Al lado de la reticencia de Donald Trump por reconocer la victoria de Joe Biden, en la política norteamericana hay otro tema más sutil, pero que también genera mucho interés. El supuesto divorcio del magnate con su esposa Melania. Más allá de la historia de amor entre ambos, los medios han comenzado a hacer cuentas pues se trataría de una de las rupturas de más quilates económicos de los últimos tiempos.

Algunos han llamado a la historia. Cuando Trump se divorció de Ivana en 1992, su anterior esposa, ella obtuvo 14 millones de dólares, una mansión y un apartamento en el edificio Trump Plaza. También se quedó con el uso de Mar-a-Lago. El magnate quedó esa vez con un compromiso de pagar 650.000 dólares anuales para gastos de sostenimiento de los niños. Se anticipa que esa suma y esas propiedades son pequeñas al lado de lo que podría tener derecho Melania.

En esos asuntos de las separaciones, lo clave suelen ser las capitulaciones que se firman antes de la boda. “Soy un creyente de esos acuerdos”, le había dicho el magnate a Larry King en 1997. El acuerdo que este tenga con Melania debe tener allí estipulado las cifras que se manejarán si la ruptura de ambos se concreta.

Un libro que se publicó en junio de 2012 contó que la razón por la cual Melania no se mudó a la Casa Blanca en 2017 fue que el recién elegido presidente Trump le había pedido renegociar ese acuerdo. El libro fue escrito por la periodista del Washington Post Mary Jordan y tenía información de fuentes cercanas a la Casa Blanca. La reportera hizo más de 100 entrevistas para ese documento. Según la autora, lo que más le importaba a Melania era que quedara claro que su hijo Baron, el más pequeño de la familia y el único que Trump tiene con ella, no quedara por fuera de los negocios de la familia, manejados muchos ya por los hijos adultos.

Un experto entrevistado por el diario The Sun asegura que la cifra de ese divorcio ronda los 50 millones de dólares.

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Desde mucho antes de su llegada a la presidencia de Estados Unidos, se sabía que Donald y Melania Trump no tenían un matrimonio convencional. Cuando se conocieron, en 1998, él se había divorciado dos veces y era el playboy de moda en Nueva York. Ella, por otro lado, tenía 28 años y era una modelo de alta gama que se ganaba la vida en la misma ciudad luego de que un fotógrafo que la conoció a los 16 la había fichado y la había puesto a rotar por ciudades como Milán y París . Eso sí, recuerda el presidente, era la mujer más espectacular en el KitKatClub la noche en la que se vieron por primera vez.

Él iba con una pareja, pero en un momento en el que se quedó solo fue hasta donde ella estaba y le susurró: “Dame tu número telefónico para llamarte”. Melania le contestó: “Estás con otra mujer en este evento, no seas tan fresco”. Sin embargo, le dijo: “Más bien tú me das tu número y yo veo si te llamo”. Al día siguiente lo hizo.

Así, Melania, quien había crecido en Sevnica, un municipio de la entonces Yugoslavia (hoy Eslovenia), pasó de ser la niña de clase media de un pueblo comunista a convertirse en la novia de uno de los empresarios más reconocidos de la ciudad más capitalista del mundo. Un noviazgo que duró siete años, hasta que la pareja decidió casarse en 2005. A la boda, de hecho, asistieron banqueros, empresarios, políticos (incluidos Bill y Hillary Clinton) y figuras de la alta sociedad.

Para muchos de ellos, Melania era lo que en Estados Unidos denominan una trophy wife, es decir, una esposa trofeo, que solo tiene que ser divina y tener, como mínimo, 25 años menos que el magnate, que generalmente es el esposo. Y Trump, que es un mujeriego empedernido, siempre la trató como tal. Tanto que desde el inicio le puso los cachos e incluso durante el tiempo en el que estuvo embarazada de su hijo, Barron, el ahora expresidente tuvo un affaire con la actriz porno Stormy Daniels, un escándalo que su abogado Michael Cohen, actualmente en la cárcel, intentó acallar pagándole a la mujer 130.000 dólares por su silencio.

Melania es la única primera dama de Estados Unidos que ha posado desnuda. Lo hizo en 1996 para la revista francesa Max. Tiempo después, las fotos fueron publicadas en el New York Post.

Ese episodio, y otros como el video en el que Trump aparece diciendo que las mujeres le dejan “agarrarlas por el coño”, finalmente vieron la luz durante la campaña presidencial de 2016. El magnate siempre había soñado con ser presidente y, según algunos biógrafos, Melania estaba segura de que él podía ganar. Pero cuando ambos escándalos aparecieron en la prensa, ella –más inteligente de lo que muchos creen– aprovechó para sacar ventaja.

