Hace un mes y medio, el presidente Iván Duque declaró el estado de emergencia por la pandemia de covid-19 en Colombia. Entre sus primeras medidas estuvo el aislamiento obligatorio de los mayores de 70 años. La susceptibilidad de esta población a la nueva enfermedad ha llevado al país y al mundo a implementar estrategias estrictas para protegerla.En la nación, al menos 2.700.000 adultos mayores deberán permanecer en casa hasta nuevo aviso. Pueden ir a comprar víveres, sin embargo, tienen prohibidas las demás actividades hasta que puedan salir con regularidad.La medida puso en pausa la vida de un grupo de personalidades que, a sus 70 años o más, siguen muy activos en el país. Moisés Wasserman, bioquímico y exrector de la Universidad Nacional, es uno de ellos. Desde hace un mes permanece aislado con su esposa en su apartamento del barrio La Soledad, en Bogotá.

“Lo máximo que podemos hacer es ir a mercar y cuando lo hacemos, recibimos miradas condenatorias”, dice. Wasserman, de 73 años, considera que hay que cumplir la regla, pero aun así fue uno de los primeros intelectuales en objetar la disposición. Cree que los mayores de 70 no son más infecciosos que los demás, y “a esta edad deben tener el derecho a decidir”, escribió en uno de sus trinos.

Moisés Wasserman.  Científico.  73 años. Hoy, este científico acostumbrado a una vida en el laboratorio trabaja la mayor parte del día con su computador. Se distrae disfrutando su vista del Park Way y viendo pasar a “los perros, que, irónicamente, sí pueden salir a pasear”. Extraña sobre todo las “libertades chiquitas”, que van desde sentarse a tomar un café en una tienda del barrio hasta encontrarse con algún conocido en la calle.El encierro no le ha dejado tiempo libre para mirar series o pasear por museos virtuales. Está metido a fondo en sus investigaciones y lecturas. En este momento lee un libro de Irvin Yalom que hace una sátira al psicoanálisis. “La gran suerte del mundo moderno es que uno entra a Amazon, compra el libro electrónico y le llega en 30 segundos”, explica.Wasserman no forma parte de los intelectuales que piensan que el país y la humanidad saldrán fortalecidos de la crisis. “Volveremos a los mismos problemas, pero más agravados y con preocupaciones adicionales”.

Algo similar opina el senador Jorge Robledo, de 70 años, para quien la epidemia ha “dejado al descubierto la miseria oculta en el país”. Dentro de los escenarios difíciles que vive la población adulta en Colombia, Robledo se considera un afortunado. “Tengo un ingreso fijo y una vivienda. Pero muchos necesitan salir para sobrevivir, por eso creo que las reglas de confinamiento para mayores de 70 deben ser iguales que las del resto”, explica.

Jorge Enrique Robledo. Senador por el Polo Democrático. 70 años.El político se considera una persona casera, poco rumbera, así que no extraña mucho salir ni la vida social. Además, pasa el encierro junto a sus hijos y nietos, que lo hacen sentir “como si estuviera en vacaciones”. Sin embargo, le hacen falta las sesiones del Congreso. “Virtuales no son lo mismo”, confiesa.Un caso contrario vive la escritora Florence Thomas, a quien la vida le ha cambiado por completo. “Soy una mujer de estar afuera. Como muchas, había conquistado la calle, pero hace mes y medio estoy encerrada y sola”. Hoy la feminista apenas pisa la calle para comprarle un aguacate a un vendedor informal que frecuenta su barrio. Su hijo, Nicolás, le lleva el mercado cada tercer día, aunque por lo demás, no tiene contacto físico con nadie.Para lidiar con el encierro, Thomas elaboró una rutina estricta. Se levanta una hora más tarde que de costumbre, hace gimnasia, dedica una hora a leer y en la tarde abre su computador. Pasadas las cinco recibe llamadas y contesta mensajes. Y en la noche mira alguna película. Por el encierro transformó su apartamento. “No quiero ni ver el comedor, lo guardé, y en todo el centro tengo mis cosas para hacer gimnasia. Siento que cada día estoy construyendo un poquito mi vida en cuarentena”.

