El funeral de la princesa de Gales en 1997 fue uno de los eventos que más han conmovido al planeta. El carisma y la belleza de Diana hizo que se ganara millones de seguidores en todo el mundo y es por esto que a su velorio asistieron 2.000 personas y más de 2.000 millones de personas se conectaron a la radio o a la televisión para saber sobre lo sucedido. Aunque el evento fue transmitido minuto a minuto, solo hasta ahora se revelan los detalles más escondidos de la ceremonia fúnebre. El canal 5 presentó hace poco el documental Diana: 7 días que estremecieron Los Windsor (Dinastía real), en el que muestra cómo fue esa semana caótica para despedir a la princesa Diana.Entre otras cosas, el documental narra las tensiones entre los familiares y personas cercanas a Lady Di. Su hijo menor, el príncipe Harry, y quien en ese momento tenía 12 años, no podía creer que su mamá hubiera muerto. “¿Es verdad que mamá murió?”, le preguntó al príncipe Carlos, mientras se dirigían a la iglesia de Balmoral. Al príncipe Guillermo también le costaba mucho entender que su madre hubiera fallecido, sobre todo porque les avisaron solo dos horas antes de asistir a la ceremonia en la iglesia. Y para ellos todo parecía un día normal: Era domingo, desayunaron en familia, y se dirigían a la capilla como cada fin de semana. Lo único que los sorprendió fue que cuando vieron en las noticias el nombre de su madre aparecía en cada canal. Todos los periodistas recitaban las mismas palabras: “La princesa Diana murió en un accidente de auto en París”.Recomendamos: “Fue horrible”: Camila de Cornualles sobre su infidelidadCuando el príncipe Carlos se enteró del accidente que le cobró la vida a su exesposa, no se atrevió a darle la noticia a sus dos hijos, que en ese momento se encontraban de vacaciones con su abuela, la reina de Inglaterra Isabel II. De hecho, le pidió a sus empleados que los tuvieran alejados de la radio y la televisión hasta que volvieran al palacio.Otra de las sorpresas es que durante el servicio en la iglesia de Crathie Kirk no hubo mención sobre la princesa; la reina había pedido que no se pronunciara ninguna palabra al respecto para no trastornar a sus nietos. Ya era suficiente para los pequeños con escuchar que su madre había muerto de una forma trágica y los cotilleos de la prensa amarilla sobre un posible embarazo, un posible atentado, un asesinato.El documental también narra el altercado entre el príncipe Carlos y sus hijos Guillermo y Harry, quienes no querían caminar junto al ataúd. Luego, su padre logró convencerlos de que eso era lo apropiado.Está disponible: Príncipe Guillermo lamenta que Diana no conozca a su familiaAsí mismo, revela la odisea del mayordomo Paul Burrell y del chofer de Diana, Colin Tebbutt, para lograr que el cuerpo de Diana no se descompusiera ante el calor asfixiante de agosto. Los dos fieles empleados tuvieron que improvisar una morgue en París tras recoger a la difunta en el Hospital Pitié-Salpêtrière. Además, colgaron mantas al alrededor para disuadir a los fotógrafos.De acuerdo con el programa, pareció al público que los miembros de la realeza estaban tratando a Diana como lo habían hecho cuando ella estaba viva, con "desapego y frialdad".La bigógrafa real, Ingrid Seward, resumió la reacción del público diciendo: "Lo primero que vimos de los chicos fue cuando iban a la iglesia para el servicio del domingo. Y personas diciendo “¿Es posible? Estos chicos perdieron a su madre”.Las reacciones fueron inesperadas para muchos. El príncipe Carlos estaba asustado porque sabía que iba a ser señalado por la muerte de Diana. Sin embargo, en su papel de exesposo decidió ir por el cuerpo de Diana, pero además estuvo cerca todo el tiempo aunque para algunos no era legítimo porque estaban separados y solo tenía que estar allí por sus hijos.Sugerimos: El niño travieso de la boda de Pippa MiddletonLa biógrafa además asegura que hubo tensiones entre la reina y su hijo porque ella no estaba de acuerdo en que él se hiciera cargo del funeral ya que la Diana había sido destituida de su título real.Lo más difícil y doloroso era ver a dos pequeños que tenían que comportarse como príncipes, con sobriedad, sin tener un espacio para llorar y expresar con libertad lo que sentía y así continuar con el protocolo y la elegancia hasta para sufrir de la realeza.