En el momento en que su esposo ganó la presidencia y se trasladó a la Casa Blanca, ella se negó a ir con él y se quedó en Nueva York. La disculpa oficial era el colegio de su hijo; no obstante, la verdadera razón era la renegociación del acuerdo nupcial. Estaba presionándolo: o hacía un pacto más favorable para Barron o ella se divorciaba. A él le tocó ceder porque en ese punto no aguantaba un escándalo más.

Nadie conoce los detalles finales del nuevo arreglo, pero se sabe que el anterior incluía una suma grande, más un acuerdo de un millón de dólares por cada año de matrimonio en caso de divorcio. El actual debe ser mucho más ventajoso. Y según The Art of Her Deal, un libro sobre Melania que vio la luz el año pasado, incluye garantías por escrito de que la herencia de Barron no podrá ser limitada por ninguno de sus hermanos mayores, la mayor preocupación de la primera dama.

Después de lograr su objetivo, Melania volvió a estar al lado de su esposo. Sin embargo, era una primera dama tan poco tradicional que muchos medios recordaron que en el pasado había posado totalmente desnuda, primero para la revista francesa Max y luego frente al avión de Trump. Pero eso no evito que se ganara un lugar, muchas veces enfrentada a su propia hijastra Ivanka, con la que tiene una feroz competencia.

Melania se negó a mudarse a la Casa Blanca porque quería presionar a Trump para renegociar el acuerdo prenupcial a favor de su hijo Barron.

De acuerdo con otro libro, ella en realidad ama estar en la Casa Blanca y tiene una gran influencia sobre su esposo, pero la opinión pública y algunas personalidades creen que no es así. Las imágenes dejan ver que no estaba para nada contenta, lo que probaría que en la renegociación del acuerdo prenupcial también habría pactado su permanencia como primera dama.

Sus caras de desagrado y la manera apática en la que asumió su papel al inicio de la administración de su esposo generaron en redes sociales el hashtag #FreeMelania (Liberen a Melania). Desde ese instante ha protagonizado al menos nueve escenas en las que le hace desplantes públicos a Trump, evitando darle la mano cuando él lo intenta, mirándolo mal o negándose a sonreír cuando él le pide que lo haga.

Ahora, derrotado Trump, muchos dicen que Melania estaría preparando su divorcio, con el cual –según cálculos de algunos medios– podría sacar una tajada de más de 50 millones de dólares. La versión surgió de una exasesora de la Casa Blanca y de una antigua asistente y amiga de la primera dama que peleó con ella y luego publicó el libro Melania y yo, en el que reveló varios de sus secretos. Han dicho que Melania está “contando los minutos” para salir de la Casa Blanca y divorciarse. También que siempre vieron la relación entre ella y el presidente como un “matrimonio transaccional”.

Varios diarios incluso han publicado que la primera dama compró en 2018 un apartamento a su nombre con una sola habitación, una señal de alarma teniendo en cuenta que hasta antes de la presidencia vivía en el penthouse triplex de la Torre Trump.

El miedo de Melania siempre ha sido que los hijos mayores de Trump (Ivanka, Donald Jr., Eric y Tiffany), con quienes no se lleva muy bien, saquen de la herencia a Barron.

Para algunos, además, hay diversas pruebas de que el matrimonio entre ambos no está basado en el amor: no solo duermen en habitaciones separadas en la Casa Blanca, sino que viven en pisos diferentes. De hecho, Melania tiene sus propios dormitorios, sus baños y su cocina en el tercer piso de la casa presidencial, y casi no se cruza con su esposo. Trump se queda en la segunda planta, donde siempre se han quedado los presidentes con sus esposas. Se sabe que el diálogo entre ellos es escaso y que, por lo general, cada uno se ocupa de sus asuntos. Así mismo, quienes los conocen dicen que casi nunca dan muestras de cariño.

Ahora, cuando Trump intenta por todos los medios deslegitimar la elección de Joe Biden y demostrar un supuesto fraude, la posición de Melania es indescifrable. Se ha filtrado en algunos medios que ella le dice que está haciendo el ridículo, negando la realidad y que tiene que reconocer la derrota. No obstante, publicó un trinó apoyando que todos los votos “legales, no ilegales” sean contados.

Mientras tanto, permanece encerrada en la Casa Blanca. Detrás de su sonrisa y de sus gestos indescifrables podría estar, sin embargo, el anhelo de una mujer que está a punto de recuperar su libertad.

*Este artículo apareció publicado inicialmente en la edición impresa de la Revista SEMANA.