El rey Juan Carlos conoció a Corinna Larsen en 2004, en un viaje de caza a una finca llamada La Garganta, ubicada cerca de Ciudad Real, en España. Ella tenía 39 años, iba como la relacionista pública del fabricante de armas que había organizado la cacería con varias personalidades famosas y aún usaba su apellido de casada, Zu Sayn-Wittgenstein. Como su marido era príncipe, ni corta ni perezosa se había quedado con el título y con el apellido después del divorcio. En cuanto a Juan Carlos, a sus 66 años, aún era el monarca de su país y uno de los miembros de la realeza más respetados de Europa. Hablaron porque el rey tuvo problemas para cargar su arma y ella, toda una experta, se ofreció a ayudarlo. El flechazo fue inmediato. Con las conversaciones telefónicas (él solía llamarla diez veces al día) y los viajes románticos se volvieron amantes.
Juan Carlos ya había tenido otras aventuras y era reconocido como un donjuán. Pero con ella tuvo algo especial desde el principio. Varias personas que los frecuentaron en esa época han dicho que se enamoró perdidamente de ella, de manera tan intensa, que algunos lo califican de un amor “tóxico”. Corinna, de hecho, se convirtió en su mano derecha, lo acompañaba a todas partes e incluso se mudó a una casa en el Palacio de El Pardo, con acceso directo al de la Zarzuela. No en vano, los empleados del rey decían en broma que había dos reinas: la oficial, Sofía, y la de facto, ella. Juan Carlos le habría dado ese dinero a Corina para que se lo escondiera en Mónaco, donde ella tiene varios privilegios tributarios, pero una vez terminado el noviazgo, ella se habría puesto en su contra. Hoy, sin embargo, queda muy poco de lo que parecía una historia de amor verdadero. Juan Carlos salió humillado y exiliado hacia los Emiratos Árabes Unidos, envuelto en un grave escándalo de corrupción, mientras que ella tuvo que dar explicaciones a la justicia por la misma razón. Actualmente están enfrentados.
El meollo del asunto: depósitos superiores a 100 millones de dólares hechos por la realeza saudí que aparecieron en varias cuentas suizas a nombre de una fundación panameña, pero que los fiscales atribuyen al propio Juan Carlos. Más allá de la cantidad de plata (astronómica hasta para un rey de Europa), muchos creen que se podría tratar de lavado de dinero o pago de comisiones ilegales. En efecto, por esos días una empresa española había ganado la licitación para construir un tren de alta velocidad en La Meca.
Las autoridades tienen en la mira a Corinna porque de ese dinero, 65 millones de euros (76 millones de dólares), terminó en una cuenta a su nombre. Ella ha dado varias explicaciones para esa transferencia. Ha dicho que se trata de un “regalo generoso”, de un “gesto de agradecimiento” del rey para ella y su hijo por haberlo cuidado durante su convalecencia y hasta que era “un intento en vano” para que volvieran a estar juntos luego de terminar el noviazgo. Esa teoría no cuadra: nadie, en su sano juicio, regalaría esa cantidad de plata ni siquiera a la amante preferida. Los que conocen la situación por dentro aseguran que se trata de un caso de testaferrato: Juan Carlos simplemente le habría dado ese dinero a Corina para que se lo escondiera en Mónaco, donde ella vive y tiene varios privilegios tributarios que le servían a él para burlar al fisco español. Pero una vez terminado el noviazgo, ella se habría puesto en su contra tras quedarse con la plata e incluso la habría usado para comprarse lujos que hoy indignan a los españoles, como una mansión de ocho millones de dólares en Inglaterra. “Lo que me parece extraordinario es que estén convirtiendo 40 años de ‘modus operandi’ de una empresa familiar en un foco sobre una persona. Porque hay cientos de cuentas en otras jurisdicciones” Juan Carlos, en ese sentido, se encuentra en una encrucijada: no puede aclarar esa transferencia con un caso de testaferrato, porque terminaría por confesar un delito que tiene cárcel y que podría acabar con la monarquía. Por eso le ha tocado, a regañadientes, confirmar la versión del regalo, lo cual para los entendidos puede ser más de la mitad de su patrimonio. Esto ha humillado no solo a su familia, sino a todo el país.
