Sean Connery tuvo una carrera prolífica, llena de películas y premios, pero su personaje de James Bond definió su legado. No solo porque fue el primero que lo interpretó, sino porque las características que le imprimió definieron la forma de ser de uno de los héroes de ficción más admirados en el mundo. Por eso el fin de semana pasado, cuando la noticia sobre su muerte recorría los medios, muchos afirmaron que se iba “el mejor Bond de la historia”.
Para muchos esa frase no tiene discusión, para otros sí. Sobre todo porque en los últimos 60 años a Bond lo han interpretado seis actores que le imprimieron su sello y ganaron sus propios fanáticos. En principio, cada generación tiene su Bond preferido, el que le tocó en su momento. Pero los expertos le atribuyen a Connery una ventaja: fue el responsable del éxito de la franquicia.
A comienzos de los años sesenta, el 007 solo existía en las novelas del escritor Ian Fleming, famosas desde que el presidente John F. Kennedy dijo que James Bond era su personaje favorito. Por esa época, los productores Albert R. Broccoli y Harry Saltzman compraron los derechos y decidieron hacer Dr. No (1962). Inicialmente pensaron en Cary Grant, Rex Harrison o David Niven para interpretar al agente secreto, pero ninguno aceptó.
En ese momento el desconocido actor escocés Sean Connery solo había logrado un papel secundario en Brumas de inquietud (1958), una película protagonizada por Lana Turner. De origen humilde, había sido repartidor de leche, chofer de camión y ‘cargamaletas’ en una estación de trenes. Pero tenía un físico impresionante e irradiaba sexualidad. Tanta, que la esposa de Broccoli lo vio en esa película y le dijo a su marido: “Encontré a tu James Bond”. Los productores lo citaron a su oficina y quedaron tan impresionados como la mujer. Al comienzo, Fleming estaba en desacuerdo porque lo consideraba un tipo burdo, pero lo convencieron. Luego explicaron que les había impresionado su seguridad y su manera de caminar.
Era, sin embargo, un diamante en bruto. El personaje de Fleming había estudiado en Eaton –uno de los internados más exclusivos del Reino Unido– y pertenecía a la clase alta británica. Connery, en cambio, hablaba en cockney escocés, un dialecto aún más bajo que el de los obreros ingleses. A los productores les tocó enseñarle a hablar, a usar los cubiertos en la mesa y a vestirse con los mejores sastres. Eso sí: no tuvieron que enseñarle a seducir, ya que había sido un autodidacta desde pequeño.
Por su primer papel de Bond le pagaron 5.000 libras esterlinas, una cifra insignificante pero justificada debido a que era un desconocido de 31 años. Sin embargo, descrestó al mundo desde la primera escena. Esta transcurre en un casino de Londres, en el que el personaje juega chemin-de-fer (una especie de baccarat) con una mujer que le pregunta su nombre. La respuesta, “Bond… James Bond”, quedó inmortalizada en los anales del cine.
La película tuvo un éxito inmediato en el mundo y de la noche a la mañana Connery se convirtió en uno de los actores más populares. Elegante, sofisticado, viril, era el hombre que todos querían ser y con quien todas las mujeres soñaban. Los productores, encantados, decidieron filmar varias secuelas. Protagonizó seis, como Desde Rusia con amor (1963) y Goldfinger (1964).
De los otros actores que interpretaron a Bond, el más memorable fue Roger Moore. No llegó de inmediato. Connery se había retirado brevemente entre la quinta y la sexta película, y los productores habían intentado repetir el milagro de triunfar con un desconocido. Escogieron a un modelo australiano llamado George Lazenby, quien protagonizó Al servicio secreto de su majestad (1969). Pero el reemplazo no funcionó y solo pasó a la historia por ser el único Bond que se casa en la película. Connery regresó para hacer una cinta más y después lo reemplazó Moore.
Este hizo ocho películas, más que ningún otro 007, con un personaje más light, con visos de comedia y mucho más seductor y simpático. Venía de protagonizar la serie de televisión El Santo, en la que había cautivado al público femenino, y sus películas como el 007 también fueron un éxito. Además tuvo el orgullo de haberse enfrentado con Connery cuando unos productores independientes convencieron al escocés de regresar al papel del espía británico con la película no oficial Never say never. La cinta de Roger Moore, Octopussy (1983), salió al tiempo y barrió en taquilla.
Después de Moore siguió Timothy Dalton, quien solo protagonizó dos filmes: Su nombre es peligro (1987) y Licencia para matar (1989). No tenía la simpatía de Moore ni el magnetismo de Connery, pero intentó ser lo más fiel posible al personaje de las novelas de Fleming. Como resultado dejó un Bond frío y desangelado, aunque alabado por los seguidores de los libros. Sus películas, sin embargo, tuvieron el menor éxito en la historia de la franquicia.
Algo muy distinto vivió su reemplazo, Pierce Brosnan, quien se había dado a conocer en la serie de televisión Remington Steele. Con él, las películas se volvieron cada vez más inverosímiles y más aptas para adolescentes que para adultos, lo que alcanzó para tener buenos resultados en taquilla. Sus cuatro películas lo convirtieron en el Bond favorito de muchos jóvenes, aunque los mayores lo consideran inferior a Connery y a Moore.
La llegada de Daniel Craig en 2006 pateó el tablero. Al comienzo nadie creía que un tipo rubio y no tan atractivo pudiera superar el reto de interpretar al espía británico. Hubo burlas y críticas por su elección, pero, como Connery, las calló todas en la pantalla. Sus películas han sido las más rentables de la franquicia y Craig le dio al personaje un nuevo aire que ha encantado a los fanáticos y no tan fanáticos del 007. A diferencia de Connery, quien siempre se mantuvo como un lord, Craig desarrolló un personaje viril, pero mucho menos refinado y esnob, además de atormentado y mucho más reflexivo. En sus películas, sobre todo Casino Royale (2006) y Skyfall (2012), además, los guionistas lo han enfrentado al pasado, a sus orígenes y a sus contradicciones, lo que ha moldeado a un Bond mucho más humano. Pero su legado está por verse.
Craig ha protagonizado cuatro películas y la quinta, Sin tiempo para morir, que no han podido estrenar por la pandemia, promete ser otro éxito en taquilla. Esta será su última cinta y luego los productores tendrán el reto de escoger a su reemplazo. Este no la tendrá fácil: la carrera por el mejor Bond ya va muy adelante.