Desde que inventaron la inseminación artificial, donar esperma solía ser un acto absolutamente anónimo. Pero hoy, gracias a internet y a varias compañías de análisis de ADN que funcionan en Estados Unidos y Europa, el donante se ha convertido en más que solo eso. La confidencialidad que antes impedía que un donante se encontrara con su hijo biológico aún existe, pero en la práctica es cosa del pasado. Si ambos están interesados en reunirse, probablemente lo harán gracias a la genética. Muchas historias revelan las maneras curiosas como se encuentran, interactúan y se relacionan. SEMANA recoge dos relatos sorprendentes. El holandés Ivo van Halen, de 34 años, ingeniero de sistemas nacido en Róterdam, vivió la mayor parte de su vida pensando que era un hijo como cualquiera y que tenía solo un hermano. Pero cinco años atrás sus padres le revelaron que lo concibieron con la ayuda de un donante. Van Halen se lanzó a investigar para dar con el paradero de su padre biológico. En la clínica de donación se chocó con la pared del anonimato, pero no lo detuvo. Por medio de Family Tree DNA, una de tantas compañías que contrastan el ADN de un usuario con el de otros que también hayan tomado el servicio, comenzó su aventura. Gastó 60 euros en la prueba, envió su muestra de saliva y esperó pacientemente los resultados del test. La empresa contrastó la información de Van Halen con la de bases de datos genéticas para averiguar con quién comparte ADN y en qué medida. El porcentaje determina el parentesco: la gente comparte 50 por ciento de su mapa genético con un padre o madre, y cerca de 25 por ciento con un medio hermano. Puede leer: Espermatozoides en apuros

Van Halen consultó sus resultados en internet dos meses después y descubrió que en Holanda tenía casi 60 medio hermanos y media hermanas, muchos de los cuales crecieron cerca de él. Entonces le dijo al diario The Times de Londres: “Encontré a mi padre y a 42 medios hermanos casi de inmediato”. Habló con varios de ellos antes de animarse a contactar a su padre biológico. Y si bien no lo conoce aún cara a cara, ya establecieron contacto por medio de mensajes y han descubierto una pasión compartida por los rompecabezas. Van Halen jamás imaginó que su padre viniera de Surinam, excolonia holandesa en Suramérica, y tuviera ascendencia africana. Varios de sus medio hermanos son morenos, pero, independientemente del color de la piel, muestran la misma sonrisa característica. Metido de cabeza en la misión, y animado por los resultados, Van Halen recurrió a dos compañías más, Ancestry y 23andMe. Así dio con otros 57 medio hermanos que en gran parte compartían su mismo deseo, dar con su padre o con la familia de este. Según cuenta, algunos no sabían que habían nacido por inseminación, hasta que un medio hermano los contactó y los puso al tanto. Muchos expresaron alivio, pues habían sentido por mucho tiempo que algo no cuadraba en sus vidas. Pero no siempre es así. Por eso, la autoridad en fertilización y embriología de los Países Bajos insta a las compañías de análisis genético a ofrecer un servicio de acompañamiento psicológico que vaya más allá de sus advertencias sobre el impacto que pueden traer los resultados. Le sugerimos: La belga de sangre colombiana que busca a sus padres biológicos Van Halen ha inspirado a otros a buscar y no rendirse. Considerando que estos bancos repartían las muestras por Europa, ha expandido su búsqueda de familiares a varios países como el Reino Unido. Según The Times, una organización holandesa para los ciudadanos concebidos por donación de semen estima que el padre de Van Halen participó en casi 1.000 concepciones, pues donó constantemente en tres clínicas por más de 20 años. De ser así, se sumaría al legendario austriaco Bertold Wiesner, cuyo semen solicitaron entre 300 y 600 mujeres. El señor, por su parte, cree que, por mucho, llega a 200. Viceversa No solo los hijos sienten curiosidad. Eso prueba Aaron Long, un hombre de 55 años que hace 25 recurrió a las clínicas de semen para ganar un dinero mientras ordenaba su vida. Recibía 40 dólares por cada sesión en los años noventa, y durante un año donó dos veces por semana. Entre chiste y chanza se preguntaba qué podría haber sido de sus “aportes”, pero no tenía manera de averiguarlo. Entonces, como narró a The New York Times, llegó internet. En la red, Long dio con un ‘Registro de hermanos donantes’, pero en un principio no encontró mayor cosa. La paciencia y la persistencia resultaron claves, pues sus hijos empezaron a buscarse y a buscarlo desde 2010. Como Van Halen, Long recurrió a la empresa 23andMe, envió su muestra de saliva y su vida cambió. Rápidamente dio con Bryce, un hijo de 20 años. Lo buscó por Facebook y el parecido entre ambos no le dejó dudas. Sabía que probablemente Bryce ya sabía de su existencia y lanzó el primer mensaje. Se presentó, le dijo que esperaba no causar dolor o incomodidad y que creía que era su padre biológico. Bryce contestó emocionado. “Hola, papá”, le dijo. Le contó que también se había unido a 23andMe con la esperanza de encontrarlo, sin suerte hasta ese momento, lo que lo frustraba. “Soy uno de tus seis hijos”, soltó. La cifra golpeó a Long, pero cuando se propuso hacer su estimado, llegó a la posibilidad de tener 67 hijos e hijas. El padre de Van Halen donó en tres clínicas por más de 20 años y puede ser uno de los donantes más prolíficos de toda la historia. Acto seguido, Bryce lo conectó con Madalyn (Madi), de 19 años, una joven que le despertó inmediata angustia paterna, pues, a primera vista, quiso recomendarle que se pusiera más ropa. Poco después apareció otra hija de 11 años, Alice. A esta última llegó por su madre, Jessica. Ella le contó que con su expareja lesbiana habían concebido, cada una, una hija con su semen. La relación había terminado años atrás, pero ambas habían educado a las niñas juntas hasta que la otra mujer decidió marcharse con la hija que había traído al mundo. Long compartió su historia de vida con sus hijos y ellos hicieron lo mismo. Por medio de sus cartas recordó sus propias angustias y esperanzas de cuando tenía su edad, y quedó atónito por las observaciones de la joven Alice, que tenía un sentido ácido del humor y una sensibilidad especial. Long decidió entonces congregar a sus retoños. Invitó a Bryce y a Madi a visitarlo en Seattle unos días, y Alice y su madre, Jessica, se unieron al plan. Long armó una fiesta para celebrar la ocasión especial y salió perfecta. Se amaron de inmediato, congeniaron, discutieron hasta de religión, y todos coincidieron en no creer en un ser superior.

El cine de Hollywood no ha sido ajeno a contar historias protagonizadas por donantes. Las charlas con Jessica tomaron su propia vida, sobre todo desde que le dijo que ya no se identificaba como lesbiana y salía con hombres. Cuando se encontraron solos por primera vez, Long confiesa que “nos abrazamos por largo tiempo, algo inapropiado para gente que se acababa de conocer”. En compañía de los jóvenes asumieron una dinámica fluida, casi de pareja, y se sintió bien. Long aprovechó el envión y las invitó a quedarse un rato en su casa. Días se volvieron semanas, semanas se volvieron meses y siguen juntos. “Nos gusta pasar tiempo juntos y, supongo, ayuda ser el padre de su hija”.