Corinna, además, tiene que estar muy resentida, pues con cada declaración hunde aún más al rey. En una entrevista con la BBC, por ejemplo, dio a entender que las cuentas en Suiza no serían un caso aislado: “Lo que me parece extraordinario es que estén convirtiendo 40 años de ‘modus operandi’ de una empresa familiar en un foco sobre una persona. Porque hay cientos de cuentas en otras jurisdicciones”. Del amor al odio… En la misma entrevista, ‘la princesa’ dio detalles hasta ahora desconocidos de su relación con Juan Carlos. Dijo que apenas comenzaron a salir, él le explicó que con la reina Sofía, su esposa, tenían una relación por conveniencia, pero que en realidad ya estaban separados. También contó que Juan Carlos llegó a hablar de matrimonio, pero, según explica, nunca se hizo ilusiones: “Yo estaba muy enamorada de él, pero anticipaba que iba a ser muy difícil y que podría desestabilizar la monarquía”.
El rey Felipe ha visto, impotente, cómo el escándalo generado por su papá puso a la monarquía en peligro. Para distanciarse de la situación renunció a su herencia, le quitó el salario que recibía como rey emérito y lo convenció de salir del país. Algunos creen que ni siquiera así podrá lograr que su hija, la princesa Leonor, ciña algún día la corona. Esa versión tiene mucho de mitomanía, pues a nadie se le ocurre que a los 70 y pico de años y siendo un rey enormemente popular, él iba a casarse con una relacionista arribista que era cómoda como amante. Vargas Llosa cayó en la trampa, pero no había trono de por medio. Corinna incluso ha denunciado públicamente a Juan Carlos por supuestamente amenazarla y acosarla con agentes de la inteligencia española para evitar que revele sus secretos. El idilio de Juan Carlos y Corinna terminó en 2009, cuando él le confesó que tenía una segunda amante. Corinna quedó devastada, pero ambos siguieron siendo amigos y viéndose porque él se había encariñado con sus dos hijos. En 2010, cuando al rey lo operaron del pulmón, ella incluso viajó a estar a su lado en el hospital y lo cuidó durante una semana. Ese es un gesto bonito, pero no da para 76 millones de dólares. En todo caso, después de eso no volvieron a estar juntos.
El famoso viaje de cacería a Botsuana en 2012, que generó un escándalo nacional cuando se filtró a la prensa porque el rey se lesionó la cadera, fue en realidad un regalo de Juan Carlos a Alexander, el hijo de Corinna, que acababa de cumplir diez años. Ella creía que se trataba de una excusa y que solo quería reconquistarla. Sin embargo, aún con este presentimiento, decidió aceptar por tratarse de su hijo. Las cosas se complicaron en 2014. Según Corinna, el rey se enojó porque ella no quería volver con él y llegó a pedirle de vuelta la plata que le había “regalado”, a lo que ella no accedió. Al año siguiente, ella dio a entender en unas conversaciones con un comisario de Policía que él cobraba comisiones ilegales y usaba testaferros para esconder el dinero. Fue demasiado para la ya maltrecha relación: rompieron del todo y entraron en una especie de guerra fría. Ella incluso lo ha denunciado públicamente por supuestamente amenazarla y acosarla con agentes de la inteligencia española para evitar que revele sus secretos. Los estudiosos de la monarquía aseguran que al rey lo marcó la pobreza que vivió en su infancia, cuando sus padres, exiliados en Estoril, tenían que subsistir del apoyo económico de familiares lejanos y de monarquistas nostálgicos. Eso le habría creado una obsesión por la plata y las mujeres, que hoy lo tiene al borde de la cárcel y al trono de su hijo pendiendo de un hilo. Un hilo que Corinna tiene en su poder.