Florence Thomas. Escritora feminista. 77 años. La escritora confiesa que ha engañado la soledad con llamadas constantes, lecturas y otras ocupaciones. “Pero si esto continúa más allá de mayo o hasta que aparezca la vacuna, como dijo Claudia López, no hay quien aguante”. Menciona el caso de Francia, donde ya han fallecido personas en los ancianatos por tristeza y soledad. “Se dejan morir”, asegura. De hecho, los intelectuales de la tercera edad en ese país han planteado tal inconformidad que el presidente Emmanuel Macron tuvo que echar atrás la medida y permitir que, bajo ciertas condiciones, recibieran visitas.El aislamiento de los mayores ha surtido efecto en la primera etapa, aunque a largo plazo parece insostenible. “Puede convertirse en una medida discriminatoria que incida en la percepción de la población vieja”, afirma el expresidente Ernesto Samper, quien hoy tiene 69 años pero en agosto llegará al séptimo piso. Cuenta que aprovecha la cuarentena para estudiar a profundidad el tema de la covid-19 en América Latina. “Estoy leyendo docenas de artículos diarios y tomo apuntes. Me parece apasionante seguirlo porque es la primera crisis planetaria que vivimos las nuevas generaciones y nosotros mismos”, dice.Frente a la posibilidad de morir, un miedo muy frecuente hoy en muchos, se considera un espécimen raro. “Tuve una cita con la muerte en 1989, estuve del otro lado y la miro sin angustia. En medio de estas dificultades, yo les digo: gócense la vida como puedan”. Sus planes actualmente consisten en disfrutar de su nieta, la mayor alegría de su vida, y en leer biografías de grandes personajes como Winston Churchill o Simón Bolívar.

Ernesto Samper. Expresidente. 69 años. También se ha aficionado a mirar documentales y una que otra serie sobre la antigua Roma. Para él, cuando esto termine, el país tendrá que empezar de cero. “Llegamos a donde llegamos porque no hemos hecho la tarea bien en ciertos temas, como inversión en ciencia y tecnología. Nos sentíamos invencibles”, explica. Así mismo, cree que quedarán reflexiones importantes desde el punto de vista ético. “Los colombianos que salgamos de la pandemia vamos a ser totalmente distintos”.El confinamiento también ha enfrentado a esta generación a desafíos que nunca imaginaron. “Estoy encerrado hace 40 días y el costo ha sido el aprendizaje a la fuerza de Zoom, Meet y otras herramientas que nunca pensé usar”, dice el político Antonio Navarro Wolff, de 71 años. Este ingeniero pasa la cuarentena entre la lectura, el trabajo y el ejercicio. “Yo vivo en un edificio, y sin salir a la calle, estoy subiendo 63 pisos diarios. Por la mañana 21, por la tarde 21 y por la noche igual”.

Antonio Navarro. Exministro y exgobernador. 71 años.Pero mientras unos permanecen en el encierro total, otros viven casos excepcionales. Claudia Blum, la ministra de Relaciones Exteriores, por ejemplo, cuenta que sigue atendiendo algunas reuniones presenciales. “Cumplo las funciones por medio de herramientas digitales y estoy en contacto permanente con los equipos en Bogotá, las embajadas y los consulados. Pero aún asisto a algunas reuniones necesarias, con todas las precauciones del caso. Sigo llevando a cabo las agendas internacionales en reuniones virtuales”, explica.La jefa de la cartera, de 71 años, pasa esta dura época en compañía de su esposo. A sus hijos y nietos los ve solo por videoconferencias. “Francisco y yo estamos dedicados de lleno a nuestras respectivas obligaciones y deberes laborales”, dice. Reconoce que ha sido difícil y extraña hablar frente a frente con las personas, “mirando a los ojos al interlocutor”.

Foto: Claudia Blum.  Ministra de Relaciones Exteriores. 71 años.  No obstante, sus años de trabajo en el sector público le han enseñado a tener coraje para salir adelante. Sobre el aislamiento, considera que es una medida necesaria. “Ha sido bien definida por el Gobierno, pues no restringe las actividades laborales de quienes tenemos más de 70”.

Por ahora no está claro cuándo podrán volver al ruedo. Sin embargo, desde ese encierro envían un mensaje al mundo: la gente no solo muere de la covid-19, sino también de “soledad y tristeza”.