaba guardada porque no estaba bien visto que yo dijera lo rico que me lo hizo, lo que me gustó o cómo me besó”, dijo en el reportaje de la portada de la revista Vogue, en su edición para Latinoamérica del pasado mes de marzo.
Bichota, 993 millones de vistas desde 2021, la bautizó por todo el mundo. “Dejó de ser una canción y se volvió un movimiento de mujeres empoderadas, de mujeres que, si están tristes, saben que dentro ellas está la respuesta para salir de eso”, afirmó la artista.
El barco y, sobre todo, Mamiii, con la estadounidense Becky G, son un auténtico llanto de una mujer herida tras una decepción amorosa. La primera, desde el corazón. La otra, desde las vísceras, pues desbancó a la Rata de dos patas, de Paquita la del Barrio, entre otras, porque el público le puso nombre a “esa gonorrea” a la que le cantaba la paisa. Para entonces, Anuel AA tenía nuevo amor.
Antes del confinamiento, en 2020, dio un salto más a la cima con Tusa. Pero como miles en el mundo, entró en depresión severa en los meses que duró el encierro de la pandemia. Con 30 años sintió que no superaría ese éxito. Conoció la verdadera sima. “El hueco”, lo bautizó. Guillermo, de nuevo, fue la mano que la agarró y la sacó del pozo. “Me dijo que me pusiera a ver mis videos, mis entrevistas, y eso me recordó quién era yo y todo el esfuerzo que había requerido estar aquí”, reveló Carolina en el reportaje de Vogue. Volvió a ver luz con El makinón, su alma resucitó.
El pasado 17 de abril, en el festival Coachella, Karol G, la Bichota, empezó a ser llamada simplemente la Colombiana, al menos por las más de 120.000 personas que la vieron allí, en Indio, California. El show de la mujer de ropa amarilla, azul (como su pelo) y roja fue uno de los mejores, según Billboard.
Toda una conquista para las mujeres, que ahora lideran el elenco de los más importantes festivales. “La diversidad es importante en la vida real, no solo en la letra, sino en carteles de festivales y el diario vivir”, le dijeron a SEMANA las gemelas Juanita y Valentina, las Áñez, de las colombianas que formaron parte del cartel del pasado Estéreo Pícnic en Bogotá.
El papel de las mujeres ha venido evolucionando. Ahora son músicos, compositores, productores de sus propios proyectos. “Una generación viene pisando fuerte, haciendo de la música una de las industrias más equitativas para las mujeres”, señaló Juanita Carvajal, de Soy Emilia, a SEMANA.
En Medellín, Karol G es inspiración. “Irrumpe en un medio dominado por hombres, y partió la historia del género urbano. Su éxito comercial ha alcanzado el nivel de máximos exponentes colombianos, como J Balvin. Su alcance es excepcional: espejo para los que sueñan vivir de la música”, dijo a SEMANA David Franco, Dave D, productor ejecutivo de DCMP Studios, en Medellín, testigo de la carrera de la colombiana.
No se hablaba tanto en el mundo de la música de una colombiana desde los días cumbres de Shakira, capaz de inaugurar y cerrar mundiales de fútbol, o el Super Bowl del fútbol americano. Si algunos confundieron el origen de la barranquillera –de apellidos Mebarak Ripoll–, nadie se equivocará con el de Karol G, cuyos apellidos –Giraldo Navarro– huelen a café por todas sus letras y llevan sangre de la colombiana: la de una paisa que, tras resbalar diez escalones con filo de metal, se levantó como los mejores de su región y volvió a subir peldaños hasta conquistar el trono de reina de América Latina. Apenas lo estrena.