Durante muchos años las autoridades de Estados Unidos creyeron que tres criminales diferentes habían violado a más de 50 mujeres y asesinado al menos a 13 personas entre 1974 y 1986. Nunca sospecharon que la persona que a comienzos de los años setenta entraba a los apartamentos de Visalia, California, a revolcar la ropa interior femenina o robar objetos baratos, pero con mucho valor sentimental, era la misma que años después se metía a los domicilios en la noche para amordazar y violar a las mujeres en el área de Sacramento. O la misma que mató a varias personas que dormían en sus apartamentos cerca de Santa Bárbara.Por eso entre 1974 y 1986, sin saberlo, al mismo asesino le pusieron tres nombres diferentes: el Saqueador de Visalia, el Violador del Área Este y el Asesino de Santa Bárbara. Tuvieron que pasar más de 40 años y la intervención de Michelle McNamara, una escritora obsesionada con los crímenes sin resolver, para que la Policía conectara las tres investigaciones y descubriera, en 2018, la identidad del asesino: Joseph James DeAngelo Jr., un expolicía y veterano de Vietnam, actualmente de 74 años.

La historia de cómo McNamara comenzó a seguir las pistas para resolver el enigma aparece en El asesino sin rostro, una serie documental de seis capítulos que HBO estrenó la semana pasada. Curiosamente, coincidió con una noticia que devolvió el caso a las primeras planas: el martes, DeAngelo se declaró culpable de todas las acusaciones y ahora espera, según los especialistas, a que lo sentencien a 11 cadenas perpetuas. Poco para un hombre de su edad, teniendo en cuenta que cometió la mayoría de sus crímenes entre sus 20 y 30 años y que alcanzó a vivir varias décadas en la impunidad.

Esta semana DeAngelo, de 74 años, aceptó los cargos y dijo que cometió los crímenes porque una voz en su cabeza se lo ordenó. Se enfrenta a 11 cadenas perpetuas.Hoy ya se sabe que DeAngelo, como casi todos los asesinos en serie, tuvo una infancia traumática, marcada por un episodio que no pudo olvidar. Cuando tenía nueve años vio cómo dos hombres violaban a su hermana, de siete, sin poder hacer nada para evitarlo. Además, justo unos años antes de comenzar su racha criminal lo abandonó su novia, quien había notado ciertas señales extrañas en su comportamiento. Según cuenta, comenzó a meterse a los apartamentos porque una voz en su cabeza se lo pidió y no pudo controlarla.Desde joven, McNamara se había inclinado a escribir sobre crímenes reales no resueltos, había publicado artículos investigativos en varios medios y tenía un blog titulado ‘True Crime Diary‘.Al comienzo solo robaba cosas íntimas, pero luego comenzó a volverse más osado. Se colaba de noche en lugares en los que vivían mujeres solas y abusaba de ellas. Cuando se aburrió, buscó casas de parejas: amarraba a los hombres, violaba a las mujeres, se tomaba la cerveza e incluso desocupaba las neveras. Ya en los años ochenta, cuando eso dejó de satisfacerlo, comenzó a matar. Y en 1986, de la nada, como había comenzado, dejó de hacerlo.

Con el tiempo se dedicó a vivir con su esposa y sus hijos en Sacramento. Pero McNamara no lo olvidó. Desde joven se había inclinado a escribir sobre crímenes reales no resueltos, había publicado artículos investigativos en varios medios y tenía un blog titulado True Crime Diary. En 2011 se obsesionó con los casos del Saqueador de Visalia, del Violador del Área Este y del Asesino de Santa Bárbara y comenzó a investigarlos a fondo. Buscó a sobrevivientes, testigos y familiares de las víctimas, habló con la Policía y consultó con sus amigos detectives. Pronto llegó a una conclusión: los tres eran la misma persona.

Michelle McNamara se obsesionó con el caso. Investigó tanto, que terminó estresada y agotada. Murió en 2016 por una sobredosis de calmantes, antes de que la Policía hallara al culpable gracias a sus hallazgos.Para cuando publicó esa investigación en Los Angeles Magazine en 2013, la Policía ya había cotejado las muestras de ADN de Sacramento y de Santa Bárbara, lo que confirmaba parte de la teoría. Pero nadie había conectado ambos hechos con los robos en Visalia. Siguió escribiendo artículos sobre el caso, grabó varios podcasts y comenzó a aparecer en los medios. Gracias a ella, comenzaron a llamar al criminal en cuestión el Asesino de Golden State (es decir, de California).La investigadora, por su parte, se volvió tan famosa que la editorial Harper Collins, una de las más grandes del mercado, la buscó para que ampliara el tema en un libro.Con el ADN del asesino y una técnica llamada genealogía genética, el FBI logró identificar a varios posibles familiares del asesino. Y así lo cercaron.Decidida a todo, se metió en la investigación a fondo: comenzó a hablar con más víctimas, a revisar las fotografías y a tratar de entender la mente del asesino, que para ese entonces aún no tenía rostro. Había hecho varios avances y le faltaba poco para terminar su libro, cuando la presión por el caso y lo horrendo de las historias que revisaba día a día comenzaron a afectarla.

No podía dormir, vivía llena de tensión y sentía que casi no tenía tiempo para compartir con su familia. El 21 de abril de 2016, obsesionada, se tomó un coctel de pastillas antidepresivas. Fue demasiado: murió de una sobredosis esa noche.

La serie muestra, por primera vez, a varias de las víctimas que sobrevivieron a los asaltos de DeAngelo. Solía atacar por las noches a mujeres que vivían solas o a parejas que dormían juntas.Su esposo, que sabía del tiempo y el esfuerzo que le había dedicado al caso, no se quedó de brazos cruzados. Llamó a dos de los detectives a los que ella había acudido como consultores, les entregó el material y les pidió que terminaran el libro para publicarlo póstumamente. Lo titularon I’ll Be Gone in the Dark (Me habré ido en la oscuridad), una frase que el asesino le dijo a una de sus víctimas. Se convirtió en un best seller y les puso presión a las autoridades, que anunciaron una gran recompensa por información del caso.

El FBI, sin embargo, ya había hecho otros avances significativos. En efecto, con el ADN de las escenas del crien y una técnica llamada genealogía genética, que cruza la información hallada en la escena del crimen con una gran base de datos de miles de personas, habían logrado identificar a varios posibles familiares del asesino. Con el tiempo, y luego de cerrada la investigación, llegaron a un sospechoso convincente. El 24 de abril de 2018, casi dos años después de la muerte de McNamara, los policías finalmente arrestaron a DeAngelo en medio de la sorpresa general.Habían pasado exactamente 32 años desde su último asesinato. Las sobrevivientes y los familiares de las víctimas, que para ese entonces ya habían perdido la esperanza, pudieron respirar tranquilos porque al menos habría justicia. Todo gracias a una escritora obsesiva que, por cuestiones del destino, no alcanzó a ver consumada la investigación que le costó la vida.